Lillian ‘Lil’ Hardin fue una figura fundamental en los primeros años del jazz, pero su relación con Satchmo terminó opacándola.
Vía: www.elespanol.com/ Por MIGUEL A. DELGADO
Lillian ‘Lil’ Hardin (1898-1971) fue una auténtica rareza en los comienzos del jazz. No sólo por ser mujer, sino también por haber participado en las pioneras grabaciones del género, por haber montado y liderado alguna de las primeras formaciones exclusivamente femeninas, por haber compuesto temas que se convirtieron en estándares o, incluso, por tener estudios de música y ser capaz de leer una partitura, algo nada frecuente en la época. Pero quizá su labor más perdurable, y que opacó a todos sus logros propios, fue ser la responsable de impulsar a una leyenda que sería conocida bajo el nombre de Louis Armstrong.
Hardin, nacida en Memphis (Tennesee) era nieta de esclavos, y desde el primer momento mostró dotes para la música. Un profesor le enseñó nociones básicas de piano y solfeo, y su madre consiguió que se encargara de tocar el órgano en los oficios dominicales. Pero desde el primer momento, Hardin no podía evitar introducir improvisaciones que el pastor consideraba demasiado “profanas”, por lo que su madre la llevó a una escuela de música clásica; sin embargo, a los 16 años ganaría allí un concurso con una pieza para piano que ella misma improvisó de principio a fin.
Gracias a ello, consiguió un trabajo para hacer demostraciones de piano en una tienda de Chicago, a donde se había trasladado junto con su familia. Allí conocería al pianista Jerry Roll Morton, quien la deslumbró al oírle interpretar un tema y ver cómo todo el público de la tienda comenzaba a saltar a su ritmo. Ella comenzó entonces a imitar su estilo, y pronto un público curioso comenzó a agolparse para conocer a aquella chica de dieciocho años con tanto talento.
Así, fue inevitable que terminara llegándole una oferta para unirse a la que luego sería conocida como la King Oliver’s Creole Jazz Band, cuando a ella se incorporó el trompetista Joe ‘King’ Oliver. Para entonces, Hardin era una auténtica rareza: había mujeres cantantes, pero escaseaban las instrumentistas, y mucho más aún las capaces de tocar el piano con la energía que exigía el estilo del momento, en el que se utilizaba para marcar el ritmo y dar base al resto de instrumentos. Su madre aceptó a regañadientes el trabajo, con la condición de llevarla y recogerla antes y después de cada concierto; su matrimonio con el músico Jimmy Johnson la ayudó a liberarse de esa tutela.
Por entonces, Oliver había fichado para la banda a un prometedor trompetista a quien había conocido en Nueva Orleans, un tal Louis Armstrong. Al parecer, éste cayó inmediatamente rendido ante Hardin, pero pasarían varios años hasta que terminaran casándose. Primero, ella se divorció de Johnson y terminaron casándose en 1924, cuando él lo hizo de su primera mujer, Daisy Parker.
A partir de ese momento, Hardin se convirtió en la auténtica muñidora en la sombra de la carrera de Armstrong. Para empezar, se encargó de renovar su imagen, que consideraba demasiado provinciana. Además, le hizo notar que nunca llegaría a nada mientras fuera el segundo de Oliver, mucho menos talentoso que él. Siguiendo sus consejos, el trompetista dejó amistosamente la banda y terminó formando una propia, conocida primero como los Hot Five, y luego los Hot Seven. En ambas se integró Hardin, quien compuso varios temas en solitario (como la magistral Struttin With Some Barbecue) y junto con su esposo. Pero las infidelidades de él terminaron arruinando el matrimonio, que acabó divorciándose en 1931, e hizo que ella abandonara la banda.
Sin embargo, Hardin mantuvo una relación extremadamente cordial con su ex, incluso durante su carrera en solitario, en la que llegó a liderar varias bandas femeninas y mixtas y a componer y grabar temas como Just for a Thrill, que años después haría famosa Ray Charles. Pero la Depresión primero, el aumento de los problemas raciales en las décadas siguientes, que hacían muy difícil para una mujer negra conseguir que la contrataran, y que su estilo terminó pasando de moda, la obligaron a dejar su carrera. Probó suerte como diseñadora de moda (hizo varios smokings y trajes para Armstrong) y restauradora (mantuvo un local donde sus recetas tenían nombres relacionados con el mundo del jazz), pero finalmente tuvo que vivir de dar clases de piano (años antes había retomado los estudios que había tenido que abandonar por su carrera musical, y terminó graduándose).
A finales de los cincuenta y en los sesenta, su nombre volvió a ser reivindicado, y gozó de una cierta fama. Su última e impactante aparición pública tuvo lugar el 27 de agosto de 1971, cuando se desplomó sobre el piano y murió poco después durante un concierto homenaje a Louis Armstrong, fallecido unos meses antes. También en el último momento, su vida quedó ligada a la del gran Satchmo.