Vía: El Nacional.com | Por IVÁN ZAMBRANO
El cierre de espacios, los bajos salarios y la falta de insumos de trabajo son algunos de los problemas que deben afrontar los bailarines clásicos en el país
Hace 46 años Keyla Ermecheo colgó sus zapatillas de ballet para convertirse en maestra y gerente de una escuela que se convirtió en referencia del movimiento clásico en el país. Desde el 6 de febrero las luces de los salones están apagadas y la música clásica no se escucha en los pasillos. La academia cerró. Las alumnas tuvieron que migrar a otros institutos que sortean la crisis del país para mantenerse en pie, a pesar de la fuga de talento, la escasez de insumos para formarse y los bajos salarios de los maestros.
Ermecheo trató durante siete años de postergar la decisión, pero la situación se le fue de las manos. La incertidumbre que le generaba el destino de sus pupilos y el estado de su salud fueron los detonantes. “La inasistencia de profesores y alumnos fue aumentando. No les puedo exigir un nivel de entrega cuando el entorno en el que se desenvuelven está en crisis”, cuenta la maestra de 72 años de edad desde Miami, donde los médicos tratan su osteoartritis. “Acá tengo condiciones que no poseo en Venezuela. Encuentro las medicinas y me pueden atender”.
La enfermedad afecta los cartílagos en sus articulaciones, esas que se fueron desgastando durante casi medio siglo dedicado a la danza. Entre sus muchos logros se enumera la fundación del Ballet Metropolitano, compañía en la que debutaron Stella Quintana y Joana Fernández, ambas directoras de escuelas de ballet operativas.
Época dorada. Quintana, quien dirige la Fundación Ballet de las Américas, vivió mejores momentos para la danza. Actualmente sabe que sus alumnos no tienen muchas posibilidades en Venezuela. “La carrera de bailarín es muy difícil de desarrollar acá porque los sueldos no son atractivos y no hay suficientes compañías. El bailarín clásico necesita presentarse constantemente porque tiene una carrera muy corta”. Recuerda la época dorada de esta disciplina en el país: “En la década de los setenta existió el Ballet Internacional de Caracas. Los sueldos eran tan atractivos que 70% de la compañía estaba integrada por extranjeros”.
Ese proyecto fue posible gracias a la presencia de gerentes europeos. Nina Novak, la maestra polaca que fundó su academia en 1965, dice que encontró mucho talento en Venezuela; hoy, sin embargo, muchos abandonan el país. “Lamentablemente, la carrera de ballet clásico no se puede desarrollar en el país. Por lo general se requiere de 10 años para graduarse, pero a las personas talentosas las certifico en menos tiempo si quieren emigrar”.
La rusa Lidija Franklin fundó en 1957, junto con su esposo Gustavo Franklin, la Escuela Ballet Arte. Fue la primera academia de danza clásica gratuita del país. Actualmente cuenta con 180 alumnos inscritos, para muchos de los cuales la actividad es solo un hobbie, pues la escasez de insumos es otro de los problemas que se suma a la profesionalización. “No hay materiales, muchos de los pedidos que hacemos nos llegan con meses de retraso. Tenemos que trabajar con lo que tienen”, afirma Isabel Franklin, actual directora de la institución.