Vía: Blog Barcelona, Berlín, Madrid, París y Nueva York
Praga es tal vez la capital musical secreta del viejo continente. Las calles de la ciudad antigua tienen la resonancia de una cajita de música de delicados dibujos cuyos mecanismos de autómata de la vieja civilización mitteleuropea, mitad Golem mitad robot pionero, vibran y hacen vibrar hipnóticamente la ciudad entera por efecto de los pasos que sin rumbo predeterminado van trazando la figura de una silueta cuyo centro es innombrable pero cuyo corazón, al igual que ocurría en los mapas antropomorfos del Renacimiento, coincide con la inolvidable capital de la República Checa.
Basta pasearse sin prisas por la ciudad, tal vez sea incluso absolutamente necesario pasearse sin prisas por la ciudad, para percatarse de ello. En sus bellísimas fachadas se urde de continuo un palimpsesto de letra impresa anunciando incesantemente conciertos en teatros e iglesias, en las esquinas no es raro encontrar solistas y orquestas de músicos callejeros que acentúan el aire sonámbulo que orla puentes , plazas y jardines con melancólicas y enérgicas cadencias, de las ventanas de las casas salen sonidos que suspenden y a veces cancelan el tiempo y parecen a su manera confirmar la verdad de las palabras que André Bretón dirigió al grupo surrealista local en 1935, cuando el poeta francés declaró que Praga, envuelta en una magia legendaria, es verdaderamente una de esas ciudades que han sido capaces de fijar y retener la idea poética que de alguna manera flota siempre a la deriva a través del espacio.Pocas ciudades han rendido más sentido tributo, además, a sus músicos dilectos. El más célebre caso es naturalmente el de Mozart, idolatrado allí desde el mismo comienzo, pero tampoco resulta desdeñable la pasión por el ídolo local y protegido de Brahms Antonín Dvořák, famoso tanto por el impulso optimista americano reflejado en su novena sinfonía, más conocida por la Sinfonía del Nuevo Mundo—Dvořák vivió en los Estados Unidos el primer lustro de la última década del siglo XIX—como por la atención que prodigó al folklore y la música tradicional de su país, que permeó todas sus obras sinfónicas.
El culto a Dvořák en Praga se pone de manifiesto tanto en el nombre de varias calles como en la existencia de un museo dedicado enteramente a él situado en una encantadora villa barroca de la parte nueva de la ciudad. También en la celebración de un festival internacional de música que lleva su nombre y este año celebra su duodécima edición del 8 al 22 de septiembre (http://www.dvorakovapraha.cz/en/).
Se trata de un evento de una calidad extraordinaria compuesto de 2o conciertos en sitios tan emblemáticos como la catedral de San Vito o el auditorio del Conservatorio que tiene como principales atractivos este año la presencia de Zubin Metha, Marina Rebeka, Jean-Yves Thibaudet, Vilde Frang, Veronika Eberle y la aclamada Sinfónica Juvenil de Caracas, que visitará la ciudad por primera vez.