Los pianistas tienen respeto por la obra de Sergei Rachmaninoff, el compositor ruso, nacido en San Petersburgo, de manos desmesuradamente grandes y de creatividad densamente compleja y exigente. La de anoche fue una velada para mostrar el orgullo de una Venezuela integralmente sinfónica y de una tradición musical que ha creado precedentes en el mundo.
Mas no era el caso del joven pianista Alfredo Ovalles, quien aceptó el desafío de hacer la rítmica, épica y demandante Rapsodia sobre un tema de Paganini, Opus 43 para piano y orquesta, en la segunda entrega de la Temporada 2014, de la Orquesta Sinfónica Nacional, dirigida por el también venezolano Gerardo Estrada, quien desde el pódium mostró dominio, vivencia y ternura en los pasajes más intensos.
El concierto ofertó un programa integrado por la Obertura Festiva, Opus 96, de Dmitri Shostakovich, una pieza ideal para la introducción por su panorámica sonora de matiz casi juvenil, apoyada en un esfuerzo colectivo de las cuerdas y reforzada por los vientos. Una postal musical de un colorido sonoro resaltante y lúcido. Con esta pieza, en sus cartas credenciales, el director Estrada dejó claro el peso de su talento.
Alfredo Ovalles, ataviado ocupó el piano para hacer su versión de la Rapsodia. Mostró que su juventud ha sido intensamente aprovechada con muchas horas al piano, en ensayos extenuantes y disfrutados en cada uno de sus tiempos. Un artista del piano que supo desempeñarse en las tonalidades “in crescendo”, las variaciones que el genio ruso escribió solo para los atrevidos, planteando en el público una deliciosa impaciencia que solo podía resolverse con un altísimo nivel pianístico, tal cual al efecto ocurrió.
UN APUNTE
Un dúo brillante
Una vez que el pianista Alfredo Ovalles interpretó la Rapsdodia de Rachmaninoff, volvió a escena por la insistencia del público en aplaudirle, y ofreció una sorpresa: el director, Gerardo Estrada, con las maracas venezolanas de oriente, interpretaron una tonada folkórica, alcanzando un notable impacto en la gente que aplaudió esta vez de pié cuando ambos músicos concluyeron la vivaz pieza autóctona.