Vía: lavanguardia.com | GUILLE ÁLVAREZ
Desde la era del swing hasta la diversidad y riqueza del siglo XXI. La música de Gerald Wilson, que falleció el lunes en Los Ángeles a los 96 años a causa de una neumonía, fluyó por todas las épocas del jazz. Más de 75 primaveras tocando, componiendo y dirigiendo en variados formatos, estilos y parajes de todo el mundo. Un viaje exitoso por la mayor parte de la historia de este género musical.
“Es diferente respecto a cualquier otro estilo que hayas visto antes. Me muevo. Coreografío la música mientras dirijo”, explicaba sobre su puesta en escena a la hora de liderar a grandes bandas. Brilló como director, arropado por trajes impecables y una energía jovial que no le abandonó nunca. El bigote frondoso y los largos rizos blancos acababan de dar un aura mística al artista. Un espectáculo embriagador para los aficionados al buen jazz, y a la buena música.
Nacido en septiembre de 1918 en Shelby (Misuri), Wilson descubrió la pasión de su vida con su madre, a lomos de un piano. Con 14 años se mudó a Detroit con la familia y estudió en la Cass Technical High School, embrión de talentos de heterogéneas disciplinas. Lanzó su carrera musical al viento de la trompeta. Corría 1939 cuando empezó a arreglar y componer piezas, llamando la atención del público con el mismo vigor de los últimos tiempos.
Animado, empezó a producir música muy fluida e imaginativa, con toques personales inspirados en miembros de sus big bands o familiares. Tras casarse con una mejicana y quedar fascinado por esa cultura, los matices latinos e hispanos bañaron sus composiciones. Viva Tirado, dedicada al torero José Ramón Tirado, fue una de las más aclamadas.
La calidad queda patente en el listado de colaboraciones. Arregló varios álbumes de Ray Charles y trabajó con Duke Ellington, Ella Fitzgerald, Billie Holiday y B.B. King. Entre los cincuenta y los sesenta, Wilson entregó su talento a películas y series televisivas. A toda esta actividad sumó tiempo como profesor y mentor de jóvenes. “Lo he hecho todo. Ahora puedo hacer lo que quiero, musicalmente hablando, y hacerlo cuando yo quiero”, comentó al Boston Globe.
“Sus piezas son extensas, con grandes solos y gran ambientación de fondo. Son casi hipnóticas. Todas están entre los siete y diez minutos. Solamente un maestro puede mantener el interés tanto rato, y él lo logra”, explicó el especialista en jazz, Loren Schoenberg, para The New York Times en 1988.
Groovin High, Dissonance in Blues, Out of This World, Lomelin y la ya mencionada Viva Tirado son de las composiciones del artista más aclamadas. Legacy (2011) y California Soul (1968) sirven como buena carta de presentación para la música de Wilson.
Una música y un estilo que no permitían sentarse en su orquesta y quedarse con el culo pegado a la silla, según los mismos intérpretes.
A pesar de que jamás renunció a California para buscar más pedigrí, Gerald Wilson deja huella en la historia del jazz. Un todoterreno: líder, compositor, arreglista y músico -un enfoque por el cual se le comparó al gran Duke Ellington-, pero primero y sobretodo, músico de jazz.
Leer más: http://www.lavanguardia.com/obituarios/20140910/54414866226/gerald-wilson-caras-jazz.html#ixzz3Cy8Injm6
Síguenos en: https://twitter.com/@LaVanguardia | http://facebook.com/LaVanguardia