Valencia, 15 dic (EFE).- El tenor Plácido Domingo, en el papel de un terrateniente comprometido con la causa liberal, ha defendido la libertad del corazón en el estreno hoy en el Palau de les Arts de Valencia de una producción de la zarzuela Luisa Fernanda, alquilada al Teatro Real de Madrid.
El tenor ha formado tándem con la soprano canaria Davinia Rodríguez, que ha encarnado a la protagonista, una mujer con el corazón partido pero dispuesta a luchar para acabar con los privilegios de la aristocracia.
Con una dirección eficiente de Jordi Bernàcer, el público despidió a Plácido Domingo con una cerrada ovación mientras que desde los pisos superiores se lanzaban octavillas que agradecían al maestro su fidelidad Valencia, implicado desde 2007 con el Palau de les Arts como cantante, director musical y promotor del Centro de Perfeccionamiento que lleva su nombre.
La zarzuela Luisa Fernanda, de Federico Moreno Torroba, nos traslada a una época no tan diferente a la actual, con un trasfondo político de rivalidades entre monárquicos y conservadores frente a liberales y republicanos, éstos últimos dispuestos a hacer triunfar la revolución democrática en la segunda mitad del siglo XIX, un periodo que en esta obra enmarca una historia de amor, confrontación ideológica y reconciliación.
Plácido Domingo deleitó con una interpretación “glamourosa” y racial del terrateniente extremeño Vidal Hernando, convertido a la causa republicana, más que por convicción, por reacción al posicionamiento ideológico de Javier Moreno, el otro pretendiente de Luis Fernanda. El tenor madrileño estuvo brillante en una obra que domina a la perfección.
Davinia Rodríguez fue una Luisa Fernanda fiel a sus principios, tanto de clase como los que le dictaba el corazón, con una dulzura vocal que desplegó con naturalidad y sentimiento, como en el dúo final junto a Plácido Domingo.
El tenor tinerfeño Celso Albelo tuvo también una excelente actuación en el papel de Javier Moreno, el coronel que se pasa al bando de los monárquicos, ya que ofreció muestras de una elegante coloratura y resolución en los agudos, unido a una especial sensibilidad en la romanza del primer acto.
De gran plasticidad resultó la canción de las sombrillas, con la popular mazurca “A san Antonio, que es un santo casamentero”, a pesar de que parecía más una comedia de Broadway que una verbena madrileña.
Del resto de comprimarios hay que destacar a la soprano valenciana Isabel Rey, en su interpretación de la duquesa Carolina, y el tenor catalán Vicenç Esteve, como Aníbal el vareador.
Aunque los primeros aplausos fueron para la famosa habanera del soldadito (Marchaba a ser soldado), las ovaciones más cerradas fueron para las romanzas y dúos más conocidos como “De este apacible rincón de Madrid”, “En mi tierra extremeña”, “Ay mi morena” y “Cállate corazón”.
En la escenografía de Emilio Sagi, austera y minimalista, todo quedaba encuadrado en una pantalla frontal para resaltar la psicología de los personajes a través de la iluminación. Sólo unas sillas y mesas de la posada constituían el decorado. El centro del escenario se convirtió en una especie de pasarela, en la que los actores centraban la acción.
La única contextualización era una maqueta de Madrid, en el lateral derecho del escenario, con algunos de sus edificios más emblemáticos de la capital, como la puerta de Alcalá o el Palacio Real, que en el tercer acto se reconvertía en una dehesa extremeña.
Con la briosa dirección de Jordi Bernàcer, la Orquestra de la Comunitat Valenciana, a pesar de estar diezmada y con numerosos refuerzos, mantuvo su alto nivel, al igual que el Coro de la Generalitat, muy aplaudidos por el público.
Casi seis años ha tardado el Palau de les Arts en programar en su sala principal una segunda zarzuela, después de que en 2007 se estrenara una versión de La Bruja y en 2009 otra de El rey que rabió, ambas de Ruperto Chapí. Un público, más heterogéneo y popular del habitual, prácticamente llenó el aforo del Palau de les Arts, en esta segunda obra de un inicio de la temporada 2014-2015 protagonizado por Plácido Domingo.