Vía: Fantastic Allegro
Héctor Vasconcelos, en su libro “Perfiles del Sonido” (Ed. Fondo de Cultura Económica – México, 2004), recuerda al Maestro Herbert von Karajan. Aquí algunos extractos de esas memorias:
“Si un solo individuo contribuyó a cambiar la forma en que se escuchó la música clásica en el siglo XX, ese hombre fue Herbert von Karajan. Como heredero de la más sólida tradición sinfónica alemana, Karajan recibió en 1954 una orquesta concebida en el siglo XIX [la Orquesta Filarmónica de Berlín] para hacer música en vivo ante públicos relativamente pequeños: los que caben en una sala de conciertos. Al morir en 1989, Karajan nos legó una orquesta que él había convertido en la principal generadora y partícipe de la forma característica de oír música al final de su siglo y con toda probabilidad en el futuro, a través del disco y el video. Karajan entendió y contribuyó como nadie a que se diese ese maridaje entre la música culta y la alta tecnología, que muchos de sus contemporáneos veían con gran desconfianza […]. Si todavía en los años ’20 y ’30 [Ferruccio] Busoni y [Artur] Schnabel se quejaban de las dificultades de hacer música en la atmósfera fría de un estudio de grabación, ya en los años ’60 Glenn Gould consideraba las grabaciones de estudio como la única manera de hacer interpretaciones controladas y perfectas.
“Es significativo que al principio de los años ’50 los dos hombres que podían heredar la Filarmónica de Berlín [tras la muerte de Wilhelm Furtwängler] representaban dos antípodas en su concepción de la música. Sergiu Celibidache era un músico que a regañadientes hacía algún disco; creía en el contacto directo con el público y exigía un número irrazonable de ensayos. Karajan por el contrario, quería dirigirlo y grabarlo todo, pensaba que la perfección sólo era posible en el disco y se desplazaba de un extremo a otro en de Europa prefigurando lo que pronto se convirtió en la carrera del director de orquesta de nuestro tiempo: el que en vez de desarrollar una relación de décadas con una sola orquesta (lo que, por cierto, Karajan también hizo), viaja y dirige, graba y filma todo el repertorio por el mundo entero. Karajan ganó su batalla con Celibidache tal vez más que por razones musicales, porque estaba en sintonía con el Zeitgeist [el espíritu cultural de su tiempo] de su época. Representaba la manera de oír música del futuro, mientras que Celibidache era un exponente tardío de la tradición romántica alemana: la que, más que un estudio de grabación, requiere de un bosque en la selva negra para su inspiración […].
“Karajan inventó, además, la idea del director de orquesta como hombre de poder en los centros musicales del mundo. ¿Quién más ha controlado en un momento dado las dos principales orquestas europeas (la Filarmónica de Berlín y la de Viena), el más prestigiado festival [el Festival de Salzburgo] y una de las dos mayores casas de ópera de Europa [la Ópera Estatal de Viena]?”