Por Alejandro Ramírez García
Hoy se cumple un año más de la creación de la pionera y decana orquesta de nuestra nación.Podemos imaginarnos la Caracas de aquella época y el clima de expectativa que sentirían ese 15 de enero de 1930 los músicos que se congregaron ese día de la convocatoria hecha por el Maestro de maestros, Vicente Emilio Sojo.
Semanas antes, Ascanio Negretti, Simón Álvarez y Luis Calcaño habían persuadido al Maestro Sojo para que fuera el ductor de un movimiento de jóvenes, algunos de ellos sus aventajados alumnos, que ansiaban conformar una orquesta sinfónica permanente que interpretara las obras de los grandes compositores universales y que sirviera a la vez como plataforma para lanzar al mundo musical nuestros compositores, solistas y directores; tamaña tarea a la cual el Maestro Sojo rehuía, no por temor, sino por humildad. Pero una vez ya convencido y franqueada la negativa inicial, se enfrentó con gallardía, respaldado por este contingente de jóvenes soñadores, en la empresa que habría de cambiar para siempre el devenir de la música sinfónica en nuestro país.
Sería un día miércoles de intenso frío en la mañana, ese 15 de enero en el cual estos decididos pioneros se reunieron en el gran salón de la escuela de música que aún sigue erguida entre las esquinas caraqueñas de Veroes a Santa Capilla, llamada hoy “Escuela Superior de Música José Ángel Lamas”.
Una vez reunidos tomaron la palabra varios de los congregados y tras discursos y votaciones se eligieron como líderes de la naciente institución a los Maestros Vicente Emilio Sojo y Vicente Martucci, asignándole el nombre de “Venezuela”. Fueron ellos quienes, tras accidentados ensayos en los espacios prestados de la “Santa Capilla”, posteriormente estrenaron las primeras notas de la joven orquesta en el Teatro Nacional de Caracas, el 24 de junio de 1930.
Y ha seguido culturizando la Orquesta Sinfónica de Venezuela a nuestro gentilicio, contra viento y marea, con presupuesto y sin presupuesto, sin dejar de sonar un solo momento en su larga e ininterrumpida trayectoria artística, la más larga de orquesta latinoamericana alguna. Es el tesón, dedicación y mística que orgullosamente representa nuestros valores autóctonos en todo el territorio nacional y fuera de nuestras fronteras.
Así que no en vano nos sentimos contentos y emocionados de que la agrupación que ha esparcido la semilla del quehacer sinfónico, gracias a generaciones de dedicados músicos nacionales y extranjeros, siga su noble labor educadora y divulgativa que la hicieron acreedora al honroso título de “Patrimonio Artístico de la Nación”, otorgado en 1980 para celebrar su 50º aniversario.
Ahora bien, dada su connotada importancia, pienso que sería justo que a la decana de todas las orquestas latinoamericanas se le actualizara su presupuesto año a año en función de que sus compromisos musicales y sociales son cada vez más costosos y ambiciosos, siempre a favor de nuestros congéneres sin distingos económicos, culturales o políticos.
La OSV ha de seguir su camino exitoso, de gloriosa trayectoria e historia para seguir enarbolando la bandera patria; esa patria que no solo dio ejemplo de guerrerismo independendista en pos de las libertades primarias del hombre latinoamericano, sino ejemplo también de desarrollo y guía intelectual y cultural.
Alejandro Ramírez García.