“Aquí la música clásica tiene una actitud, energía y perspectiva diferente. Eso es algo asombroso”
“¡Podría estar hablando español ahora!”, dice el violinista Ray Chen entre risas y con un inglés pausado y fácil de comprender. Cuenta que cuando era un bebé de 4 meses sus padres decidieron dejar Taiwán, y uno de los países que figuraba en la lista como posible nuevo hogar era Argentina. También pensaron en Estados Unidos y Australia. Era 1989, año en el que la creciente tensión en la vida pública china se disparó, y la familia Chen buscaba mejores oportunidades. Finalmente, se decidieron por Australia.
En Queensland comenzó a tocar el violín a sus 4 años, y antes de cumplir los 5 ya había completado los diez niveles del programa de educación musical del Método Suzuki -que parte de la premisa de que todas las personas pueden aprender de su entorno-. Con apenas 8 años, Chen fue invitado a tocar como solista en la Orquesta Filarmónica de Queensland y a los 9 participó en el concierto de apertura de los Juegos Olímpicos de Invierno de 1998 en Japón.
Sus padres no se dedicaban a la música, pero en casa, recuerda, había un piano. “Para mí es como una máquina, es enorme”, dice, por lo que más temprano que tarde terminó por inclinarse hacia un instrumento más dócil: el violín. “Siento que puedo sostenerlo aquí (ladea la cabeza y la apoya sobre el hombro) y tocarlo como si fuera parte de mí. La conexión con tu cuello se siente como si realmente pudieras cantar con él”.
El músico, que ahora tiene 26 años y es reconocido internacionalmente, participó como solista en un concierto el viernes 9 de octubre en Caracas, bajo la dirección de Christian Vásquez, y dictó clases magistrales y preparatorias a alumnos de música en el país. Era su primera vez en Venezuela, y aunque lucía agotado a pocas horas de irse al aeropuerto, estaba contento. Recostado de un mueble, en pose de descanso pero sin guardarse jamás la sonrisa, bromea. “Estoy feliz, pero en este momento no te lo puedo demostrar. Ignora esto (señala su rostro)”.
Se masajea la mandíbula. “Me duele de tanto reír y posar. ¡No me había sucedido esto antes!”. Y es que a Chen no le gusta decir que no, y después del concierto cedió más de una hora al público que quería retratarse con él. “¿Que si me siento como estrella de rock? ¡En Venezuela sí!, me siento como un rock star”.
Chen ha tocado en otros países de Latinoamérica, como Brasil, Argentina, Perú y Chile, pero considera que “Venezuela tiene mucho más que ofrecer gracias a El Sistema (…) los músicos venezolanos tocan, no solo con técnica, sino con pasión. Hay mucha pasión, combinan las dos cosas, y eso no se suele ver”.
Además, considera que “aquí la música clásica tiene una actitud, una energía y una perspectiva diferente”. A diferencia de otros públicos, este “es muy joven” y, lejos de guardar una compostura inflexible cuando termina el espectáculo, demuestran su euforia. “Creo que aquí en Venezuela la gente ha hecho sus propias reglas, y me gustan esas reglas. La gente puede aprender de eso”. La conexión con el país es tal, que planea volver el próximo año.
Al finalizar la noche del concierto el joven violinista, conocido por ser muy extrovertido, hizo de las suyas con un encore improvisado en el que jugó por un rato a ser director. En el video, publicado en su Facebook, quedó registrada su felicidad. Sin embargo, esa fue una velada ansiosa. “Estaba muy nervioso, más nervioso que lo usual, más nervioso que cuando toqué en Berlín o en Nueva York; porque la conexión con el público es muy personal. Cuando no conoces a la gente en la audiencia, así sean críticos o incluso personas importantes de otras orquestas, puedo manejarlo. No tengo problema. ‘Puedo tocar, están aquí para escucharme’, pienso. Pero esa noche era ‘yo toco para ti’, era algo diferente. Sentí que representé algo más que solo yo mismo, y eso me da mucho terror”.