Por: Thierry Guyenne | Opera Magazine. Numero 76 | Septiembre 2012
Agradecidos con la Sra. Milvia Piazza
El barítono ruso, de bella voz y bello físico, estuvo en Paris, en mayo, para un recital en Chatelet. Opera Magazine aprovecho de entrevistar a uno de los artistas más buscados del momento, que desafortunadamente no se presenta en Francia desde hace numerosos años. Luego de más de 20 años de carrera, Dmitri Hvorostovsky permanece tanto en Tchaikovsky como en Verdi como un artista con el cual hay que contar. Una realidad que el Covent Garden, el Met y la Staatsoper de Viena no han olvidado…
¿Viene usted de una familia de músicos?
Mis padres eran científicos, pero la música siempre ha sido importante en la casa: mi padre tocaba el piano, y mi madre tenía una bella voz de soprano. Es pues muy natural que desde pequeño comenzara yo también a tocar el piano en una escuela de música en Krasnoyarsk, mi ciudad natal, en Liberia. Cantaba también en una coral. Luego, hacia los 14-15 años, entre en un colegio especializado para convertirme en director de coros. Fue una excelente formación. Me diplome, pero como consideraban que tenia un verdadero potencial vocal, fui admitido, a los 17 años, en la clase de Ekaterina Yoffel. Finalmente, a los 22 años, integre la tropa de la Opera del Estado de Krasnoyarsk.Su comienzo de carrera coincidió con los últimos años de la era soviética…
¿Como se vivía en ese entonces en una casa de opera?
Era muy difícil. A causa del viejo sistema de teatro de repertorio, la concurrencia era ruda, y permanente… Esperar y batallar, era todo lo que se podía hacer: uno no decidía nada, simplemente se estaba a disposición.
Mis comienzos tuvieron lugar en diciembre de 1984, en el modesto rol de Marullo en “Rigoletto”… Mi suerte, fue siempre en los concursos. En 1987, me presente en el concurso Glinka, la competencia de canto mas importante de la URSS, que gane. Entre los otros laureados estaba Olga Borodina… Fue así como la presidenta del jurado, Irina Arkhipova, pidió hablarme.
Recuerdo haberla escuchado en el Theatre du Chatelet, en 1992. Encarnaba el rol de la nodriza Filipievna, al lado de su Eugene Onegin. A sus 67 años, la voz de ella era aun muy impresionante
Si, es un gran recuerdo… Pero en la época del “Glinka”, aun si evidentemente había oído hablar de la gran Arkhipova, nunca la había visto. Me lleno de cumplidos, pero sobretodo me aconsejo, debo decir, me ordeno, participar en el Concurso Internacional de Canto de Toulouse, en 1988; y luego en “BBC Singer of the World” en Cardiff, en 1989. Y cuando una leyenda viva como Irina Arkhipova decía algo, había que acceder. Hoy no se imaginan, con la desaparición de la URSS, lo que significaba viajar a Occidente. En Toulouse, gane el primer premio y el año siguiente, como estaba previsto, fui a Cardiff…
…un concurso que también gano, venciendo a Brynn Terfel.
Ello se debe, sin duda, a mi excelente preparación técnica, pero también, creo, a mi educación: tenía ya un largo pasado de músico…Si Cardiff fue el verdadero punto de partida de mi carrera internacional (encontré entonces un agente y una casa de discos, Phillips), es bueno decir ello no se dio lugar sino poco a poco. Los dos primeros años fueron sobretodo consagrados al recital, lo que dejo a mi voz el tiempo de madurar. Mi primera opera en Occidente fue “La dama de las picas” en Niza, en 1989. Yelevsky era perfecto para hacerse notar: un rol no muy importante pero efectivo, con una muy bella aria. Luego, todo se acelero: la Fenice de Venecia, el Covent Garden de Londres, el Chatelet de Paris, la Scala de Milán… Y, por supuesto, mis debuts americanos en Lyric Opera of Chicago, en 1993; dos años antes del Met de Nueva York.
No puede negarse que su carrera haya sido lanzada en base a su físico. Algunos periodistas no dudaron, en sus comienzos, en llamarlo el “Elvis de la opera”. También la revista People lo clasifico, entre los 50 hombres mas bellos del planeta…
¿Esta imagen de sex-symbol ha sido difícil de llevar?
Realmente no. Ser apreciado también por lo exterior es halagador… Pero no hay que olvidar que soy, ante todo, cantante. El hecho es que en mis inicios no controle bien la parte mediática, y ello evidentemente me fue reprochado en el medio artístico… Actualmente, la imagen esta cada vez más presente. Se exigen personajes físicamente creíbles, y la multiplicación de filmaciones en directo y los DVDs no hacen sino acentuar ese fenómeno. Es parecido para las divas… Mire a Renee Fleming, Sondra Radvanovsky o Anna Netrebko, por citar algunas de mis parejas predilectas: no solamente son excelentes cantantes sino muy bellas mujeres. Pero para cantar, hay que sentirse bien en su cuerpo. Independientemente de mis buenos genes, que bendigo todos los días, debo, como un deportista de alto nivel, mantenerme en excelentes condiciones. Para ello entreno mis músculos, 3 o 4 veces por semana. Y nunca me he sentido tan en forma como ahora.
Justamente, celebrara sus 50 años el próximo mes, y esta en la plena madurez vocal y artística. Hoy, ¿Cómo definiría su escogencia y como ve la evolución de su repertorio para los próximos 10 años?
Dispongo de un maravilloso instrumento, muy bien entrenado y del que siempre he cuidado, que compararía con un auto de marca: elegante, poderoso y a la vez flexible. Mi voz se ha convertido en la de un barítono lírico-dramático, con un color mas sombrío que a mis comienzos. Conservando mis roles favoritos, Germont (La Traviata), Posa (Don Carlo) o Luna (Il Trovatore), he podido abordar también, poco a poco, Rigoletto, Renato (Un ballo in maschera), Simon Boccanegra… En
2014, están previstos Yago (Otello) y Macbeth. Verdi es sin duda el compositor que me conviene actualmente, tanto por el color como por el lirismo.
¿Piensa llegar hasta Nabucco? ¿O quizás, probar con Scarpia en Tosca, que canta ya en recital?
Nabucco, no es imposible… Scarpia nunca. Es cierto, canto el “Te Deum”, pero el rol completo, en escena, no es para mí. Habría que elevarse por sobre una orquestación muy pesada, y perdería mi voz. Aun en los Verdi más dramáticos, cuido de utilizar mi instrumento sin violentarlo. En Puccini, es imposible.
¿Un rol que le gustaría hacer, aunque sabe que nunca lo hará?
Boris Godunov. Pero no es para mí. Esta escrito verdaderamente para un bajo.
Al contrario, un rol que ha cantado mucho, es Eugene Onegin. Se prepara para retomarlo en la Staatsoper de Viena, en abril 2013, con la primera Tatiana de Anna Netrebko. ¿Su concepción del personaje ha evolucionado con el tiempo?
Por supuesto, no podía ser de otra manera. Estoy influenciado por la dirección musical, la puesta en escena… y mi pareja. Estoy muy feliz de ser el primer Onegin de Anna, a quien acompañe en sus debuts en el Met cantando “Guerra y Paz” de Prokofiev, en 2002. Estoy convencido de que ella será una excelente Tatiana, muy diferente de Renée, por ejemplo. Pero independientemente de eso, tengo tendencia a ver a Onegin como alguien menos hiriente, menos cínico que antes. Lo concibo ahora como un masoquista, celoso de la felicidad del otro, aun de la de su mejor amigo. Desea desesperadamente encontrar el amor, pero siendo incapaz de amar realmente.
Igualmente, ha interpretado Mozart: el Conde Almaviva, Don Giovanni… Existe incluso un DVD impresionante, Don Giovanni Unmasked (CBC records), donde usted canta simultáneamente los roles de Leporello y su jefe…Soy fan de Mozart, y Don Giovanni es para mí la cumbre absoluta del teatro musical de todos los tiempos. Soñaba pues con el rol protagónico… Pero la última vez que lo cante, en diciembre 2002-enero 2003 en el Met, comencé a tener miedo: sentía que forzaba mi voz. Soy un barítono lírico. O barítono agudo, como lo quiera ver, aun cuando puedo alcanzar ciertas notas de bajo. La tesitura de Don Giovanni se situa casi constantemente una tercera mas baja para mi. En vista de ello, abandone el rol… Pero no hay que decir nunca. Quien sabe, de pronto un dia me dejo convencer por un director de escena como David McVicar.
En la opera, usted no ha cantado el repertorio alemán, y muy poco el francés, exceptuando a Valentín en “Faust”. Se le imaginaria muy fácilmente como Wolfram en “Tannhauser”, Hamlet o incluso Guillermo Tell…
He interpretado mucho la “Romanza de la estrella” en concierto, y es cierto, Wolfram me convendría sin duda, pero no es de actualidad. Sin embargo, desde que vi el “Ring” de Robert Lepage en el Met, me estoy convirtiendo en un fan de Wagner. En cuanto a la opera francesa, usted sabe, no podemos cantarlo todo. Hago, como máximo, de 4 a 5 producciones por año; nunca más, porque cada una me toma 2 meses, y me gusta guardar tiempo para mis otros proyectos. En efecto, la opera no es sino una faceta de mis numerosas actividades: hay también giras de recitales, con piano o con orquesta, las grabaciones, los conciertos al aire libre, las galas…
Cuando usted dejo Rusia, a principios de 1990, algunos evidentemente lo reprocharon. Actualmente, usted va varias veces al año. Ha sido también el primer cantante de opera en presentarse, con coro y orquesta, en la Plaza Roja de Moscú, acontecimiento que fue captado por la televisión rusa y transmitido a mas de 25 países. Sin olvidar la gira organizada en 2005, en diferentes ciudades de Rusia, en honor a los muertos de la Segunda Guerra Mundial…
Indudablemente, para tomar mi vuelo artístico, era necesario que partiera a Occidente. Por lo tanto, aun cuando vivo en Londres desde hace mas de 20 años, aun me siento ruso. Estoy orgulloso de mi pueblo, y no olvidare nunca mis primeros recitales en Liberia, a mediados de 1980: ¿en que otro país, aparte de la URSS de la época, se detiene la actividad de toda una fábrica para permitir a los obreros asistir a un concierto de música clásica? La mayoría de estos hombres y mujeres nunca habían escuchado una nota de Verdi, pero las lagrimas que vi correr entonces, me son mas caras que todos los “bravo” escuchados los años siguientes. Luego, regrese a Rusia, funde mi propia organización de conciertos, “Dmitri Hvorostovsky and Friends”, gracias a la cual he podido invitar a Sondra Radvanovsky, Renee Fleming y Sumi Jo. En cuanto a la gira que usted evoca, fue un inmenso honor, y una emoción increíble para mi, participar en la conmemoración de los
60 años del fin de la Segunda Guerra Mundial, delante de cientos de miles de personas. Mi país tuvo a causa de eso 25 millones de muertos, lo que quiere decir que cada familia rusa sufrió al menos una perdida… No olvidare nunca todos esos rostros encontrados, jóvenes y viejos. Y estoy muy orgulloso de que cada año, para nuestra fiesta nacional del 9 de mayo, sea difundido el DVD de este programa, “Russian Songs from the War Years” (VAI Video).
¿Cuál es su mejor recuerdo de opera?
Quizás, “Simon Boccanegra” en el Met, en enero-febrero 2011, con el gran James Levine.
¿Y el peor?
No recuerdo. La vida es demasiado corta para vivir de las cosas negativas. He tenido la suerte de trabajar en los teatros mas prestigiosos, con los mas grandes directores: Valery Gergiev, Bernard Haitink, Zubin Mehta, Claudio Abbado, Lorin Maazel… solo Daniel Barenboim me falta. He colaborado con grandes directores de escena como Robert Carsen, David McVicar o David Adden. Ya en mis 50 años, me siento en forma, tanto vocal como física, tengo una bella vida de familia y llena de proyectos… ¿Qué más pedir?