Vía: www.lanacion.com.ar | Por Sebastián Chavez
El músico, que se presenta esta noche en el Coliseo, demuestra que sus palabras son tan interesantes como su música
Un músico de jazz con la actitud de una estrella pop. Eso es lo que necesita el jazz y eso es lo que le da Robert Glasper, que, antes que otra cosa, es un excelente pianista capaz de hacer R&B de alto vuelo en sus Black Radio 1 y 2; aportar su sonido a To Pimp A Butterfly (el brillante disco de Kendrick Lamar que se posiciona como lo mejor que se haya grabado en el año); componer y reinterpretar música para la biopic de Miles Davis, dirigida y protagonizada por Don Cheadle, y lanzar, también en 2015, Covered, un imperdible disco de versiones en formato de trío.
“No hay artistas de jazz como yo”, afirma Glasper, confiado y risueño, mientras camina a almorzar con el resto de su trío, recién llegados a Buenos Aires para tocar hoy, a las 21, en el Coliseo. “Soy como George Duke en su momento, soy popular en el mundo del jazz y en el mundo del hip hop. Casi no hay artistas que toquen un instrumento, todos tienen sus beats programados y yo soy famoso tocando el piano”, agrega.
Nacido hace 37 años en Texas y radicado en Nueva York desde que el jazz se volvió cosa seria en su vida, Glasper se viste como un rapero que olvidó sus collares y anillos en la mesa de luz. Zapatillas deportivas, pantalones sueltos, buzo de la NBA y nada que lo asocie al estereotipo jazzero. Ya no lo era antes de ganar dos Grammys consecutivos y desplazar a Robin Thicke y su nefasto Blurred Lines de los rankings, así que mucho menos lo va a ser ahora, que juega en las grandes ligas. “La mayoría de los grandes medios se preguntaban quién era yo, un pianista que llegó a estar detrás de Rihanna en el ranking de hip hop y en el primer puesto en el ranking de jazz.”
-Hace poco dijiste que te gustaría que los instrumentistas tuvieran la misma visibilidad que los cantantes, algo que sí pasaba con los músicos de jazz hace 40 o 50 años.
-Sos parte de una generación que vuelve a poner en la agenda de la música afroamericana el problema social. ¿Cómo hacés para no caer en la canción de protesta más lineal?
–Lo hago con mi música, siempre conservando la belleza. En mi último disco hago una canción de Kendrick Lamar en la que mi hijo de seis años con sus amigos repiten nombres de afroamericanos asesinados por la policía en los últimos tres años. Todos se lo pasan hablando, y la gente cuando llega a su casa no quiere escuchar eso, quiere escuchar música. En esos momentos trato de que mi música actúe como un mantra. Hay poder en la repetición.
-¿Qué te llevó a volver al trío clásico?
–Muchos fans me pidieron que vuelva a tocar el piano, con mi trío; entonces, decidí que el disco sea en ese formato pero con música que le guste a mi nueva audiencia. Además, no quiero hacer siempre el mismo disco, necesito que cada uno sea especial y tenga su concepto.