Vía: ProDaVinci | Por Aquiles Báez
“Con el fin de crear, debe haber una fuerza dinámica, y
¿qué fuerza es más potente que el amor?”
Igor Stravinsky
“Considero mis obras como cartas que escribí a la
posteridad sin esperar respuesta”
Heitor Villa-Lobos.
“Error funesto es decir que hay que comprender la música
para gozar de ella. La música no se hace, ni debe jamás
hacerse para que se comprenda, sino para que se sienta.”
Manuel De Falla
Empiezo a escribir estas letras motivado por varias entrevistas que me han hecho, en donde me han preguntado si había soñado con ganarme un Grammy, a lo que he respondido enfáticamente que no. Si algún reconocimiento llega producto del trabajo es bienvenido, pero trabajar únicamente para recibir un reconocimiento es algo que no está en mi forma de pensamiento, y este tipo de premios tienen algo de eso. No le quito mérito a quien merecidamente haya ganado uno; sin embargo, bien se sabe que el trabajo de lobby, contactos, referencias y labor en los medios es muy grande para lograr un premio, y tienes que pasar muchos años manejándolo, lo que se transforma en un gran desgaste. A mi juicio, el tiempo que se invierte en estas gestiones prefiero dárselo a la música. Mi objetivo es hacer música, cosa que hago desde lo que soy y por lo que soy.
En otras palabras, para mí el mejor premio que uno puede ganarse es el amor de la gente. A modo de anécdota y para ilustrar un poco mi punto, en estos días llegando al aeropuerto de Maiquetía recibí uno de esos premios que son sencillamente hermosos. Se me acercó uno de los chicos que llevan las maletas y me dice: “Maestro, tenía que darle la mano porque una composición suya llamada “La casa azul” cambió mi vida, y eso tengo que agradecérselo”. Ese gesto realmente me conmovió. Reconozco que, hablando en criollo, se me aguó el guarapo, y pensé en lo bonito y sincero que fue ese instante, que para mí es ahora eterno.
Este tipo de cosas lo ponen a uno a pensar en qué es lo importante, si el reconocimiento o crear sin estar pendiente de ninguna retribución. Para mí la creación es un hecho sorprendente y fabuloso, y pienso que por ahí debe orientarse el camino. Es muy difícil explicar con palabras esa emoción que engendra la magia exquisita de la creación. Es ese trance donde el creador puede trabajar en una melodía o frase por horas, días, e incluso años, y que lo conectan con esa energía indescriptible que tiene el poder de Dios. Esta energía hace que cada uno de nosotros responda de forma distinta, dando como consecuencia la originalidad que diferencia a un creador de otro.
Por eso, aunque puede haber coincidencias, cuando una obra es exactamente igual a otra la llamamos plagio. Imaginen que el embarazo y esa magia fabulosa del alumbramiento no existiera, y que todos naciéramos de una fórmula generada en una pastillita como en una caricatura de Quino, clones de nuestros pasos, autómatas de pensamiento. Lamentablemente, eso está sucediendo en mucha música de hoy en día. Hay fórmulas que han sido creadas con el fin de unificar el pensamiento artístico, cosa que afortunadamente es imposible. Los transeúntes de estas fórmulas son los que han hecho hincapié en los premios superficiales y en darle importancia a reconocimientos muchas veces desmerecidos.
Sin duda alguna, vivimos en una era en donde los medios, la banalidad, la inmediatez y el deseo de figurar forman parte de la cotidianidad de muchos artistas. Entramos en dicotomías que nos llevan a tomar posiciones firmes en la vida. Reitero, no critico a quien desee recibir un reconocimiento y decida vivir en pos de conseguirlo, pero sí critico el vacío de la mediocridad en que hemos caído, que ha generado monstruos de anime y paradojas absurdas en donde se piensa que el fin es el principio, trasformando esta forma de pensar en el principio del fin. La vida del artista no es fácil porque todavía se considera al arte como una profesión de segunda. Recuerdo muchas veces cuando dije que quería dedicarme a la música que me preguntaban por qué mejor no estudiaba algo serio: decían que me iba a morir de hambre y que era sólo un hobby. Muchos familiares y amigos me recomendaban que estudiara una profesión “de verdad”. Recuerdo casos de amigos que, teniendo vocación para la música, estudiaron otra carrera para ser aceptados familiar o socialmente; después se sintieron frustrados, y muchos terminaron colgando su título para dedicarse a otra cosa.
La carrera de la música “en serio” es muy compleja y necesita mucha preparación. Cuando la música no es tomada en serio, se le da la razón a quienes piensan pragmáticamente que esta es una profesión de segunda. Por eso es tan importante el trabajo del día a día, y cada vez esforzarse para ser mejor.
Es necesario para el artista que la gente conozca su trabajo. En el mundo capitalista contemporáneo el trueque no existe, y hay que tener el capital como para pagar la renta, el colegio de los hijos, la comida, etc. Por esta razón, el artista debe convertirse en un sujeto mediático para proyectar su obra. Lo negativo de esto es que hay muchos que se quedan únicamente con lo mediático y se conforman con el reconocimiento efímero y superficial, en vez de hacer un esfuerzo y superarse artísticamente. Ahí empezamos a rondar el universo de las fórmulas y las repeticiones infinitas. Muchas veces la apuesta no es por cuán auténtico seas, sin por cuán parecida sea tu obra a la de otro.
Esto es muy complejo porque las referencias son importantes. Que tengas referentes no quiere decir que seas un clon. Las influencias son imposibles de borrar. A mí me halaga cuando me comentan que alguna composición mía se pueda parecer a algo de Lauro, Aldemaro, Chico Buarque, Jobim, Luis Laguna, o Villalobos, entre tantos otros que no son solamente parte de mis referentes, sino músicos con los que me he vinculado a nivel espiritual. Son mis maestros indirectos.
El crecimiento de los seres humanos tiene que ir en la dirección planteada por referentes que nos iluminen, y nos mantengan lejos de esas tinieblas vacías de pensamiento. El gran problema es cuando las influencias se tornan en fórmulas mediocres. La repetición y ausencia de creatividad en el oficio vuelven al creador en un clon, que se asimila a una realidad paralela a su proceso creativo.
Éticamente, es como obtener la máxima calificación en un examen por copiarse de una “chuleta”, y no debido al fruto del estudio invertido y el conocimiento ganado. Sin duda, vivimos en tiempos de chuletas y artimañas. Como comentaba anteriormente, los premios no son un principio, sino una consecuencia del trabajo realizado. En lo personal, tengo una buena cantidad de premios que se me han otorgado, pero que no he perseguido. Son reconocimientos a trabajos específicos y a mi trayectoria como músico, y los agradezco. Pero tengo algo en claro: no soy ni mejor ni peor artista desde que poseo estos premios. Soy el mismo “muchacho” que ama el hecho de tocar o componer, y que ama cada nota que viene desde el corazón. En el trayecto de la vida, hay que buscar caminos que nos conduzcan a destinos de esperanza y donde la espiritualidad sea parte de este recorrido. Por eso es que importa la emoción, la fe y la verdad, así como el sentido de trascendencia que tengamos, que es muy diferente de la fama inmediata. Hay que hacer cosas por la alimentación del espíritu. La música no se puede hacer con la finalidad de obtener un premio. Ella en sí es el mejor regalo que sale desde el corazón.