En 2017, el pianista venezolano Omar Zambrano viajaba en el subte B cuando escuchó una melodía que lo hizo bajar. Músicos formados en el Sistema Nacional de Orquestas de su país tocaban en la estación Pueyrredón. Ese encuentro encendió la chispa: reunir a los músicos y músicas migrantes que estuvieran en Buenos Aires y ver qué sucedía.
En la pantalla la silueta de un niño mira el cielo estrellado. Su bufanda baila suave con el viento. A su lado la silueta inconfundible de su amigo, el zorro. En noviembre de 2021 el Movistar Arena resplandece: se enciende después de casi dos años de silencio. Lo que está por suceder cautiva la atención de las cinco mil personas que se encuentran allí, cubriendo el límite de lo permitido por el protocolo sanitario. El niño y el zorro miran las letras que anuncian El principito sifónico. Bajo la dirección general de Omar Zambrano, pianista e ideólogo de este show “digno de Broadway” —dirá—, la orquesta Latin Vox Machine, compuesta por más de 120 artistas de diferentes nacionalidades, comienza a tocar. Y en el escenario, amanece.
Nadie sospecharía al ver el espectáculo que los artífices de todo ese montaje fueron los mismos artistas en escena. Que el saxofonista se ocupó del backstage, que el director general estaba atento a la iluminación y hasta el vestuario había sido ideado por ellos. Nadie sospecharía que muchos de los músicos de la orquesta también eran artistas callejeros.
—La gente del Movistar Arena no comprendía: “¿Y dónde está su productora?”. Ahí tocan las grandes, grandes ligas. A la semana siguiente se presentaba Michael Bublé y después estábamos nosotros, los migrantes que vienen del subte, “cómo demonios llegaron al Movistar Arena”— ironiza Zambrano.
Tomar la decisión de migrar
Omar Zambrano, músico venezolano y realizador audiovisual, llegó a la Argentina en 2016 luego de vender hasta su piano para reunir el dinero para el pasaje. Tenía 34 años, nunca antes había pisado el país pero sus amigos que ya habían migrado le habían hablado de la importante oferta cultural y artística que tenía.
En Venezuela Zambrano trabajaba en el área audiovisual del Sistema Nacional de Orquestas y Coros Juveniles e Infantiles, un programa estatal de educación musical fundado en 1975 con el objetivo de sistematizar la enseñanza y la práctica de la música, tomando a las orquestas sinfónicas y a los coros como herramientas de organización social y desarrollo personal —allí se formaron artistas del tamaño de Gustavo Dudamel que hoy dirige la Filarmónica de Los Ángeles—. Y también hacía algunas tareas para el ACNUR: documentaba en imágenes la integración al Sistema de Orquestas de niños y niñas de familias colombianas que habían llegado a Venezuela. “Uno nunca sabe de qué lado de la barrera va a estar”, dice ahora.
A pesar de que tenía logros y reconocimientos, la situación económica, política y social volvía todo muy difícil. “Me resistí por muchos años a salir de Venezuela pero las cuentas no daban. Ni con los trabajos que tenía podía cubrir las cuestiones más básicas. Entonces tuve que tomar la decisión, como millones de venezolanos que salieron buscando nuevas oportunidades”, cuenta.
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