Vía: www.laverdad.es / EDUARDO RIBELLES | CARTAGENA
«Dicen que hay que ser cocinero antes que fraile. Pues para ser un buen director de orquesta, hay que haberse formado como instrumentista», advierte Francisco José Blanco Corbalán (Cartagena, 1980). Bien lo sabe él, que aprendió a tocar el piano y la trompeta antes de coger la batuta. Acaba de graduarse en el Conservatorio Superior Manuel Massotti de Murcia, en un acto en el que tuvo ocasión de dirigir a la Orquesta Sinfónica de la Región de Murcia.
-¿Cómo se encontró?
-Bien. Fue todo un honor marcarle el ritmo a músicos consagrados que llevan tantos años de experiencia. Y un orgullo estar entre los tres graduados de esta promoción, que era la primera que participaba en un recital con la Orquesta Sinfónica. En los años anteriores participaba la del Conservatorio.
–¿Qué pieza le tocó dirigir?
-La primera parte de la ‘Sinfonía Heroica’ de Luwdig van Beethoven, concretamente los dos primeros movimientos. Es una pieza que necesita mucha energía y creo que he conseguido imprimir la fuerza suficiente a mi dirección.
-¿Fue una elección suya?
-El repertorio lo eligen los profesores, pero la verdad es que me gustó que fuera de Beethoven. Es un músico esencial en el repertorio sinfónico.
–Los legos en la materia no saben qué hace exactamente un director, dado que los músicos ya saben tocar su partitura.
-Me gusta pensar que soy una mezcla de entrenador y motivador, como en el deporte. La mayor parte de la labor está en los ensayos, en los entrenamientos, para poner en común a los componentes de la orquesta y que la pieza salga con una personalidad definida. Es necesaria mucha pedagogía; que los músicos se sientan cómodos dentro del conjunto, para que todo salga bien.
–Si pudiera elegir una orquesta a la que dirigir, ¿cual escogería?
-La filarmónica de Berlín, sin duda.
–¿En algún teatro en concreto?
-Probablemente en el Musikverein de Viena.
–¿Con qué programa completaría ese concierto soñado?
-Si me pongo clásico, quizás con la obertura de ‘La fuerza del destino’, de Verdi; y algún concierto de Tchaicovsky… pero lo que realmente me tiraría es programar música sinfónica americana: Gershwin, Bernstein.
–Esos compositores acercaron mucho la música sinfónica al jazz.
-Así es. Demostraron que la música es un lenguaje que no tiene fronteras estilísticas. Una pieza escrita para un trío de jazz puede orquestarse de manera clásica y funcionar perfectamente. Es fascinante
–Lo de la música, ¿de dónde le viene? ¿De familia?
-Se remonta a dos generaciones. Mi abuela estudio piano. Tuvo mala suerte, porque se graduó cuando comenzaba la Guerra Civil y, evidentemente, tuvo cosas más urgentes de las que ocuparse que de ejercer profesionalmente. Pero mi padre, Francisco, continuó esa vocación, y mi madre, María del Carmen, le ha acompañado en sus actuaciones.
–¿Tiene hermanos que cultiven la misma pasión?
-Pues sí, mi hermano, José Antonio, se inició en la flauta clásica. Luego le dio por la guitarra y ha decidido pasar al rock y al pop.
–¿Le gustan también esos géneros?
-Me quedo con el jazz y la música clásica.
–¿Qué salidas tiene un director de orquesta recién graduado?
-Más bien pocas. Por suerte y tras mucha lucha yo he conseguido encontrar una. Empiezo en septiembre al frente del Orfeón Murciano y su orquesta sinfónica. No en vano tengo también el título de director de coro. Y, por si acaso, tengo formación adicional que me puede ayudar. Tengo prácticamente acabado el grado de Pedagogía Musical, también por el Conservatorio de Murcia.
–¿Es muy diferente dirigir a un coro o a una orquesta?
-En el primer caso, la dirección es más delicada, porque el instrumento único, inimitable, es la voz de los cantantes. Por su parte, la orquesta te brinda posibilidades más variadas.
–Vamos que tiene usted galones de sobra para empezar una exitosa carrera.
– Le agradezco los buenos deseos y espero que así sea.