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Luis Eduardo Pichardo
Les invitamos a visitar luisepichardomusica.wixsite.com
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Muchas veces nos preguntamos qué podemos hacer, qué debemos -o deberíamos- hacer. Vemos varias veces que otros gremios de artistas, escritores o filósofos se les es más fácil adoptar una postura y hablar frente -o en contra de- muchas cosas de las que algo quisiera decir el músico también. Otras veces nos preguntamos, qué hacen ellos o por qué lo hacen. Algunas veces respondemos fácilmente porque no tienen más nada que hacer o porque son intelectuales pero, ¿Qué significa ser intelectual?
La mayoría de las veces no entendemos qué significa eso de ser intelectual y quiénes lo son realmente o incluso quiénes deberían serlo. Intentaré, dentro de lo que pueda explicar lo que entiendo por intelectual -el ser intelectual, aunque yo no me considere como tal-, cuál ha sido la postura del intelectual que se ha propuesto con Michel Foucault y qué tendría que ver esto con el músico -y con esto ¿debería el músico tomar la postura de intelectual?-.
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¿Qué es el ser intelectual? En el Diccionario de la Real Academia Española dice más o menos:
Del intelecto o relacionado con esta facultad humana.
adjetivo o nombre común
[persona]
Que se dedica fundamentalmente a actividades o trabajos en los que predomina el uso de la inteligencia.
En internet encontramos una definición que dice algo así: “Intelectual es el que se dedica al estudio y la reflexión crítica sobre la realidad, y comunica sus ideas con la pretensión de influir en ella, alcanzando cierto estatus de autoridad ante la opinión pública”.
No obstante, conceptos que dependan de interpretaciones no es bueno buscarlos en lugares comunes como esos. Es mejor darse golpes con diferentes referencias que logren guiarnos hasta lo que nos pueda parecer una correcta definición de algo.
Así, en La actualidad ética de la política, en el primero ensayo de Fédéric Gros y Jorge Dávila sobre la política en Michel Foucault, definen la intelectualidad de la siguiente manera:
El intelectual no es solamente aquel cuya profesión lo obliga mucho más a la reflexión que al trabajo manual de la acción concreta. […] Lo que hace de un sabio, de un profesor, de un escritor, o de un artista, lo que lo concierte en intelectual es que él se reconoce en el deber de intervenir públicamente o, dicho de otro modo, que él se prohíbe desinteresarse completamente de la cosa política. pp. 19-20.
Ahora, ¿Qué es esa cosa política? Podríamos decir que es el hecho social. Como nos comenta Xiomara Martínez, esta cosa política –lógica política– se constituye en la modernidad en una “doble dirección: (a) metaestructura cohesionadora del Orden, y (b) como productora del Orden”. Al mismo tiempo, Martínez nos dice que esta lógica políticapuede estar percibida en una doble lectura, una que representa “las claves conceptuales específicamente modernas de inteligibilidad del mundo [lenguajes, expresiones artísticas o características socio-culturales], y en segundo lugar, sobre el sentido que le imprimen -como ideas-fuerza- a las prácticas sociales”. Entonces, el ser intelectual podría ser la persona que, dentro de su área de trabajo en el pensamiento humano, toma una postura frente al hecho social para abordar algún problema o conflicto del que crea que se debe hacer algo.
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Partiendo de allí, podríamos comenzar a pensar en la definición que Foucault propone de la crítica -y su relación con la Aufklärung, o la ilustración que trae Kant- y con ello qué postura plantea Foucault para la acción intelectual, que sería el intelectual crítico o específico. Hay que tener en cuenta que es distinto la postura crítica y la profesión de crítico que es igual de importante plantear en la actualidad musical del país, pero aquí solo tomaremos es la postura intelectual crítica.
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En su conferencia Qu’est que la critique (¿Qué es la crítica? o Crítica y Aufklärung), Michel Foucault plantea esta actitud como de “virtud general”. Ésta “virtud general” tratase de colocar del lado -“como compañera y adversaria a la vez”-, de plantear la pregunta de “¿cómo no ser gobernado de este modo, por tal cosa, en nombre de estos principios, con mira a tales objetivos y por medio de tales procedimientos; no así, no para eso, no para ellos?” Es decir es una actitud que busca confrontar los sistemas de una manera diferente, no dice “no quiero ser gobernado absolutamente de ninguna forma”, si no que busca una nueva y mejor manera de ser gobernado pero “no así, no para eso, no para ellos”. De ahí sale lo que Foucault definiría como la principal concepción de crítica: “El arte de no ser gobernados de una cierta manera”. Foucault diría que esta misma postura y arte había sido lo que Kant había definido como Aufklärung. Sería un acto de coraje, en el que se confronta la religión, el derecho y el conocimiento; “el magisterio, la ley, la autoridad del dogmatismo”. La crítica -como la plantearía la idea Kantiana- serían resolución de problemas meramente epistémicos ¿Cómo conocemos y hasta dónde podemos conocer realmente?
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Aquí es donde Foucault quiere sembrar su metodología, su actitud y su arte de la crítica, con relación casi idéntica con la Aufklärung kantiana y con diferencia de la empresa crítica kantiana; “la crítica dura que nuestra libertad se juega menos en lo que emprendemos, con más o menos coraje, que en la idea que nos hacemos de nuestro conocimiento y de sus límites”. (pp. 51-52).
Ahora bien, es en esa confrontación con la iglesia, las leyes y con el conocimiento en donde está la postura planteada por Foucault del intelectual crítico. En la iglesia por la confrontación histórica de los individuos a la hegemonía eclesiástica por medio del sustento de la biblia -Foucault le llama crítica de la biblia-. En las leyes por la confrontación con las instituciones y textos que legitiman la ilegitimidad y la injusticia. En el conocimiento por el cuestionamiento de conocimientos impuestos, y en tal caso la confrontación de conocimientos que hayan sido impuestos por entes considerados con autoridad, solo por considerarse autoridad careciendo de argumentos sustentables. Es decir, confrontación con dogmas. Esta postura no solo está compuesta por oposición a dogmas, si no que también busca a través de investigaciones -a veces historicistas- innovaciones que busquen plantear nuevos esquemas que no dependan de condicionamientos dogmáticos.
Creo que específicamente éste último problema es el que nos serviría para plantear una relación entre el músico venezolano actual y la postura del crítico de Foucault. Digo relación en sentido de interacción -un sentido casi fenoménico- que habría que desarrollar de uno hacia el otro, y no como un parentesco o similitud comparativa entre ambos objetos -el músico venezolano y la postura del crítico-.
Los artistas -y el músico incluido en el grupo- trabajan con creaciones o recreaciones -interpretaciones- de acciones que son resultado del acto de la reflexión. Es decir en la mayoría de los casos -sin tomar en cuenta a los artistas plásticos a pesar que sí partan de la reflexión-, su trabajo no consiste en construcciones manuales de objetos concretos que sean útiles para medios solamente económicos, si no que el trabajo parte de una introspección -sea cual sea el proceso creativo-, reflexión, que da a la obra un sentido trascendental interpretativo, en vez de simple utilidad comercial o productiva.
En este sentido sí, los artistas realizan un trabajo del intelecto pero esto no quiere decir que todo artista asuma o esté en el deber de asumir una postura intelectual y menos una de intelectual crítico. Sí hay artistas que deben asumir esas posturas, pero no todos necesariamente. La comunidad, o como diría Aristóteles el elemento simple que constituyen los músicos, los artistas en la sociedad y que ayudan -con su actividad- al progreso y constitución de la sociedad. En este elemento simple de la sociedad a pesar de todos tener el deber de contribuir con excelencia, no todos tienen el deber de contribuir también en la cosa política, en la cosa social. Pero sí todos deben estar consientes de los elementos de la cosa política-social que influyen en la música y demás artes.
Así los que asuman el deber de la intelectualidad crítica son la representación de éste elemento simple frente a otros que estén comprometidos con el mismo hecho. El artista independiente de este hecho interviene en la creación de sociedades.
El artista en este aspecto se diferencia del sociólogo en que el segundo necesita separarse, abstraerse a sí mismo de la sociedad que va a estudiar, pero el artista no. El artista genera documentos que él mismo vive en la cotidianidad social, que al mismo tiempo se conciben en una abstracción de sí mismo de la sociedad y participa fundamentalmente en la creación de una realidad. El artista cualquiera sea su área -incluyendo evidentemente al músico- es él mismo una especie de Aleph borgiano. En él se encuentras todos esos espacios y todos esos lenguajes que generarán documentos de confrontación con dogmas, sean éstos institucionales, sociales o personales.
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Ya habiendo definido qué es la postura, surge otra pregunta ¿cuál es el deber del músico frente a la sociedad, aún más frente a la sociedad venezolana del la actualidad? y ¿quiénes deben asumir la postura crítica de Michel Foucault?
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En primer lugar, el deber que tiene el músico con la sociedad es un deber estético. El músico por cultivar un arte cultiva, y tiene en sus manos -al igual que los demás artistas- los elementos estéticos de una sociedad, de una nación. Éstos elementos estéticos, por una condición ya expuesta por Platón, Aristóteles y muchos otros importantes filósofos que vinieron después de ellos; tienen una relación ineludible, una relación hermana, fraternal con la ética. De ahí que el compromiso estético del artista, también es un compromiso ético con la sociedad: aún más cuando su sociedad se ve atacada por problemas humanos, éticos y morales.
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Ahora, de manera más concreta el deber del músico puede ir desde la mera con(s)ciencia de su postura hasta la producción de conciertos, manifiestos, ensayos o artículos, incluso edición de partituras o de revistas musicales. La mera conciencia de su postura porque, en la interpretación o creación de una obra hay elementos internos de la con(s)ciencia del compositor o del intérprete que trascienden la reproducción y son adquiridos en el proceso de percepción del público. Conciertos donde la reproducción y la difusión de ésta con(s)ciencia puede ser entregada a la sociedad en el acto de la percepción, en éstos deben haber elementos -implícitos o explícitos- de confrontación con hechos morales. Artículos, ensayos, revistas y edición de partituras, porque ahí los elementos epistémicos del arte pueden materializarse de una manera más concreta y atemporal que en la percepción temporal de la obra, además de ser un espacio donde la confrontación argumental a dogmas o acciones injustas es más evidente.
Como había dicho más arriba, no todo músico está en el deber de asumir una postura de intelectual crítico. Quienes deben asumir esto deben ser músicos con una formación intelectual e integral de gran calidad, que tengan con(s)ciencia de los aspectos sociales que influyen en el músico y en las artes, que sean capaces de hacer levantar su voz dentro de la colectividad. Compositores, profesores, estudiantes, directores, intérpretes y musicólogos tienen dentro de ellos grupos de personas que representan su propia colectividad, su gremio y que deben asumir esta postura en nombre de su comunidad, de su elemento simple.
En la actualidad de nuestro país, es un hecho la crisis social, política, económica, y cultural que decapita cada vez más nuestra civilidad y nuestra República. Todos la sufrimos. Pero ya desde algún tiempo muchos artistas, actores, e incluso deportistas o músicos comerciales o populares han hecho algo frente a las situaciones morales y humanas que resquebrajan al país. Un ejemplo reciente ha sido el concierto Venezuela Aid Live, en el que diferentes músicos comerciales o populares alzaron su voz en solidaridad a una cosa social, y en confrontación a una doctrina, a una manera de “no querer ser gobernados”. Otro ejemplo puede ser, las posturas públicas asumidas por diferentes deportistas. La reedición de revistas, ensayos, artículos de confrontación moral con respecto a una cosa social -como El Estilete, Bid&co entre otros-.
Hoy, Venezuela pasa por un Cataclismo humano que sobrepasa cualquier confrontación ideológica o política. Es una catástrofe social, una decapitación moral del hombre libre, y es deber del arte y de la música tomar postura pública frente al hecho moral, social. Si las circunstancias nos tienen en éste país, en éste momento, es nuestra tarea no darle la espalda al país y hacer lo que esté en nuestro oficio por él. La indiferencia y el desinterés o incluso la inacción, son unas de las peores armas que tienen las tiranías contra su pueblo. Irme Kertesz decía que después de lo que pasó en Auschwitz es cosa barbárica hacer poesía, al igual con el cataclismo humano que está sufriendo nuestra República, la nación, es cosa barbárica darla la espalda y mirar a otro lado o simplemente dejarle el trabajo a otros intelectuales o gremios cuando en nosotros también hay intelectuales. Nosotros los artistas, los músicos, como he dicho anteriormente por tener un deber estético con la nación, tenemos también un deber ético. El cataclismo humano que decapita la civilidad de nuestra nación es un problema social, humano, y ya hace tiempo superó las barreras políticas partidistas y se consolidó como un problema de humanidad, social que ataca a la moral y a la ética de los ciudadanos del país.
Hoy, nuestro deber puede ser abordado de diferentes manera además de las ya expuestas arriba, la misma postura pública de nosotros hace una gran acción. Todo tipo de acción es importante, desde la más insignificante, hasta la más grande. Sí, hoy los representantes del elemento simple de la sociedad que constituye a la música deben tomar una postura crítica, una postura de intelectual crítico frente a la inhumanidad y retomar nuestro deber ético y estético con nuestra sociedad. Hoy, más que nunca debemos afrontar el problema de “no querer ser gobernados de cierta manera” y conducir nuestro hacer estético e intelectual en una contribución a esa idea moral y social planteando desde nuestro oficio nuestra manera de ser guiados.
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