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Se despidió tres meses antes de morir. Violonchelista, director de orquesta, fundador de Concentus Musicus Wien, investigador y autor, su trayectoria fijó estándares y abrió nuevos caminos a la interpretación.
A pocas horas de la muerte de Harnoncourt, “pionero” es el adjetivo más recurrente a la hora de hacer balance sobre su legado. Ya antes de la Segunda Guerra Mundial e inmediatamente después de la contienda hubo varios músicos que buscaron interpretar las obras del pasado con criterios históricos: instrumentos, técnica, estilo, fraseo, afinación, tempo, acústica, documentación en fuentes originales… Pero su proyecto triunfó, tanto por la sólida formación humanística y musical de Harnoncourt, como por la singular viveza de sus versiones, llenas de un dinamismo musical poco común en las interpretaciones filológicas. A todo ello contribuyó la época en que le tocó vivir, ávida de descubrir nuevas aproximaciones sonoras a las obras de siempre.
Su trayectoria musical fijó unos estándares para la interpretación de la música antigua, campo en el que roturó nuevos caminos. Con el Concentus Musicus Wien, el conjunto que fundó en 1953, la música de Bach comenzó a sonar despojada de excesos, más nítida, con instrumentos originales de época o réplicas de los mismos. Los coros se redujeron y las partes de soprano ya no eran cantadas por mujeres sino por niños, para quienes estaban inicialmente concebidas.
Su recorrido por la obra del Cantor de Leipzig lo condujo a grabar los Conciertos de Brandenburgo en 1964, las Suites orquestales en el 66 y La Pasión según San Juan en el 65. Entre 1971 y 1990 llevó a cabo el gigantesco proyecto de grabar la integral de cantatas de Bach. Otro compositor a cuyo nombre quedará vinculado Harnoncourt es el de Monteverdi. El gran público descubrió sus tres óperas gracias a la mítica versión que hizo junto con el director de escena Jean-Pierre Ponnelle, grabada por Deutsche Grammophon. Después de recorrer la obra de grandes maestros del Barroco, se adentró en la música del Clasicismo y del Romanticismo y dirigió también formaciones no especializadas en música antigua.
Se despidió tres meses antes de morir
Profesor en la Universidad de Salzburgo y del Mozarteum de la ciudad austríaca, Harnoncourt también deja artículos y libros sobre interpretación. El más relevante, sin duda, Musik als Klangrede (1982), publicado en español como La música como discurso sonoro, en el que reflexiona, entre otras cosas, sobre el papel de la música en la vida actual. No es optimista al respecto: “El público de hoy no desea conmoverse, sino solo adornar su vida con música”, concluye, y asegura que la gente desea solo escuchar lo conocido. Pero el director muestra esperanza en que, a través de Monteverdi y Bach, el público sea capaz de llegar a la música que se crea en nuestro tiempo.
Harnoncourt se despidió del público exactamente tres meses antes de partir. Escogió la víspera de su 86 cumpleaños para decir adiós de una forma especialmente hermosa: con una carta redactada a mano, cuyo facsímil descubrieron los asistentes en el programa de mano de un concierto de Concentus Musicus Wien en la Musikverein de Viena. “Mis fuerzas físicas me obligan a cancelar todos mis planes futuros”, decía en la breve misiva, que causó una enorme tristeza entre sus seguidores.