El nivel de las protestas subió tanto de tono que el director musical,Daniel Barenboim, mandó callar al público
Cecilia Bartoli y Daniel Barenboim, en la Scala de MilánEl pasado domingo, 2 de diciembre, era una fecha importante para la mezzosoprano Cecilia Bartoli, volvía a la Scala de Milán después de 19 años de ausencia. La había convencido el director musical del templo lírico italiano, Daniel Barenboim, y la diva había accedido. No sabía lo que le esperaba.
Con un vestido verde esmeralda, la cantante italiana, que la próxima semana ofrecerá en España dos conciertos en los que presentará su último disco «Mission», empezó con Händel y Mozart, y todo marchaba bien, hasta que llegó el intermedio.Según los presentes, durante el descanso se confabularon las fuerzas oscuras de la Scale, y el regreso al escenario de la diva no fue tan placentero. Bartoli abordó varias arias de Rossini, de las óperas Otello y la Cenerentola. Fue en esta última –Non più mesta– cuando se desató la furia del público (algo, hay que decirlo, bastante común en la Scala), que comenzó a abuchear a la mezzsoprano, acusándola de cantar en falsete y pidiéndole que se marchara a casa.
Como suele suceder en estos, los fans de la Bartoli, que son muchos, intentaron acallar las protestas con aplausos, convirtiendo la sala de la Scala en casi un coliseo romano, en el que finalmente tuvo que poner orden Barenboim, que siempre se ha caracterizado por no tener pelos en la lengua a la hora de amolestar al púbico -por el ruido o por las toses-. En esta ocasión, aún con más razón, se dió la vuelta y mandó callar a los asistentes. «¡Esto es un concierto, tutti zitti!», y volvió a repetir el rondo finale de la Cenerentola.
Bartoli, con muchas tablas, volvió a abordar el aria con coloratura señalándose la garganta con la mano, indicando que no se trataba de falsete, lo que provocó la ovación del público. La cantante abandonó el escenario triunfal, pero en el ambiente permaneció la sensación de una noche de magia musical arruinada.
Tras la representación corrieron diversas versiones sobre las protestas proferidas, publicadas en la prensa, y su significado. Mientras Il Corriere della Sera asegura haber escuchado críticas al teatro por haber contratado en los tiempos que corren a la mezzosoprano, que tiene una tarifa bastante elevada; el Gramilano se hizo eco de un protesta más por la interpretación vocal, procedente de un grupo de admiradores de otra cantante, Giulia Grisi, de la época de Bellini.
Algo que hace recordar a los enfrentamientos de los fans de la Tebaldi y de la Callas, en este mismo teatro en los años 50; o los de aquellos que preferían a Pavarotti antes que a Domingo.