Soy clarinetista, de esos formados al calor de la academia, aunque he tenido mis escarceos con la música popular. Todos lo saben…
Por Demian Martínez, Clarinetista venezolano
El clarinete en Venezuela, según reseñan algunos estudiosos, llegó a estas tierras, a mediados del siglo XIX, a sumarse a las bandas militares y a algunos conjuntos de música sacra. Pareciera que ese fue el único destino de este noble instrumento y que extrañamente, no pasó a formar parte del stock de instrumentos usados para recrear las tradiciones sonoras venezolanas.
Es curioso que en un país con tantas formas musicales y en donde no ha habido ningún prurito de tomar, usar y apropiarse de sonidos extranjeros para perpetuarlas, el clarinete no tenga un historial amplio de ejecutantes dedicados a estas músicas. Al parecer, esta faceta del instrumento, no ha tenido la misma cobertura que la de su consabida fama de instrumento de banda y de orquesta.
A pesar de que estas historias musicales, se hayan perdido para siempre, han quedado grabadas para la posteridad algunas referencias que nos hablan de una historia muy diferente. Uno de estos hitos es sin duda el «Cuarteto Caraquita», ensamble dedicado a la música popular venezolana y que tenía como líder al músico Alberto Muñoz, clarinetista y compositor de algunas obras que son estándar actualmente en la música popular venezolana, como lo son El porfia’o y La guachafita. En este punto, no puedo dejar de preguntarme si este grupo es un fósil del clarinete en la música popular. Realmente, es increíble, que no haya más referencias del uso del instrumento en otras agrupaciones, máxime, si ha sido la columna vertebral de las bandas militares que están presentes por toda la geografía nacional. El mejor repertorio del «Cuarteto Caraquita», fue recogido en un álbum titulado «Clásicos de oro».
Asimismo, el infatigable viajero Lionel Belasco, pianista nacido en la isla de Trinidad, conformó un cuarteto con piano, bajo, cuatro y clarinete llamado «Cuarteto típico venezolano», que aunque anterior al «Cuarteto Caraquita», no goza entre los clarinetistas de la misma popularidad que el grupo de Muñoz. Tal vez porque su paso por la escena musical venezolana, no quedó registrado en una grabación. En este cuarteto típico, se interpretaba música criolla al estilo de Belasco, en donde destacan los temas Juliana, Luna de Maracaibo, San José y Miraflores.
Otro hito, lo fue la llamada «Guerra de los clarinetes» que se dio en la ciudad de Maracaibo a finales del siglo XIX y principios del XX, en dónde los clarinetistas se retaban públicamente para demostrar sus cualidades como instrumentistas. En esta «guerra», se compusieron temas emblemáticos de la música nacional, como El diablo suelto de Heraclio Fernández, Los potes de San Andrés de Trinidad Rosales y El Alacrán de Ulises Acosta. Además se desarrolló un importante número de intérpretes dedicados a las formas populares y tradicionales venezolanas, entre los que destacan: Castor Villalobos, Adalberto José Padrón, Tubarcaín Pirela, Francisco Pirela, entre otros. Es posible que en esa época, el clarinete llegara a las costas del sur del Lago de Maracaibo y se quedara para siempre venerando a San Benito de Palermo, como instrumento melódico en la gaita de tambora.
No obstante que los cuartetos con clarinete fueron muy populares a finales del siglo XIX, y se retomaron con gran fuerza en la década de los 30 del siguiente siglo, no hay documentos extensos en los que se muestre al clarinete como un instrumento utilizado ampliamente en el ámbito popular. Especulo que la escuela «formal» del clarinete venezolano, por estar dedicada completamente a la música «erudita» los obvió deliberadamente por no asumir de entrada que este repertorio, no aportaba nada a mejorar la técnica del instrumento. En lo personal, interpretar música popular venezolana, me ayudó a entender, tiempo después, a qué se referían mis maestros con lo de la flexibilidad del sonido, cuando estudié las sonatas de Brahms.
En los años 70, empezó un auge de la música instrumental venezolana y empezaron a surgir grupos con formaciones varias y que contaban con solistas de distintos instrumentos, siendo los que tenían una flauta como instrumento melódico principal, los que lograron captar la atención de la mayoría del público.
Extrañamente, no hubo ningún ensamble venezolano con un clarinete como solista en esa época y solo apareció un grupo hasta el año 1996, llamado «Caracas Sincrónica» en donde el clarinetista era Alessandro García. En el año 1998, el clarinetista Alan Troudart, hizo su aporte musical incluyendo al clarinete en su producción musical «El Paito». Asimismo, José Alberto Requena «Chebeto», fue el clarinetista del Ensamble 4, grupo que editó un disco en el año 1999 titulado «Dulce y sala’o». En el año 2004, se formó el ensamble «Encayapa», agrupación a la que pertenecí y con la que di mis primeros pininos en la música venezolana.
Quizás ahora que Venezuela es una potencia en Latinoamérica como bastión de clarinetistas, podamos reconstruir esta historia y darle difusión, pues sin duda, muchas de nuestras formas musicales, encontraron en el clarinete la voz clara y diáfana para hacerse un espacio en el imaginario de los venezolanos.