Vía: Maracaibo, AVN.-
Hace unos tres años, la música comenzó a formar parte de la vida de Édgar Villaz, un niño de 10 años con asperger que demuestra que una discapacidad no es una limitante. Ejecuta magistralmente el xilófono en el Ensamble de Percusión Infantil y Juvenil, perteneciente al Sistema Nacional de Orquestas Infantiles y Juveniles, núcleo Banco Central de Venezuela, subsede Maracaibo, estado Zulia.
Junto a 91 pequeños y jóvenes, 80 de ellos con dificultades motoras y de aprendizaje, anda en el camino de las notas musicales a través del Programa de Educación Musical para niños especiales y regulares que se desarrolla en el instituto emisor, para hacer de la música su don.
Entre flautas, baterías, guayos, cajas chinas, pianos y un acoplamiento musical envidiable, los niños y jóvenes han arrancado aplausos, alegrías y emociones en presentaciones realizadas en escuelas públicas y privadas, en el auditorio Gastón Parra Luzardo del BCV, en la Universidad Rafael Urdaneta y en la Base Rafael Urdaneta, entre otros espacios.
Hace cuatro años, este programa se desarrolla en el BCV, donde un equipo coordinado por Dámaso Salcedo abre las puertas a niños de la comunidad. Ellos, junto a hijos de trabajadores de la institución, son preparados en el idioma universal de la música.
Sin limitaciones
“La experiencia es gratificante. Ellos vienen desde cero, pero con cualidades para la música”, comenta Salcedo en medio de un ensayo con los niños y jóvenes que pertenecen al ensamble.
Ratifica que no existen limitaciones en estos chicos y chicas, quienes demuestran en cada ensayo y presentación su capacidad para tocar y leer música. “Esta es una semilla que se está sembrando en Zulia, donde esperamos que más y más instituciones tomen este ejemplo”, sostuvo.
Para Francisco Yoris, profesor de teoría y solfeo, percusión y cuatro, trabajar con niños y jóvenes especiales ha sido un gran aporte. “Estos muchachos, que tienen alguna dificultad de aprendizaje o motora, me han enseñado que se desarrollan igual que los chicos regulares. Me siento satisfecho cuando, entre juegos, ellos van logrando el solfeo y la ejecución del instrumento”, explica.
Grandes retos hay dentro del equipo de profesores y representantes, quienes son pieza fundamental en el programa y en el ensamble.
Scárlet Márquez es madre de Alí, de 12 años, y de Samuel Polanco, de 10, a quienes desde hace dos años lleva a las clases de música. Es la terapia perfecta para Alí, quien ahora ha podido socializar y descubrir un talento escondido.
“Se nos abrieron las puertas, y les dan el valor que estos niños tienen y merecen, de descubrir sus potencialidades”, expresó.
Otro de esos niños es Jhoendry Bermúdez, de 10 años, quien presenta dificultad visual y se prepara para su pérdida de visión permanente. Hace tres años llegó al programa y hoy ejecuta la batería en el ensamble.
“Ha desarrollado una capacidad extraordinaria en la ejecución de la batería. Llega pensando en un ritmo y lo hace sin explicación”, dice entusiasmado Yoris.
Conquistando corazones
De 23 años, Mervin Urdaneta recuerda que hace tres años se incorporó a este plan que describe como una bendición. Explica que a través de la música les dicen a todos “que cuando queremos, podemos lograr lo que nos propongamos”.
“El hecho de que presentemos alguna discapacidad no nos limita”, resaltó al aconsejar no desanimarse ante dificultades familiares y físicas, porque “las ganas y el amor todo lo pueden”.
Manifiesta que gracias a la música se convirtió en una persona con ideas positivas y que los aplausos le inspiran a trabajar fuerte para conquistar el corazón de quien lo escucha.