Los aficionados rusos de la ópera y el ballet y los sufridos espectadores del teatro Bolshói de Moscú no ganan para disgustos y sobresaltos. Sin esclarecerse todavía los oscuros móviles del atentado con ácido que sufrió el director artístico, Serguéi Filin, y con los rescoldos muy recientes del cese de Nikolái Tsiskaridze, ahora la que echa leña al fuego es la primera bailarina, Svetlana Zajárova, negándose a actuar. Algunos piensan que, a este paso, mejor va a ser mejor cerrar el teatro.
Zajárova dejó plantados a sus compañeros y a los coreógrafos esta semana en mitad de los ensayos y se fue a casa. Después anunció que no bailará en el ballet «Evgueni Oneguin», en versión del sudafricano John Cranko y cuyo estreno tendrá lugar en el Bolshói el próximo día 12 de julio. Desde entonces, según palabras de la portavoz del teatro, Ekaterina Nóvikova, Zajárova está inaccesible y no responde a las llamadas que le hacen al móvil.
De manera que la dirección de la emblemática sala ha decidido que el papel de Tatiana, el personaje femenino más importante de la obra, lo baile Olga Smirnova en sustitución de Zajárova. Ésta no ha dado todavía ninguna explicación sobre su comportamiento, pero el diario «Izvestia» asegura que la causa de su espantada se debe a que no está de acuerdo con la composición de los repartos de próximas escenografías y con el hecho de que ella, al parecer, ha sido excluida de los ballets más prestigiosos.
Rivalidad feroz
La encarnizada rivalidad por acaparar los mejores papeles, precisamente, fue uno de los razonamientos que se manejaron en su día para tratar de entender los motivos que pudieron tener quienes organizaron la agresión contra Filin el pasado mes de enero. Tras haber sido sometido a 18 operaciones, el coreógrafo continúa sin recuperar plenamente la vista. Los principales imputados en aquel terrible delito, entre ellos el bailarín, Pável Dmitrichenko, se encuentran en prisión preventiva a la espera de juicio.
Uno de los que se ha visto salpicado por este sórdido episodio, quizá el que más ha empañado la reputación del Bolshói desde su fundación, ha sido Tsiskaridze, que acaba de ser despedido tras 20 años en la plantilla. Su contrato ha sido rescindido y, desde el 30 de junio, se encuentra en la calle. «Desde que sucedió lo de Filin no han dejado de acosarme», se queja el que fue primer bailarín del teatro más importante de Moscú. Sus fans se han manifestado ya dos veces en su apoyo en los últimos días.
Tsiskaridze, y tal vez pronto también Zajárova, engrosan así el grupo de quienes, por una u otra causa, se marcharon o fueron expulsados del Bolshói por intrigas y enfrentamientos. En la larga lista están también Anastasía Volochkova, Iván Vasiliev, Natalia Ósipova y otros muchos.
Un crítico de arte ruso cree que «hay una voluntad premeditada de acabar con la cultura rusa y la degradación del Bolshói forma parte de esa conjura». El teatro afronta además una nueva investigación por malversación del dinero que se utilizó para su reconstrucción.