Vía: www.eluniversal.com/ Por Indira Rojas
“Hay que darle un golpe de Estado a la mediocridad (…) En estos tiempos todo es una fórmula” “Yo no critico lo comercial. El problema es cuando eso es más importante que lo artístico”, asegura el músico.
Aquiles Báez dice que toda la vida ha sido “un bicho raro”. Se ríe. Se le achinan aún más los ojos y los cachetes forman dos montañitas debajo de ellos, como la sonrisa sonrojada de un San Nicolás. “Para los jazzistas era demasiado folclórico, para los folclóricos era demasiado académico, para los académicos era demasiado volado”, asegura. Al compositor y guitarrista las etiquetas le amargan, o más bien, poco le importan y las manda a una lista negra de cosas indeseadas. “Es más, le corto las etiquetas a todas las camisas que tengo”.
Venezolanísimo como ninguno, se le agua el guarapo cuando habla de cuánto extrañó a la capital venezolana y a su pulmón vegetal, El Ávila, durante el tiempo que vivió en Estados Unidos, y no solo es músico sino humorista natural. No en vano, en su espectáculo Aquiles Báez y la Señora Parra Anda -que se presentará el 16 de diciembre en el Centro Cultural Chacao- incluye segmentos como “Los reyes vagos” y “La Navidad light”. Pero la comicidad de Báez no viene sola, la acompaña una dura crítica social que no pretende ser implícita. Lo suyo va directo. Para esta octava edición de la Señora Parra Anda, Báez tuvo la idea de usar Un cuento de Navidad, el clásico relato de ficción del anciano avaro Scrooge escrito por el novelista británico Charles Dickens, para presentar los espectros que acechan al país en el pasado, el presente y el futuro. Además, se aventura a contar la historia del fantasma de las navidades posibles.
-Esto más que un concierto es una experiencia, una vivencia. Es un espectáculo que mezcla música, humor, teatro, visuales (…) Este año, también escribí el texto como una forma de hacer crítica social sobre lo que vivimos.
-¿Considera que los músicos están llamados a ser críticos con su realidad?
-Yo creo que la gente que apuesta por el arte siempre es crítica. Uno tiene que ser incluso autocrítico y generar ideas. Mi búsqueda siempre ha sido del arte por el arte, y desde que tengo memoria el sentido del humor ha sido importante para mí. Desde los 4 años vacilaba a mi abuela y a mi mamá, entonces ¡no puedo hacer otra cosa! Uno no puede huir de lo que es, y el humor es parte de eso que yo soy.
La inseguridad, los bachaqueros, las colas, y otros disgustos del bolsillo venezolano son algunos de los protagonistas de su parranda, pero además asegura que “hace crítica a la banalidad”. Eso incluye aquello que considera banalidad musical. Tendrá en su repertorio un “reguetón de protesta”, y aunque por primera vez acoge este género no será precisamente para sumarle puntos.
-Gustavito (Gustavo Márquez, conocido por ser el bajista de C4Trío) hizo una cosa para esta parranda que pareciera Wisin y Yandel. Yo hablé con él la idea, y me dijo “¡yo lo hago!”. Y cuando me mandó la maqueta le dije: “¡Es perfecto, es horrible!”.
-Es un anti-fan declarado del reguetón.
-Soy un declarado crítico de la mediocridad, aunque a mucha gente le duela esto que estoy diciendo (…) No critico a quien agarra el camino de lo comercial, porque vivir de la música no es nada fácil. Y hay cosas que son buenas. ¡Hasta la misma Lady Gaga tiene cosas buenas! El problema no es que algo sea comercial, el problema es cuando eso es más importante que lo artístico.
-Creo que hay que darle un golpe de Estado a la mediocridad y tomar ciertos espacios que se han vuelto muy banales, como la televisión. Estos son tiempos muy locos, la creación no es tan volada como la imitación y la formulación, ¡todo es una fórmula! ¿Dónde está un Serrat, un Chico Buarque de esta generación? Creo que están ahí, pero les falta el espacio y la difusión que se merecen.
-Si los espacios están tomados por lo comercial ¿Qué experimenta entonces la música venezolana folclórica actualmente?
-Se ha ganado mucho espacio. Date cuenta de los Premios Pepsi (justamente, sobre el segundo estante de su biblioteca, en las oficinas de Guataca Producciones, reposa la bola gris de Pepsi que se le otorga a los ganadores del galardón). Últimamente lo que ha ganado por elección popular son gente que viene del mundo de la música tradicional. El disco de C4Trío con el “Pollo” Brito arrasó. Este año gente como Laura Guevara, que hace un coqueteo con la música venezolana, se ganó un poco de premios. Lo mismo que la Pagana Trinidad. Hay un avance, no hay duda, pero hace falta mucho.
–¿Por qué el reguetón y la música urbana siguen representado a Venezuela en premiaciones internacionales?
-Hay una apuesta mediática por eso. Yo voy caminando como la fábula de la liebre y la tortuga. Voy como la tortuga, porque además físicamente me identifico más (ríe). Pero yo creo que contra ese camino certero y constante nadie puede.
Para el arreglista, quien ha ofrecido conciertos en Europa, Asia, Norteamérica, Latinoamérica y Australia, la felicidad se concentra en el proceso de creación. Ya lo ha dicho en otras entrevistas: no va pendiente de los laureles. Pero la filosofía “baeziana” no se trata de rechazar los reconocimientos, sino de no convertirlos en el objetivo final de su trabajo como músico. Para completar la reflexión, se lanza uno de sus chistes espontáneos.
-Yo no estoy detrás de los premios. ¿Grammy? No, ¡mami sí! (se carcajea). Tengo un reto como artista, que es cómo ser fiel a mi idea de hacer arte cuando la industria lo que quiere es vender. Yo soy feliz en la sala de mi casa haciendo música con la que siento una conexión espiritual. ¿Sabes qué se ha perdido? Se ha perdido la conexión espiritual.
-¿Qué construye a un músico “de verdad”?
-Primero que nada debe tener una preparación académica, y tiene que ser un constructor de verdades, no de fórmulas. Para mí todo parte de algo fundamental: la educación. Si yo tuviera poder, porque lo que soy es músico, yo pondría clases obligatorias de música tradicional venezolana en las escuelas primarias. Muchos me ven y me conocen y piensan que soy un vacilador. Pero, en el fondo, yo soy un académico.