Vía: www.vanguardia.com.mx/ Por Matthias Röder/DPA
Young se muestra contradictoria ante la imagen intocable de un maestro como era antaño Herbert von Karajan.
Viena, Austria.- “Podría haber sido la hija de los músicos”, recuerda la polaca Marta Gardolinska. A sus 26 años, rememora cuando se puso al frente de la Orquesta Radio Sinfónica de Viena en la emblemática Sala Dorada del Musikverein de la capital austríaca. Acababa de terminar su formación y tomaba la batuta para dirigir el “Capricho español” de Nikolai Rimski-Korsakov. Un sueño para cualquier director de orquesta, sobre todo si es directora.
“La figura del director alto, de pelo cano y piel clara se venera como a un dios en frac”, señala la musicóloga Anke Steinbeck en referencia al estereotipo que aún sigue vigente. Como ejemplo, de las 130 orquestas que hay en la vecina Alemania, muy pocas tienen al frente a una mujer. Entre las pioneras está la australiana Simone Young, quien desde 2005 y hasta que finalice la actual temporada dirige la Ópera de Hamburgo.
Sin embargo, Gardolinska afirma que no le afectan este tipo de prejuicios: aparte de la competencia de cada cual, ella apuesta por la sensibilidad, y no sólo hacia la música, sino también hacia los músicos. “El compañerismo, la motivación, son cualidades en las que las mujeres destacan, pues unen a su competencia en la materia una energía positiva”, sostiene.
El repertorio actual de esta joven y ambiciosa directora se compone de unas 140 obras. Hasta la fecha, se ha puesto al frente de unas 20 orquestas y cuenta que la reacción del público al ver a una mujer a la batuta es más bien positiva. “Hay curiosidad”, señala. Y declara que tampoco le cuesta demasiado trabajo convencer a las orquestas. “El problema son los demás directores, y en parte, los profesores de los conservatorios”, afirma.
Con todo, el mercado de trabajo para los directores emergentes es complicado. Una de las escasas historias de éxito es la de la estadounidense Marin Alsop: en 1989, logró dar el salto como alumna de Leonard Bernstein y hoy, a sus 58 años, es la primera directora al frente de una gran orquesta en Estados Unidos, la Baltimore Symphony Orchestra.
Pero quienes logran hacerse un nombre no siempre atraviesan un camino de rosas. La propia Simone Young se enfrentó a muchas reticencias en sus primeras actuaciones en Alemania, donde tuvo que soportar comentarios sobre sus zapatos de tacón u otros clichés relacionados con las mujeres, recuerda la musicóloga Steinbeck. “Su nombramiento en la cúpula de una gran orquesta en 2005 fue todo un hito”.
La propia Young se muestra contradictoria ante la imagen intocable de un maestro como era antaño Herbert von Karajan. “Si uno ve cómo se dirigían las orquestas en los años 50 y 60, hoy en día acudiría rápidamente a los tribunales. Y está bien que así sea. Hay mucho de mito en esta profesión, pero no hay que desmitificarla demasiado, porque el público lo necesita”, dijo en una entrevista con la revista “Österreichischen Musikzeitschrift”.
Entre tanto, afirma Steinbeck, han aumentado las oportunidades de trabajar con grandes orquestas tanto para jóvenes talentos hombres como mujeres. “Los cada vez más frecuentes ‘conciertos familiares’ son un trampolín, una manera de abrirse puertas”, señala. Estos conciertos tienen también como objetivo atraer a los jóvenes a la música clásica, algo en lo que también trabaja Gardolisnka con un nuevo “ensemble” en su Polonia natal.