El pianista y director estadounidense Murray Perahia actúa estos días en el Auditorio Nacional con la Academy of St. Martin in the fields.
Vía: www.elmundo.es/ Por DARÍO PRIETO SIERRA
Acaba la temporada de Ibermúsica y lo hace con la Academy of St. Martin in the fields, dirigida por el pianista (y ocasional director) estadounidense Murray Perahia. Dos noches (este jueves y este viernes) en el Auditorio Nacional de Madrid que servirán para descubrir hasta qué punto el talento al piano del maestro puede ser transmitido a una orquesta.
“Hablando del concierto del viernes, la pieza de Schuman [Sinfonía núm. 2 en Do Mayor, op. 61] es una de las piezas más hermosas del repertorio que dirijo. Sobre todo, lo que me interesa es la pasión que puso en ella”. Del programa destaca también el Concierto para piano núm. 9 KV. 271 Jeunehomme de Mozart, “que es bastante temprano, pero tiene todo dentro de él: dramatismo en el segundo movimiento, ligereza en el último movimiento y una gran imaginación por encima de todo”.
El otro programa, el del jueves “tiene uno de los mejores conciertos de piano que se han escrito jamás, el Cuarto de Beethoven, precedido de otra de las grandes sinfonías, la Inacabada de Schubert, que está más allá de este mundo. Es un gran placer para todos en la Academy interpretar estas piezas. Es estupendo el diálogo que se establece entre la orquesta y yo en Beethoven“.
Al final, a la hora de escoger el repertorio, “es el corazón es el que decide todo”. En el proceso, “es importante entender la dirección de la música, por lo que es importante conocer la armonía y la cadencia. En realidad, se trata de una combinación de varias cosas”.
Perahia no se considera “un director de orquesta propiamente dicho, porque no doy muchos conciertos. Es sólo con esta orquesta, porque nos conocemos muy bien, ellos están acostumbrados a mis gestos y todo acaba bien montado. Tan sólo transformo mis ideas sobre la música cuando toco el piano y ellos las entienden para hacerlas música de nuevo”.
Murahia, que como Daniel Barenboim pertenece a la gran escuela de pianistas-directores de origen judío, sabe también del poder de la música para llegar a lo más alto de la naturaleza humana, aunque con matices. “Creo que mientras la música suena, transporta a la gente a un nuevo mundo. Pero en el momento en que la música se acaba, vuelven a su mundo, con todos sus problemas, y no hay nada más que hacer. Es algo para el momento, pero es realmente importante, especialmente en sociedades con dificultades, como en Turquía, donde acabamos de estar. Me gustaría pensar que la música puede hacer que no vuelvan a sus conflictos, a las facciones, a hacer que se olviden del otro… Pero, lamentablemente, no es del todo así”.
Para él, “compositores como Bach, Beethoven, Mozart dicen cosas que ningún otro compositor ni ninguna otra persona dijo antes que ellos. Y alcanzan un nivel de entendimiento y compasión humana que están por encima de lo normal”.