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De vez en cuando, aparece un cantante que nos devuelve a aquel estado primitivode la música, cuando ésta era algo sagrado y servía para hablar con los dioses, con las fuerzas de la naturaleza.
Vía: www.elmundo.es | Por Darío Prieto
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A lo largo de miles de años, el ser humano ha aprendido a domesticar la voz, a forzar el rango de tonos y a enfrentarse a composiciones tan difíciles como la cabaletta Spargi d’amaro pianto. Pero resulta complicado encontrar voces con la capacidad de olvidar todos esos logros y volver a aquella divinidad perdida, tal y como lograron Maria Callas, Victoria de los Ángeles o Joan Sutherland.
Anna Netrebko (Krasnodar, 1971) es una de ellas, acaso la última gran representante de la estirpe de las divas del canto. Una mujer capaz de enloquecer a las multitudes allá donde pasa. El pasado mes de julio actuó en el festival Starlite de Marbella y este sábado cierra la sexta edición del Formentor Sunset Classics, el ciclo musical que se desarrolla durante el verano en el Hotel Formentor del grupo Barceló, ubicado en el extremo septentrional de la isla.
Netrebko cantará junto a su marido, el tenor azerí Yusif Eyvazov, una selección de duetos de carácter principalmente italiano (Verdi, Puccini, Mascagni). Acompañándoles, la Orquesta Sinfónica de las Islas Baleares, dirigida por Michelangelo Mazza.
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A punto de subirse al escenario del Festival de Salzburgo, donde actuó ayer junto a Eyvazov, la soprano rusa se muestra entusiasmada y temperamental, como se espera de una diva de su talla. «¡Yusif y yo siempre estamos emocionados antes de actuar para un nuevo público!», exclama. «Así que estamos deseando viajar a España y disfrutar de los hermosos paisajes», asegura, en referencia al entorno de Formentor.
Lejos del repertorio de su actuación durante la ceremonia de apertura del pasado Mundial de Fútbol que acogió su país, centrado lógicamente en autores rusos, Netrebko ha escogido una selección más mediterránea. «Hemos creado un nuevo programa de algunos de nuestras arias y duetos italianos favoritos. Sí, habrá Verdi y Puccini, ¡así como algunas otras sorpresas! Habrá un poco de todo para todos…», adelanta. «Anna y yo cantaremos algunas piezas muy hermosas de la ópera italiana», añade su esposo. «Algunas de ellas son nuevas para nosotros, pero todas ellas son clásicos intemporales», afirma antes de subrayar su interés por ver cómo funciona la fórmula al lado de la Orquesta Sinfónica de las Islas Baleares y de la batuta de Mazza. «Ella es una artista increíble y una compañera de escena genial. Nuestras voces suenan muy bien juntas, por eso nos gusta salir al escenario y divertirnos», dice de su mujer.
La actuación sirve como calentamiento de lo que le espera durante los próximos 12 meses en escenarios como el Metropolitan de Nueva York, el Musikverein de Viena o la Opera Garnier de París. «¡Estoy entusiasmadísima con la próxima temporada!», vuelve a exclamar. «Voy a actualizar algunos papeles, como Aida y Adriana Lecouvreur, y también haré mi debut como Leonora en La forza del destino, de Verdi, en la Royal Opera House». Una ampliación del repertorio que encaja en su evolución artística, a punto de cumplir los 47 años. «Mi voz se está volviendo más grande y más dramática. Ahora puedo asumir roles con los que sólo soñé cuando comencé mi carrera. Es algo tan emocionante como satisfactorio», reflexiona.
Hasta aquí, todo más o menos habitual en lo que viene siendo el modelo de diva del canto. Sin embargo, Netrebko forma parte de una generación de sopranos que no sólo han tenido que lidiar con la complejidad de las partituras o los problemas de su voz. También ha experimentado la transformación de su actividad en una mucho más compleja, en la que las habilidades interpretativas y la interacción escénica resultan cada vez más importantes y difíciles. Y un nuevo desafío, el que plantean las formas de comunicación actuales, por los que el público se ha enterado de la relación que mantuvo con otro bello del canto como el uruguayo Erwin Schrott (con quien tuvo un hijo) o su adhesión a las políticas de Vladimir Putin, lo que provocó manifestaciones en Nueva York a las puertas de los auditorios donde actuaba. «Hay muchas formas de expresión, y el canto es la mía», zanja la soprano. «Pero creo que las redes sociales también son una forma divertida de expresión, especialmente Instagram», matiza. «Y disfruto mostrándoles a mis fans dónde estamos y qué estamos haciendo».
Ese deseo de no perder comba en un mundo tan sujeto al cambio como es la música conecta con otra de las preocupaciones que se plantean a la hora de hablar de este repertorio: la renovación de una audiencia envejecida y la necesidad de abrir estas músicas a nuevos estratos sociales, más allá de las clases pudientes que, tradicionalmente, forman el público de Netrebko. «Creo que tenemos que seguir invitando a los jóvenes a la ópera y educarlos», formula la cantante. «¡La ópera no tiene por qué ser siempre algo tan serio! Cada emoción posible existe en una ópera. Así que los jóvenes sólo tienen que elegir aquélla que les interesa».
Su marido complementa la reflexión: «La música es muy terapéutica y nos hace felices. Creemos que es importante que las personas tengan música y arte para equilibrar los desafíos de la vida. Por eso esperamos que la gente que asista al concierto pueda escapar de sus problemas durante un tiempo».
Y aunque después de lo de Putin no le interese hablar de política o de cuestiones sociales, algo sí que deja caer cuando se le pregunta por la capacidad de la música para reconectarnos con nuestra humanidad en momentos especialmente deshumanizados. Frente a apuestas más directas como las de Simon Rattle, quien dirigió a la Filarmónica de Berlín en un concierto destinado a los refugiados que llegaban a Alemania, Netrebko apuesta por esa otra faceta, algunos la llamarán escapista, que brinda escuchar una voz hermosa. «Considero que un concierto es un momento en el que la gente puede venir y disfrutar de algo hermoso e irrepetible. Aunque algunas de las piezas que cantamos están cargadas de drama y angustia, queremos que nuestro público se sienta feliz y emocionado cuando se vaya», sentencia.
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