Vía: CIUDAD CCS / Escrito por Luisana De Sario
Un sonido lejano le avisa que ya es hora de entrar al teatro. Alguien la toma por el brazo y la guía hasta el lado más profundo del escenario. Se detiene frente a los timbales y demás instrumentos de percusión que con destreza ejecuta. Su nombre es Lorena Rodríguez, su oficio músico de la Orquesta Sinfónica Juvenil de Caracas y su misión de vida afinar bien el oído para captar todo el universo que la vista no le revela.
Lorena atendió al llamado del arte desde muy pequeña, sólo que en su caso ha requerido un esfuerzo mayor, pues un síndrome degenerativo, conocido como amaurosis congénita de Lebel, ha pigmentado su retina hasta el punto de reducirle la visión.
Lorena RodríguezA los seis años aprendió los primeros acordes con un profesor de cuatro que era invidente. “Cuando mi hermana mayor iba a su clase de guitarra yo la acompañaba, a veces me coleaba hasta que mi mamá me pudo conseguir una guitarra, que era más grande que yo, pero bueno, más o menos la tocaba ahí”, comenta.A los nueve años ingresó al coro del Sistema de Orquestas en Propatria y casi de inmediato empezó a tocar percusión. Luego pasó por el Conservatorio de Fundamusical Bolívar y finalmente audicionó para la Sinfónica Juvenil de Caracas.
“En la orquesta a veces es difícil porque toco instrumentos grandes y las partituras están a cierta distancia. Lo que hago es aprendérmelas de memoria después de los primeros ensayos y con la lupa voy leyendo”, describe.La lejanía en la que se encuentra el director, la oscuridad de las salas, los contrastes de los colores en las paredes son elementos que determinan su ejecución en escena. Cuando el piano toma protagonismo la batuta del maestro de turno se mueve menos, allí se complica un poco la situación para ella. Sin embargo, cuando sus compañeros saben que viene una parte difícil se lo anuncian en voz muy baja.
“La última vez que pasé un susto tremendo fue cuando tocamos con el maestro Gustavo Dudamel y la chelista Natalia Gutman. Había una entrada súper incómoda, era muy piano y yo estaba tocando tímpano en ese momento. Estaba nerviosa pero la música me ayudó, escuchar es lo más importante. Siempre dicen que cuando se tiene una deficiencia en uno de los sentidos hay otro que se desarrolla, bueno el sentido del oído me ha ayudado bastantes veces”, reflexiona.
Aunque describe días de ensayos difíciles, su persistencia y fe en el poder de la música se mantienen. “Nadie sabe la experiencia de cada quien, para uno es muy fácil cuando ve a los demás, pero una cosa que me ha enseñado la orquesta es que a todos nos puede pasar algo en un concierto. Si hay una equivocación todos nos hemos podido recuperar juntos. Esa conexión de grupo es importante, ahí ya no vale que tengas toda la vista del mundo, sino que vayas escuchando y sintiendo lo que el otro va haciendo”, dice.
Lorena aprendió el método Braille previendo el desgaste de su condición visual, de hecho su prueba de ingreso para la Escuela de Artes de la Universidad Central de Venezuela, en la cual estudia Música, la realizó a través de este método de escritura. “Fue una de las primeras pruebas en Braille que se hicieron en Humanidades”, indica. Adicionalmente, estudia un manual de música para invidentes.
Su aspecto menudo contrasta con la grandeza de su experiencia de vida y la manera en que ha hecho de ella un punto de partida para crecer como artista. A diario Lorena da un impulso a su visión sin forzarla, sabe que la oportunidad de descubrir el mundo a través del oído no es cualquier cosa.