Vía: www.hoyesarte.com/
Paradoja de paradojas. Jesús Ruiz Mantilla (Santander, 1965) niega de partida el título de su último libro, ‘Contar la música’ (Galaxia Gutenberg). Pero esa llamativa contradicción encuentra su porqué en la propia erudición de quien lleva más de dos décadas siendo cronista y crítico musical. Conocer en profundidad le da alas para constatar que nos enfrentamos a una utopía “en la que indagar constituye una experiencia maravillosa”.
A lo largo de dos décadas, Jesús Ruiz Mantilla ha sido cronista musical en el diario El País. Contar la música recoge gran parte de su experiencia. Una obra que resume el oficio al que se ha dedicado apasionadamente a través de sus encuentros con figuras de primer nivel, pero que le ha llevado a la conclusión desde el propio título de que resulta una utopía imposible de cumplir.
“Es imposible porque son dos alfabetos, el de las palabras y el de las notas musicales, que caminan paralelos pero no se cruzan. Lo único a lo que puedo aspirar es a llevar al lector a una experiencia que él solo, en su intimidad, va a poder disfrutar en toda su dimensión. Tú lees con los ojos y escuchas con el oído. En ese camino puedo acompañar y señalar hacia dónde se puede llegar. Pero cuando tú llegues al lugar donde puedes llegar con la experiencia de la música, la relación es entre tú y ella, y yo no participo”.
En consecuencia, ¿es ficticia esa idea de hacer imágenes de la música?
No. Muchos compositores han tratado de crear un imaginario a través de los sonidos. Por ejemplo, la Sinfonía Pastoral de Beethoven, cuando la escuchamos a través de una buena interpretación, como la que logra Simon Ruttle con la Filarmónica de Berlín, logras ver, a través de la música, el viento, el agua y el bosque. Pero para pintar eso tienes que ser muy bueno, muy bueno para crear ese imaginario desde los sonidos. A veces estás escuchando y de pronto estás viendo. Un algo que cada cual visualiza de una forma distinta. Tú ves tu bosque, tu tormenta, tu mar… Entonces se produce un fenómeno muy especial. A mí me ocurre casi siempre con la Tercera Sinfonía de Mahler.
La música del cine ha jugado un papel en ese sentido.
La música del cine, cuando trasciende la imagen para la que fue creada y provoca un sentimiento o una experiencia, tiene que ser catalogada como muy buena. Pero el papel fundamental de la música en el cine es acompañar a las imágenes. Pero, por supuesto, el cine está lleno de músicas excelentes.
Desde esas premisas, ¿qué busca al escribir un libro como Contar la música?
Sobre todo busco compartir una pasión. E intentar que lo escrito le sea útil al lector y le ayude en ese maravilloso mundo.
“No concibo una educación sin que la música sea esencial”
¿Hasta qué punto la música como un elemento educativo? ¿Un oído que se cultiva desde niño es un mejor oído para siempre?
No solo el oído, sino toda una sensibilidad. Es fundamental la música en el proceso educativo. No concibo una educación o un armazón educativo sin que la música sea esencial. Tan esencial como la física, la lengua o las matemáticas. Despreciar eso me parece repugnante. Me parece no solo falta de ambición, sino falta de visión y de sentido común. Todo el mundo escucha música todo el rato. Es un elemento en la vida tan fundamental que necesitamos armas para saber entenderla y para disfrutarla mejor. En las encuestas sobre hábitos culturales se demuestra que lo que más consume la gente es música. El quitarnos el derecho de entender es una aberración, una salvajada.
¿Considera que desde los gestores políticos la música en España se valora y potencia como corresponde?
No se llega a maltratar pero, lamentablemente, creo que se desprecia. Si se maltratara sería mejor porque significaría que se la llega a considerar. Pero es que es peor, pues ni siquiera se la considera. No hemos llegado al estadio del maltrato porque no se la tiene en cuenta. Me sugiere el tema la frase genial de Humphrey Bogart en Casablanca cuando alguien le pregunta “¿Me desprecias?”, y él contesta: “Si llegara a pensar en ti, probablemente sí”. Si los políticos llegaran a pensar en la música, probablemente pasaría eso.
Sin embargo, ocupa un lugar muy importante en nuestra cultura.
Porque en nuestro país la música se salva gracias a sus intérpretes, al heroísmo de bastantes, a los promotores, a los amantes de esta expresión artística, al público… No quiero ser injusto y pensar que estamos peor que en otras épocas. De hecho estamos mucho mejor. Soy optimista, pero cuando observas etapas como la del último desprecio que se le ha hecho a la educación musical de manos del Ministerio de Wert, que es una persona que ha hecho muchísimo daño en este país a la cultura en general y a la música en particular, te das cuenta que retrocedemos. Ha sido un paso atrás para España.
Dicho ésto, hay que asumir que el sistema está vacunado porque ha habido mucha iniciativa y mucho apoyo, desde los años 80, que ha creado una especie de colchón a través del que el sistema de la enseñanza y de la programación musical vive. Pero ha habido muchos intentos de arrasar eso desde la iniciativa política. Eso es así y hay que decirlo con claridad. Se ha subido el impuesto ligado a las entradas, tratando de que la gente tenga cada vez más complicado ir a los espectáculos. Eso se ha hecho a conciencia. Podían haber hecho otra cosa y han hecho eso para dañarlo. Se ha hecho a propósito. Ha habido un ataque. Somos el único país de Europa que aplica el 21% del IVA en las entradas para cualquier espectáculo. Hemos vivido en un contexto de crisis continental, pero no ha habido ningún país que cargue las tintas sobre la industria cultural. Eso es porque estamos en manos de políticos y gobiernos insensibles, por no decir, y en ese sentido, sádicos, pues actúan con pasión y determinación negativa.
“En España tenemos la generación de compositores más importante de la historia”
Y si tuviera que emitir un diagnóstico sobre el nivel musical medio de los españoles, ¿qué nota nos pondría?
Independientemente del nivel cultural, los españoles somos muy musicales. España es un país muy musical. El nivel medio del aficionado es muy abierto. Estamos en una época muy luminosa en la que, a pesar de todo, hay mucha más variedad. Creo que la nota global es muy digna.
¿Qué cosas o acciones de fácil ejecución subirían ese nivel general?
En primer lugar el respeto de las autoridades hacia un arte mayor. Eso llevaría, por ejemplo, a asumir la música como un elemento educativo de primer orden. Un elemento clave para que el país crezca. Porque, y ésto es algo que digo con orgullo, en este momento tenemos en España la generación de compositores más importante de la historia. Antes teníamos individualidades y ahora tenemos toda una generación que compone, estrena y es admirada en las mejores salas de conciertos del mundo.
En el trato directo, ¿qué músicos le han impresionado más?
Desde la admiración que les he tenido y les tengo, he tenido la suerte a lo largo de mi carrera de tener trato continuado y agradable con muchas personas. Y eso que algunos son muy raros, pero la profundidad de lo que te dicen es fascinante. Si tengo que señalar aquellos que me han marcado más, podría señalar a José Antonio Abreu, el creador del sistema musical venezolano, con el que no me he cansado de hablar a lo largo de los años. De Josep Pons, que es un personaje inagotable, de Rosa Torres, de Javier Perianes, de la humanidad y sabiduría de Simon Rattle, que ha hecho una auténtica traslación del hipismo a la música, de Baremboim, por esa energía provocadora y esa tremenda talla intelectual. Me fascina oír hablar a Riccardo Muti por su sentido del humor y su profundidad de pensamiento, o Pierre Boulez, que ha sido un radical, un punki con más de 90 años. De los más jóvenes me deslumbra la capacidad y la talla de Gustavo Dudamel.
¿Y cuáles jamás se cansa de escuchar?
No voy a ser nada original, pero tengo que citar a Mozart, a Mahler, a Verdi, a Wagner y a Bach y Chopin, por poner algunos ejemplos deslumbrantes.
¿Es frustrante amar la música y no saber tocar un instrumento?
No, en absoluto. A mí me provoca mayor admiración hacia su arte y su capacidad. Este libro es una prueba de ello. Como negado como soy a la hora de interpretar, a medida que lo escribía mi admiración se multiplicaba. Este libro es producto de esa admiración.
El autor y su obra
Jesús Ruiz Mantilla nació en Santander en 1965. Escritor y periodista, ha ejercido su oficio en el diario El País desde 1992. Allí es cronista musical y ha pertenecido a los equipos de la sección de Cultura, el suplemento de cine El Espectador, El País Semanal o Babelia, publicaciones donde escribe asiduamente.
En 1997 apareció su primera novela, Los ojos no ven, una intriga con el mundo de Salvador Dalí de fondo, seguida de Preludio, la historia del pianista León de Vega, obsesionado con la obra de Chopin. Con Gordo consiguió el premio Sent Sovi de literatura gastronómica, una obra a la que siguieron Yo, Farinelli, el capón, el ensayo Placer contra placer y las novelas Ahogada en llamas y La cáscara amarga, que componen dos partes de una trilogía sobre el siglo XX radicada en Santander y Cantabria.
Fruto de “una pasión compartida con el lector”, de su experiencia de muchos años y de su relación directa con creadores e intérpretes, en su más reciente obra, Jesús Ruiz Mantilla nos “cuenta la música”. Entrevistas a grandes directores de nuestra época, desde Daniel Barenboim a Claudio Abbado, Zubin Mehta, Riccardo Muti o Gustavo Dudamel, pianistas de la talla de Brendel, Pollini, Zimerman, Sokolov, Maria Joao Pires o el conocimiento profundo de fenómenos como el sistema de orquestas venezolano de José Antonio Abreu, la orquesta de israelíes y palestinos, West-Eastern Divan o la eclosión de pianistas chinos ayudan a comprender el fascinante panorama creativo actual de la música clásica.