Luis Rodríguez coordina la educación musical de 3 mil 500 jóvenes.
Vía: www.el-carabobeno.com | Por Cristhopher Borrero
La música cambia realidades, vidas, pensamientos e ideales, pues en ella se halla un reflejo emocional de quién eres y qué quieres ser, al menos así lo siente Luis Rodríguez, quien a sus 28 años tiene sobre los hombros la responsabilidad de coordinar la educación musical de unos tres mil 500 jóvenes adscritos al núcleo de Belén del Sistema Nacional de Orquestas Juveniles e Infantiles de Venezuela.
En total hay 11 módulos que pertenecen a la sede de Belén, que se localizan desde Central Tacarigua hasta La Isabelica.
En la modesta sede Orfeón de Belén operan cuatro orquestas, la Sinfónica Juvenil de Belén, la Sinfónica Infantil de Belén, la de Iniciación Francisco Calderón y el coro sinfónico infantil. “Es una responsabilidad inmensa enseñar, porque no son solo niños sino almas que se educan”, detalló Rodríguez.
Solo en la sede de Belén unos 600 niños reciben formación musical, en un reducido espacio donde los atriles y las sillas pelean por espacio propio.
Como cultor este licenciado en música viaja de martes a sábado hasta Belén y emplea más de 12 horas diarias a trasmitir su pasión. “Para mí ser músico es vida, es una dedicación al tiempo completo”, confesó.
Su Destino
En la música hay tres tipos de músicos: el de atril, quien diariamente estudia las obras, el de grabación y el músico del podio, aquel capaz de hacer la música, explicó Rodríguez. Enseñar y hacer música sonlo más gratificante que encuentra pues desde los 10 años se aseguró de que ese fuese su destino.
El violinista inició su carrera musical a los ocho años en un pequeño núcleo de San Sebastián de los Reyes, en Aragua. A los 14 años comenzó a dirigir y desde ese entonces se dedicó a la enseñanza y a la composición.
En el núcleo de Belén se imparten nueve cátedras como las de violín, viola, violonchelo, contrabajo, flauta, clarinete, fagot, trompeta, trombón y percusión.
Grandes Retos
Rodríguez conserva dos grandes sueños. El primero aún está en pausa y se refiere a enseñar a sus hijos a tocar música, mientras que el segundo es un firme propósito pues desea exportar el talento de sus estudiantes en Belén a otras latitudes.
“Aquí hay muchachos extraordinarios. Anhelo ver a mis chamos tocando afuera, en otras orquestas, bien sea en una orquesta regional o por qué no en la misma Simón Bolívar”, comentó. La mayor limitación de sus estudiantes es lo remoto de su locación, por la distancia y el traslado.
Ante estos problemas el instructor decidió llevarse a varios hacia la sede regional, una vez allí reciben clases para no estancarse y continuar en el desarrollo profesional.