JULIO CÉSAR HUERTAS | Vía: www.elpais.com.uy
El concierto se inició con una pieza nacional que hacía muchísimos años que la Banda Sinfónica de Montevideo interpretaba: Canto de Amor de Luis Cluzeau Mortet.
Esta obra fue concebida originalmente para orquesta de cámara en septiembre de 1930 y se estrenó en la Radio Oficial del Sodre, el 25 de febrero de 1942 dirigida por Pablo Mayo.
El maestro Benone Calcavecchia realizó una transcripción para banda, estrenada en el Teatro Solís el 6 de octubre de 1957 con la Banda Sinfónica conducida por Bernardo Freire López. Esta página sinfónica se caracteriza por ser sumamente ecléctica, en la que se aprecian influencias del impresionismo francés y del movimiento nacionalista. La versión que brindó Martín Jorge fue correcta pero hubiéramos deseado un trabajo mayor en los matices.
Luego se escuchó la Tercera Sinfonía del estadounidense Alfred Reed compuesta en 1988 y que posee la particularidad de que en el segundo movimiento el autor realiza variaciones sobre un tema de Richard Wagner. Jorge ofreció una interpretación muy cuidada de la obra, haciendo hincapié en las acentuaciones y en las variedades rítmicas.
A continuación se ejecutó Omaira del valenciano Carlos Pellicer que fuera compuesta en 2013 en homenaje a la niña colombiana Omaira Sánchez fallecida en noviembre de 1985 tras una cruel y lenta agonía al quedar atrapada por el fango debido a la erupción del Nevado del Ruiz. El trompetista venezolano Pacho Flores y la Banda supieron trasmitir las bellezas que esta obra encierra, dejando traslucir una enorme carga afectiva y haciendo que el público asistente quedara profundamente emocionado.
Para el cierre no podía ser mejor elegida que la brillante Rhapsody in Blue de Gershwin, quien la esttr en el Aeolian Hall de Nueva York el 12 de febrero de 1924 acompañado por la Jazz Band dirigida por Paul Whiteman. En 1926 fue instrumentada para piano y orquesta. La versión que escuchamos por primera vez para nuestro país es la transcripción para trompeta y Banda Sinfónica realizada por Timofei Dokshitzer y David Andrews.
Si bien la versión es más corta que la original no hace que se pierda en ningún momento la esencia de la obra. Pacho Flores no solo demostró una vez más que es un virtuoso en el más amplio sentido de la expresión, sino que además es un verdadero artista. Su dominio de la respiración es inigualable, su musicalidad, fraseo y la naturalidad con que ejecuta los matices más pianísimos hacen que Flores nos sorprenda siempre en cada presentación suya.