La que duraba tres horas, hoy dura lo mismo que una canción de pop. Segunda parte.
Vía: www.elespectador.com | Por Laura Galindo
Ni Italia ni España llegaron a la final del Mundial de Fútbol en 1990, pero dos españoles y un italiano pasaron a la historia veinticuatro horas antes de que Argentina y Alemania se disputaran el título al mejor equipo del mundo. Plácido Domingo, José Carreras y Luciano Pavaroti, Los tres tenores, cantaron juntos por primera vez.
– Todo empezó como un chiste después de un concierto de Carreras en junio del 89. Estábamos haciendo bromas sobre posibles proyectos futuros y José me retó a hacer un evento como este – cuenta Mario Dradi, productor del concierto-.
Seis meses más tarde, Dradi y Los tres tenores se encontraron en Roma para celebrar el cumpleaños de Carreras y planear lo que para ese entonces aún era The Impossible Dream (Un sueño imposible). Frente al piano y con Zubin Metha como director, acordaron el programa. Cada tenor cantaría como solista y al final, los tres estarían juntos en un arreglo de veinte minutos. Sería un concierto de beneficencia en los Termas de Caracalla, los antiguos baños públicos del Emperador Marco Aurelio que cada verano se convierten en escenario del Teatro Dell’Opera Di Roma.
– Eran tres hombres, que por una vez ya no eran hombres sino niños, preparando algo que sabían que iba a ser muy especial y haciendo lo que más les gusta hacer en la vida – recuerda José Carreras en el documental The Impossible Dream.
La tarea no era fácil. La gente no quería ver un concierto con Los tres tenores, quería ver a Los tres tenores cantando juntos. Al tiempo, en coro, en la misma música. Querían escuchar las arias más famosas del mundo en las voces de los tenores más famosos del mundo. “Una selección de los mejores goles sin tener que verse el partido completo”, dice Roberto Herscherr, crítico de la revista Opera News. Para que algo así fuera posible había que intervenir la música. Arreglar para tres las arias de tenor solo, hacerlas más cortas, juntarlas con canciones españolas, italianas y hasta de Broadway. Había que tocar la intocable música de Puccini, de Verdi, de Schubert.
Los incrédulos fueron muchos. Los opositores un poco menos, pero fueron los que importaban. Faltando siete días para el concierto, uno de los comisarios de ópera del Caracalla se negó a abrir las puertas del teatro a para un espectáculo como ese. En su opinión, algo así comprometería su imagen y le haría mala publicidad.
– Si uno piensa en lo famoso que es hoy el Caracalla como teatro de ópera y piensa en todos los turistas que quieren visitarlo tan pronto llegan a Roma, se da cuenta de lo absurdo que era. Tuvimos problemas como este todo el tiempo. De todos salimos bien librados – dice Mario Dradi-.
Nessun dorma! Nessun dorma! Suena la voz de Plácido Domingo en el Caracalla de Roma. Ma il mio misterio è chiuso in me. Luciano Pavarotti, con el pie derecho apoyado en el suelo y el izquierdo en puntas, se inclina sobre el micrófono. Il nome mio nessun saprà! No, no. En medio de los dos, José Carreras abre los brazos, sube las manos a la altura del pecho y gira las palmas hacia arriba. Dilegua, o notte! Tramontate, stelle! Tramontate, stelle! El dedo índice de Domingo apunta a sí mismo y luego a Pavarotti. Carreras le toca el hombro y Pavarotti, a su vez, señala a Domingo. Los tres asienten, murmuran algo y se vuelven de nuevo al público. All’alba vincerò! José Carreras baja la mandíbula y se llena de aire. Vincerò! El pecho de Luciano Pavarotti se eleva mientras de su boca se abre en un agudo brillante.Vincerò! Los tres juntos extienden las manos y estallan en ese “Si” casi imposible que los hizo famosos. La batuta del director da por terminada la música y el teatro entero aplaude de pié.
– Yo creo que ese fue el momento en que nos dimos cuenta de que no hay barreras en la música, de que todo depende de la forma en cómo es presentado, y de que se puede vivir desde y en el límite de lo culto. – dice Roberto Herscherr-.
Los tres tenores estuvieron vigentes por más de diez años. Cantaron ópera, canciones napolitanas, folclor español, arias de Broadway, himnos nacionales, canciones de navidad. Fueron 34 conciertos por todo el mundo, cuatro mundiales de fútbol, catorce discos y cuatro álbumes en vivo. Dos documentales, tres video-conciertos y un premio Grammy.
Plácido Domingo, José Carreras y Luciano Pavarotti se convirtieron en un fenómeno de masas. Hicieron parte de una broma recurrente en la serie Seinfeld, dieron nombre a los Tres emperadores de Yliaster en el anime Yu-Gi-Oh, tuvieron una aparición en Los Simpsons y Nessun Dorma, obra infaltable en sus conciertos, se convirtió en el mejor referente de ópera para cualquier persona. Hicieron temblar la academia, apareciendo en escenarios impensables para la música culta, y lo popular, cantando música impensable en escenarios comerciales.
Los tres tenores fueron un sismo, y como todos los sismos, dejaron secuelas. Artistas que se tambalean entre el pop y el canto lírico como Andrea Bochelli y Sarah Brightman. Grupos que mezclan las dos cosas como Il Divo. Cantantes que se presentan en Mundiales de Fútbol como la soprano Anna Netrebko y el tenor Rolando Villazón. Solistas de Cielito lindo con orquesta como André Riu y Richard Clayderman. Y participantes de concursos de televisión que aprovechan para destacarse cantando ópera mientras los demás se acuestan sobre camas de clavos.
– Son cosas que decís: bueno esto en un conservatorio sería normalito, pero de repente, cuando ves cosas tan raras en la televisión, como tipos que imitan cantos de pájaros, y aparece un pianista o un cantante, ¡bum! De una vez te llama la atención. Está fuera de su contexto – dice Roberto Herscherr-.