por Jorge Letelier | Vía: www.latercera.com
El encuentro ocurrió en 1949, cuando Phil Woods era un aprendiz de 18 años que tomaba clases con el pianista Lennie Tristano. En un pequeño club de la calle 52, en Nueva York, tocaba Charlie “Bird” Parker y Woods llegó a conocerlo. Ese día Parker no tenía su saxo alto consigo y el joven músico le prestó el suyo para tocar. La conexión estaba hecha.
Este simple favor quedó marcado a fuego para Woods, quien luego organizó su carrera musical y su vida en torno a Parker: fue amigo y al morir éste se casó con su viuda, Chan; adoptó a sus hijos, y se transformó en un continuador de su legado.
“Parker cambió completamente mi vida. Pero tengo que decir que Bird y Diz (Gillespie) cambiaron el mundo, y yo soy parte de ese mundo”, cuenta el saxofonista a La Tercera. La próxima semana Woods se presentará como invitado principal en el Festival de Jazz de Providencia, que se realiza entre el 16 y 18 de enero en el Parque de las Esculturas con un nutrido programa (ver recuadro).
Considerado el discípulo directo de Parker (el “new Bird”, como lo llamaron), Woods ha mantenido durante seis décadas a tope la bandera del bebop, inyectándole aires contemporáneos, pero nunca cediendo al tecnicismo instrumental, como lo demuestra en sus grandes discos Rights of swing (1961) y Musique du bois (1974). El músico afirma que el bebop es la más refinada forma de improvisación tonal que ha existido en la música: “Bird fue nuestro Bach. Dizzy nuestro Beethoven y Monk nuestro Brahms”, cuenta quien llega por segunda vez al país aún con el recuerdo fresco de su anterior visita, en el Teatro Municipal hace casi cuatro décadas.
“¿Fue hace 40 años? Yo recuerdo lo bello que era Santiago y lo entusiasta del público. Y amé a las mujeres que atendían los cafés”, relata vía mail.
Woods, de 82 años, se presentará en el cierre del encuentro (sábado 18) con su quinteto, aceitado desde la década del 70 junto al trompetista Bryan Lynch, el contrabajista Steve Gilmore y el baterista Bill Goodwin, el que ha sumado en los últimos años al pianista Bill Mays.
Pese a un enfisema que lo tuvo a mal traer la década pasada (“el enfisema es una manera de la naturaleza de decir que estás tocando demasiadas notas”, dice), el saxo alto cuenta que “lo que me motiva aún es la buena música, que me mantiene joven a pesar de que a veces cuando viajo me siento cansado. Pero trato de tocar tan bien como puedo. Yo ya no muevo mis dedos como antes, así es que busco tocar notas hermosas con sentido en vez de apelar a la técnica sin sentido. A veces lo consigo”, comenta.
En plena actividad, Woods editó el 2013 una revisión de Rights of Swing (1961), junto al Jazz Ensemble de la Paul University, y se sigue nutriendo de las energías de los músicos más jóvenes del circuito. “Amo a Jon Gordon, Grace Kelly, Nelson Hill y los pianistas Bobby Avey y Davey Lantz. ¡Es imposible nombrarlos a todos, pero el jazz está vivo y bien; los jóvenes -y todos nosotros- necesitamos tocar más!”.