www.eluniversal.com.co | Por ANDRÉS PINZÓN SINUCO
El venezolano, considerado un maestro de las cuerdas latinoamericanas y probablemente uno de los mejores músicos del continente, llegó a la ciudad en la noche del miércoles. Venía de Caracas con ansias de comer pescado frito con patacones, pero no se lo dijo a nadie sino hasta la mañana siguiente.
La última vez había venido a interpretar en el Centro de Convenciones ‘La Pasión según San Marcos’ del compositor argentino Osvaldo Golijov, pero ahora retornaba luego de dos años como invitado central de la apertura de la primera edición del Festival Internacional de Guitarra.
¿Cuánto dura la vida de un artista?
– El arte tiene una ventaja que no tiene el deporte. La música no tiene esa cosa efímera que tiene por ejemplo también la danza, es decir, a más edad, más sabio tú eres.
Cuando estás muy joven lo que te importa es ser rápido. Pero cuando tienes una madurez lo que es importante es hacer música y ser profundo con cada nota porque hace parte de una respiración, de una energía. Cada nota pertenece a un espectro que te da esa energía.
¿Cuál es el común denominador que debe tener un buen guitarrista?
– Son varias cosas. Picasso decía algo muy certero sobre cualquier disciplina artística: el artista es producto de un 1% de talento y un 99% de esfuerzo. Creo mucho en el trabajo. Hay gente que tiene habilidades especiales y son únicas y eso hacen que sean privilegiadas, sin embargo el estudio y la preparación hace una gran diferencia.
¿Cómo definiría la relación que usted tiene con su guitarra y con la música?
– Esa es mi mujer. Mi esposa se pone celosa y todo. Empecé muy pequeño, a los 6 años. A los diez u once años ya sabía que lo que quería era ser músico profesional. Mi relación con la música es una forma de respirar y la guitarra es mi gran compañera en ese viaje. Yo toco el cuatro, el tres cubano, el violín, piano, sé de percusión; pero siempre hay una vuelta a la guitarra. Es la aliada en todo. Pienso que sobre todas las cosas soy compositor mas que cualquier otra cosa. Y ha sido mi compañera y uno de los vehículos mediante los cuales he compuesto y generado mi carrera como músico.
¿En su caso la determinación artística es heredada por parte de su familia o cómo salió a flote esta vocación?
– No es heredada. Fue natural. Digo que es como un acto de fe y la música tiene que ver con disciplina y responsabilidad porque estamos en un mundo demasiado banal y la música se ha convertido en algo muy trivial. Esto es una decisión de vida, como cuando alguien decide ser cura. Esa una forma de respirar que te da la música.
¿Aún siente nervios antes de subir al escenario o se trata de algo superado?
– Estoy más ansioso que nervioso. De repente uno lo que quiere es ya arrancar a tocar y siempre hay como un gusanito que es una necesidad de querer tocar y la música es una cosa tan espiritual que cuando empiezas a tocar pasas a otro plano. Todo lo demás pasa a ser algo superfluo.
En estos días alterné con Beth Carvalho (cantante brasileña de samba). Estuvo en Venezuela. La señora tiene una lesión en la columna vertebral, pero empieza a cantar y se le olvida todo. Se volvía fuego. La música tiene ese efecto transformador y uno hace como una metamorfosis con la parte más bonita que uno tiene.
¿Cuántas guitarras tiene? ¿Realmente todos los días tiene la necesidad de tocar alguna secuencia?
– Tengo como cuatro guitarras. A veces estoy tan ocupado en gerencia cultural que paso días sin tocarla y me deprime y lo siento. Andrés Segovia (guitarrista español considerado el padre del movimiento moderno de guitarra clásica) decía que cuando pasaba un día sin tocar sus dedos lo sentían. Cuando pasaba una semana los guitarristas lo sentían. Cuando pasaba un mes sin tocar todo el mundo se daba cuenta…
¿En qué proyecto musical está trabajando ahora mismo?
– Hago muchas cosas. Mi cabeza siempre está dando vueltas. Hago desde música que tiene que ver con la identidad venezolana hasta lo latinoamericano. Estoy haciendo una cumbia, pero una tradicional de acá de Colombia, el currulao, el mapalé. Me gusta mucho la cultura tradicional y crear a partir de ahí. Hay algo que me está saliendo que son escenas latinoamericanas: un Baião, una milonga. Y ando haciendo una pieza que se llama Zain (siete en hebreo). Agarré el numero 7 del hebreo porque es un numero sagrado, porque la música es matemática y tome un ritmo de 7 por 8 y siete notas. Es parte de la cultura judía.
También me encantaría hacer algo árabe porque me encanta esa cultura y sus influencias vía Andalucía que tenemos todos los latinoamericanos.
La música colombiana y venezolana parecen hijas de una misma madre.
– Las fronteras son algo que inventó la gente. Es un invento más de los políticos y de la gente que tiene un sentido de propiedad de la tierra, que de la propia cultura. Toda la costa colombiana es muy cercana a la costa venezolana. Compartimos el Caribe y el joropo. El guajiro no es ni colombiano ni venezolano, es guajiro.
¿Qué le recomendaría a un naciente músico guitarrista para valorar mejor su vocación?
– Esto es un deporte de alto rendimiento. Tienes que esforzarte, estudiar mucho y formarte no solamente a nivel mecánico, sino a nivel intelectual para que la música que tú hagas tenga otra profundidad y otro sentido. Si no, eres una máquina de tocar notas. Necesitas el conocimiento y la sensibilidad de buscar, ser auténtico es algo fundamental en la vida.
¿Con qué sueña usted?
– Sueño con un mundo más utópico, yo sueño con la utopía.
Es usted un poco idealista.
– Un poco no. Soy totalmente idealista, soy súper hippie en eso. Creo que es fundamental la utopía y eso de concebir un mundo con menos violencia y más amor. La música es un puente y es un conciliador. Lo vemos aquí mismo en Colombia con tantos problemas políticos. Tú puedes ser de las Farc o uribista pero la cumbia es de todos los colombianos. El porro, el vallenato, el bambuco es de todos los colombianos.
Claro y despierta esa sensibilidad que de pronto a mucha gente le hace falta por el hecho de no tener una manera de expresión sana.
– Es una herramienta vinculante. Hay algo que dice Mandela: si tú tienes un enemigo haz equipo con él, porque probablemente no sea tu amigo pero va a ser tu compañero.