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Una de las obras predilectas para orquesta sinfónica es la Sinfonía No. 2 del compositor bohemio Gustav Mahler, también conocida como “La Resurrección”.
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Tan predilecta es, que está dentro del repertorio regular de todas las orquestas venezolanas, desde las más profesionales hasta las noveles agrupaciones; al tiempo que también reviste gran interés para los directores. Esta sinfonía surgió como un poema sinfónico en un movimiento, pero una vez que el autor se lo enseñó al director Hans von Bülow, quien a su vez reaccionó con desagrado, Mahler abandonó la obra. Luego la retomó y le añadió tres movimientos adicionales.
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Pasó el tiempo, y cuando von Bülow murió, Mahler escuchó en el funeral del maestro una versión musical del poema “Aufersteh’n” (Resurrección) del poeta alemán F. G. Klopstock. El músico quedó tan impactado, que decidió emplear ese texto en la sinfonía que venía trabajando para culminarla.
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Así, completó cinco movimientos que indagan en el misterio de la muerte y la resurrección, de acuerdo con lo siguiente: en el primer movimiento trata del funeral y de responder a la eterna pregunta ¿hay vida después de la muerte?. En el segundo movimiento, “Recuerdo de tiempos felices de la vida que se acabó”, en el tercer, “Pérdida completa de la fe, la vida es un sinsentido”. El cuarto movimiento es el renacimiento de la fe, y el último la resurrección, “Realización de su amor por Dios y reconocimiento de la vida después de la muerte”.
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En los textos que cantan los solistas y el coro, se escucha lo siguiente: “Resucitarás, sí, resucitarás, polvo mío, tras breve descanso. Vida inmortal te dará quien te llamó. Para volver a florecer has sido sembrado. El dueño de la cosecha va y recoge las gavillas a nosotros que morimos. Oh, créelo, corazón mío, créelo:nada se pierde de ti, tuyo es, sí, tuyo, lo que anhelabas. Lo que ha perecido, resucitará. Oh, créelo, no has nacido en vano. No has sufrido en vano. Lo nacido debe perecer. Lo que ha perecido, resucitará. Deja de temblar, prepárate para vivir. Oh dolor, tú, que todo lo colmas; he escapado de ti. Oh muerte, tú que todo lo doblegas, ahora has sido doblegada. Con alas que he conquistado, en ardiente afán de amor, levantaré el vuelo hacia la luz que no ha alcanzado ningún ojo. Moriré para vivir. Resucitarás, sí, resucitarás, corazón mío, en un instante. Lo que ha latido, habrá de llevarte a Dios”.
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Esta sinfonía da un paso más allá de lo que hizo Beethoven con la Oda a la Alegría de Schiller y su Novena Sinfonía.
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