Tocan, cantan, dirigen, componen. En todos los rincones de Venezuela la música, a plenitud, es vivida por niños y jóvenes. El caso de este novel creador, natural del núcleo de Montalbán (Caracas), muestra que este arte no solo se experimenta a través de la voz, la batuta o un instrumento, sino que ellos, los más pequeños, también saben cómo crear los sonidos de su futuro
Prensa FundaMusical Bolívar
“Con el permiso del compositor”, aclaraba el maestro César Iván Lara durante un ensayo esta semana en la sala Fedora Alemán. Estaba repasando, junto a una agrupación de cámara, la obra titulada Impromptu, escrita por el joven de 16 años, Luis Pichardo. Él, junto a otros colegas menores de 30 años, esperaba esa tarde el estreno mundial de su creación (estructurada en cuatro movimientos) en el marco del Festival Latinoamericano de Música.
Con ésta, son cuatro las obras de más de 10 minutos de duración que Pichardo compone desde que comenzó a navegar las corrientes de su vena creativa. La exploración inició a los 12 años gracias al proyecto piloto Seminario de Jóvenes Compositores, momento en el que salió de la rutina normal de su núcleo en Montalbán para aprender a hacer algo que ya le inquietaba. “Más pequeño me sentaba en el teclado que tenía en mi casa, tocaba cualquier cosa y decía que estaba componiendo”, recuerda el joven que hoy ha escrito, entre otras, un quinteto para fagotes, una sonata para piano y una pieza para violín.
Pichardo, que además de estudiar 5º año de bachillerato es alumno de la Cátedra Latinoamericana de Composición del Conservatorio de Música Simón Bolívar y forma parte de la fila de segundos violines de la orquesta juvenil de ese centro de estudio, encarna así a una generación de artistas creadores que, junto a intérpretes y directores, gesta el Sistema Nacional de Orquestas y Coros Juveniles e Infantiles de Venezuela.
¿En qué momento se despertó en ti el interés por la composición?
Cuando tenía 12 años me invitaron a formar parte del Seminario Jóvenes Compositores, que es un programa dictado por un maestro estadounidense de nombre Jon Deak. Ahí hice una obra por primera vez pero siempre tuve la inquietud y hacía bocetos; escuchaba la música de las películas, me gustaba y decía: “bueno, voy a componer este tema feliz”, y ponía, por ejemplo, una carita feliz en una hoja porque no sabía escribirlo de otra manera. La tocaba en el piano y la grababa. También me encerraba en mi cuarto a veces, ponía la Obertura 1812 (Tchaikovsky) y hacía como si estaba dirigiendo.
De manera que asististe a ese seminario con una idea muy clara de lo que ibas a aprender…
Sí, fui motivado porque además iba con un grupo de alumnos de Montalbán. Al principio estaba emocionado porque yo entendía lo que era componer; oía las obras de Beethoven (la Novena sinfonía), la Cuarta sinfonía de Tchaikovsky. Cuando comencé a aprender cómo componer me gustó, fue una sensación bonita para mí y quise seguir haciéndolo. He evolucionado mucho en la cátedra del conservatorio. He aprendido de forma, armonía, contrapunto, y ahora estoy recibiendo también clases con mi maestro Blas Emilio Atehortúa de composición libre.
Oír música académica, de cámara, escrita por uno mismo debe ser una experiencia muy grata…
Sí, es una experiencia muy bonita porque uno se siente creador… uno es creador. No sé cómo explicarlo. Es prácticamente igual a tener un hijo, porque la obra sale de ti igual que un hijo. Sale de dos ideas o varias ideas que se unen, y eso va formando, en el proceso, una obra. La obra nace como nace un hijo cuando es ejecutada. Ahorita estoy viendo eso en biología, así que ando pegado -confiesa Luis mientras sonríe. Creo que eso es lo que más se acerca a la experiencia de ser creador.
¿Qué te hace sentir el haber tenido entonces varios hijos tan joven?
Bueno, uno sabe que nace para algo, a veces no descubres para qué hasta cierta edad, pero gracias a Dios yo lo descubrí joven y siento que la composición es lo mío, lo que tengo que hacer. Siento una gran gratitud y me siento conforme cuando escribo… se siente muy bien.
Eres un músico amplio: eres violinista, tocas con una orquesta y por eso entiendes la importancia de la dirección. De todo lo que has experimentado, ¿qué te ha dado la composición que la sientes tu vocación?
Bueno, conocimiento, porque el compositor tiene que saber todos los registros de los instrumentos de la orquesta y de los que no están en la orquesta. Debe saber de armonía, contrapunto, géneros, técnicas, épocas, pero también es increíble lo que un ser humano puede hacer a través de una obra, ya sea teatral, de pintura o musical… la imaginación del hombre puede ir al infinito.
Componer me da satisfacción, pero también hace que sientas humildad porque, así hagas una obra para una gran orquesta, siempre habrán obras clásicas, de referencia, de calidad única.
¿Qué le agradeces a El Sistema?
Siento mucho agradecimiento hacia el maestro José Antonio Abreu por haber escogido a los jóvenes para incentivar el progreso cultural, por llevarnos a lugares donde antes no habíamos llegado. Eso es algo único. Él confía en la juventud y por eso han salidos grandes orquestas, directores, y ahora, espero, grandes jóvenes compositores.