Érase una vez una chica rusa muy pobre que quería ser cantante lírica y que para estar más cerca del medio teatral, al que aspiraba y le era tan lejano, se empleó como aseadora de pisos en el gran teatro Mariinsky de San Petersburgo.
Allí con fregona en mano podía admirar y escuchar a las cantantes clásicas en las que decididamente quería convertirse. Tiempo tenía por delante contaba con 16 años, arrojo, osadía y deseo le sobraban, y además estudiaba en el Conservatorio. Era 1987.
En el Mariinsky podía ver gratuitamente los grandes espectáculos de ópera y ballet, permitiéndole así formarse. En cuanto supo por esos pasillos de la posibilidad de una audición saltó sobre la oportunidad, se presentó, dio a conocer sus dotes, se apoderó de la circunstancia y la coronó. Con su voz aún en formación impresionó a Valery Gergiev, Director general y artístico del Teatro. A sus 22 años debutó en ese mismo teatro en el rol de Susana en las “Bodas de Fígaro”; Mozart ni más ni menos. Un año más tarde hizo sus inicios en la difícil y competida escena estadounidense, en el teatro de la ópera de San Francisco. Una nueva estrella lírica, al estilo de Cenicienta, había nacido.
Es actualmente la gran diva de la ópera. Los teatros se la arrebatan; el público la adora; las casas de discos se la disputan (el sello amarillo de Deutsche Grammophon, con quien tiene contrato de exclusividad, ha vendido millones de reproducciones); el cine le coquetea; las casas de moda se la pelean; los galanes la persiguen; los medios de comunicación y los paparazzi la asedian; la vida le sonríe. Ahora, a sus 43 años parece que no le queda ningún peldaño más por escalar en su vertiginosa carrera, pero ella insiste en que todavía tiene mucho por hacer, aprender y dar al público.
Ningún teatro de prestigio a nivel mundial le ha sido ajeno; y si Bayreuth, la cuna de la ópera wagneriana, aún no ha sido testigo de sus proezas artísticas es porque no ha incorporado a su nutrido repertorio este género; la cantante se está preparando y ha sido formalmente invitada. En el 2016 hará en Dresde el rol de Elsa en la ópera “Lohengrin” de Wagner.
Pocos rincones le quedan en el mundo para irradiar su voz; Colombia, por ventura, no ha sido excepción, en el 2013 se presentó en concierto en Bogotá en el Teatro Julio Mario Santo Domingo.
La crítica mundial ha sido elocuente y la pondera como “Una cantante que simplemente lo tiene todo: una voz que asombra por su pureza, precisión y el alcance, la gama extensa dinámica y tonal, la imaginación, la perspicacia y el ingenio –todo combinado con un carisma deslumbrante”, y no en pocas ocasiones la equiparan a “Audrey Hepburn con una voz”; para afirmar elogiosamente: “Netrebko se ha convertido en un ícono, en un referente en el mundo de la ópera que ha transgredido los cánones al uso hasta convertir la ópera en un espectáculo visual”.
Anna Netrebko es soprano lírica y el pertenecer a la categoría spinto le da más potencia y expresión, al tiempo que le confiere mayores posibilidades para la interpretación de pasajes dramáticos. Los especialistas dicen que su voz es “notable por tener tanto la suavidad y flexibilidad de una soprano lírica y la resonancia y oscuro timbre de una soprano lírico spinto. Tiene una amplia tesitura, siendo capaz de alcanzar el MI bemol alto de soprano e incluso FAs más agudos”.
Su repertorio es amplísimo, así como su portentosa voz, sus mayores éxitos los ha conseguido en el bel canto, una modalidad operística desarrollada en Italia entre finales del siglo XVII y mediados del XIX, y a cuyo género pertenecen grandes compositores como Rossini, Bellini, Donizetti y Verdi. Netrebko, sin embargo va más allá e interpreta magistralmente a otros virtuosos como Puccini. Todo esto la emparenta con la gran diva de todos los tiempos: María Callas. Ciertamente su futuro la llevará hacia modalidades más exigentes como las de compositores germanos: los Richards (Wagner y Strauss). Tiene talento, deseos y tiempo por delante.
A la gran Netrebko no le ha faltado nada: excelente voz; gran intérprete; dueña de un remarcable histrionismo que suele ser escaso en las grandes cantantes líricas; se ha hecho acreedora a múltiples premios líricos; posee belleza física (la revista playboy la catalogó como una de las chicas más sexies del mundo de la música); el celebre magazine Times la ha ubicado como una de las 100 figuras más influentes del mundo; el periódico Musical America la nombró como la superestrella del siglo XXI; laAssociated Press la entronizó como la nueva diva reinante del siglo XXI; y en el 2004 recibió de manos del presidente Putin el premio de Estado de la Federación Rusa.
En lo personal también ha llevado una vida afectiva intensa: el barítono uruguayo Erwin Schrott es padre de su único hijo y su pareja actual es el tenor Yusif Eyvazov de Azerbaiyán. Su gran partner musical ha sido el celebérrimo tenor mejicano Rolando Villazón, con quien se le atribuyó también un romance.
Con gran frecuencia escucho decir “no me gusta la ópera” (en general, los mismos que lo dicen también de la lectura); a ellos suelo responderles: ¿Cuánto sabe usted del tema o cuánto se ha esforzado para entenderla y afirmar si le gusta o no? La respuesta es, por supuesto: ningún conocimiento, ningún esfuerzo. ¿Acaso hay actividad o disciplina que se logre apreciar realmente sin denuedo, práctica o estudio? Ni la comida (equilibrada), ni el sexo, ni siquiera el fútbol (tan popular y arrasador). Hay sin duda que darse la oportunidad.
A manera de colofón una invitación para ver (oír) de cerca esta modalidad de entretenimiento culto al que se puede acceder fácil y gratuitamente hoy en día a través de internet. Un esfuerzo que será recompensado con la adquisición de un nuevo e interesante hábito, y del que una vez probado difícilmente se escapa. Numerosas son las arias (melodías más reconocidas de una ópera) que se pueden escuchar libremente en youtube; numerosas las arias de Anna Netrebko, esta estupenda intérprete que saliendo de la nada y con poca o ninguna posibilidad, está hoy en día en la cúspide de la interpretación operística.
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Maria Angelica Quiroga · Comentarista destacado · Universidad de Buenos Aires