El mundo entero conoce a Anne-Sophie Mutter desde sus impactantes inicios como niña prodigio. La violinista alemana cumple ahora 50 años manteniendo intacto el halo de los grandes mitos vivientes de la música. «Es un milagro», dijo de ella Herbert von Karajan, el legendario director -poco amigo del elogio fácil- con el que saltó al estrellato en el festival de Salzburgo de 1977, con apenas 14 años. La violinista se ocupó de darle la razón durante las más de tres décadas que pasaron desde entonces ofreciendo conciertos con los mejores directores y orquestas del mundo, incluyendo a Daniel Barenboim, Zubin Mehta y las Filarmónicas de Nueva York y Berlín. Con medio siglo de vida a sus espaldas, acaba de terminar una gira por Asia y comienza a grabar un nuevo CD con la Filarmónica de la capital germana. Más tarde se embarcará en otro tour.
«Llevo 35 años dando conciertos, pero el hecho de tocar también obras contemporáneas que hasta entonces no conocía hace que siga encontrando dificultades, también técnicas», subrayó. «Al principio es frustrante, pero luego es increíblemente fascinante tener que roer ese hueso».
La atractiva artista, conocida por su pelo castaño y su sonrisa con hoyuelos, dirige en Múnich su propia fundación, en la que enseña violín a alumnos escogidos, ayuda a seleccionar profesores y aconseja en la búsqueda del instrumento adecuado. A punto de cumplir cuatro décadas sobre los escenarios y con numerosos premios en su haber, incluyendo varios Grammy, Mutter no piensa en el retiro, pero sí comienza a dosificar su esfuerzo.
Su preciado Stradivarius, tasado en millones de euros, queda abandonado cuando se coge un año sabático. Mutter tuvo una hija y un hijo con Detlef Wunderlich, fallecido en 1995 por un cáncer.
Aunque sus hijos tocan instrumentos, la artista reconoció que la familia no suele animarse a hacerlo en trío; «muy rara vez».