Vía: La Nación | Por Gabriel Plaza
Con más de una década traccionando la escena del nuevo tango, la Orquesta Típica Fernández Fierro no sólo parece fiel a su sonido áspero y contundente, sino a su idea combustiva de un paisaje sonoro que hable del presente. La maduración de su concepto protopunk del tango, delineado por el ataque de esa fila de bandoneones indomables, que recuerdan los riffs filosos y cortantes de las guitarras eléctricas, junto a esos magmas instrumentales adrenalínicos, le dieron paso en su último trabajo a un desafío inquietante y necesario, forjar una nueva canción urbana. La OTFF consigue en TICS ( Tan idiotas como siempre ) un manifiesto del presente generacional del tango.
Es verdad que después de doce años de historia de una nueva escena no son los únicos. El trabajo sirve como un ejercicio de estilo de una generación que, a prueba y error, está buscando su canción, su propia voz dentro del género, su argot y su forma de comunicarse. Pero en el caso de OTFF eso emerge volcánicamente, como un vómito catártico, como un grito nocturno y suburbano, simbología de un tango ubicado en la periferia, en el off del off de la postal, muy lejos de ese tango idiota, prototipo del cliché for export .
Los tracks del disco responden musicalmente a esa estética que la Fernández Fierro fue construyendo con el devenir de los años y que se fue acentuando como un rasgo definitorio. Una línea de fueyes y violines que atacan constantemente, un marcato constante en sus distintas capas instrumentales y un compás endemoniado que parece la respiración acelerada de una ciudad alienante e histérica. En TICS suena la Buenos Aires que Piazzolla había imaginado en su visión futurista, pero que mutó en la oscuridad del rock de los ochenta y que ahora vuelve en estos tangos críticos al sistema que huelen a Don Cornelio y la Zona en “Sierpes” (“Noches de oscuros presagios/ de antiguos reproches/ de arpías y daño/ transas clamor sin destino/ Pidiéndole al cielo por otro camino”), o que recuerdan el argot del Indio Solari en el tango ricotero “Pegue su tren” (“Si todo está de muerte y la yeca yutea/ no vale tanto quemar crudo/ si la monada ya se declaró en fisura/ y el compañero en trip anarco”), o que desangran en “Puente Pueyrredón” (“urbe que enfrenta a la horda marginal/ a curar tu sed de sangre/ no alcanzó para hacerte más gris, Puente Pueyrredón”).
El desafío del grupo en este disco fue abandonar casi por completo el refugio instrumental, el cemento donde hace base su sonido, para crear un lenguaje más integral con un cancionero propio. Para eso se pararon sobre dos socios compositivos como Palo Pandolfo y Tape Rubín (ya habían colaborado en el disco anterior, Fernández Fierro , de 2009) con los que logran tender esos puentes entre los códigos culturales del tango y el rock, que implícitamente impregnan a los integrantes de la OTFF.
Pero también en este disco son los integrantes de la orquesta los que avanzan en la cosmovisión propia con el aporte de su cantante, “el Chino” Laborde, con la canción “Que miran”; la dupla compositiva de Yuri Venturín y Flavio Reggiani, “En silencio” y “Desierto”, y la dosis instrumental de Santiago Bottiroli en “Marejada”. El grupo también incorpora temas de autores de su generación como Juan Lorenzo de 34 Puñaladas con “Milonga en luto” y Pablo Sensottera del Cuarteto La Púa, con el impactante “Puente Pueyrredón”.
La voz del “Chino” Laborde, locuaz y poderosamente rockera, por momentos transmite el nervio de esas aguafuertes porteñas que navegan por un paisaje caótico, crítico y suburbano, como antipostales de una “ciudad oculta”.
Ese sentimiento de banda de rock que puede tener una orquesta se transmite gracias al aporte del productor “Tito” Fargo (un ex Redondos), que logra que el pulso crudo e intenso que identifica a la orquesta se contagie a la grabación en estudio. Amén de su título ( Tan idiotas como siempre ), la OTFF se despoja de ironía para ofrecer su trabajo más inquietante y provocador.