Vía: Dw.de | Autor Izaskun García
J. S. Bach, uno de los compositores más grandes de todos los tiempos, sorprendentemente gozó en vida de buena reputación como intérprete, no como compositor. No obstante, hoy su obra cuenta con el respeto que merece.
Johann Sebastian Bach nació en Eisenach, Turingia, el 21 de marzo de 1685, en el seno de una familia de músicos. A los 10 años quedó huérfano de padre y madre y, por lo tanto, al cuidado de su hermano mayor, Johann Christoph, que por aquel entonces sólo tenía 16 años. El joven era organista y la persona a través de la que Bach empezó a conocer a los grandes compositores. A los 14 años, ingresó en la escuela de San Miguel, en Lüneburg, donde descubrió sus dotes como soprano y violinista.
Padre de 20 hijos, Johann Sebastian Bach murió en 1750 de una apoplejía después de ser intervenido para curar su ceguera, de la que sorprendentemente se recuperó pocos días antes de fallecer.
Los comienzos de un grande
Como instrumentalista, Bach no tardó en encontrar trabajo: en 1703 fue invitado a la corte de Weimar, capital cultural de la Alemania de la época, donde trabajó de violinista.
Tras una estancia en Arnstadt (Turingia) como organista, arte para el que también estaba dotado, Bach contrajo matrimonio en 1707 con su prima María Bárbara, con la que tendría siete hijos, para después regresar a Weimar, esta vez como organista y músico de cámara. De estos años datan sus grandes obras Tocata y fuga en re menor y Pasacalle en do menor.
Al final de la etapa de Weimar, el clavecista francés Jean Louis Marchand había comenzado a autoproclamarse el mejor organista de Francia y Alemania. Bach, que buscaba reconocimiento, se ofreció a batirse en duelo musical con él en Dresden. La historia cuenta que Marchand, abrumado por el talento del alemán, no se presentó. En 1717, Bach abandonó Weimar.
En ese mismo 1717, el músico alemán fue contratado por el príncipe Leopoldo de Sajonia-Anhalt como director de orquesta. Los Conciertos de Brandenburgo y Clavecín bien temperado datan de esta época, en la que gozó de gran fama y reconocimiento. También en 1717, Bach recibió la noticia de la muerte repentina de su mujer. Un año después de casaría de nuevo con Anna Magadalena Wilcke, con quien tendría nada menos que 13 hijos.
Fama interrumpida
En 1723, Bach se mudó a Leipzig, donde ejercería de director musical de la iglesia luterana de Santo Tomás. Además, se le dejó al cargo de la escuela, en la que daba clases de canto y latín. También era el encargado de poner música a las celebraciones religiosas en las principales iglesias de la ciudad.
Tras la presentación de Pasión según san Mateo, en 1717, Bach recibió duras críticas por su estilo, considerado anticuado y barroco. Sus composiciones llegaban en un momento de transformación musical, en la que se empezaba a imponer el estilo galante o pre-clásico.
En 1747 fue invitado a la corte de Federico II, el Grande, en Postdam, donde gozaría de éxito hasta su muerte.
“No arroyo, sino mar”
La música vocal de Bach, de la que se conservan unas 525 piezas, cuenta con cantatas, oratorios, pasiones, corales… La mayor parte de ella fue compuesta durante los años que Bach residió en Leipzig. Dentro de su composición instrumental (aún se conservan unas 494 obras) se incluyen conciertos, oberturas, sonatas, fugas, preludios, cánones.
Las dos grandes aportaciones de Bach a la música clásica son, por un lado, los conciertos para teclado, algo nunca visto hasta entonces y, por otro, las bases de la armonía moderna, asentadas sobre los 12 tonos del sistema temperado.
A pesar de las críticas que Bach recibió de sus contemporáneos respecto a su estilo, no fueron pocos los compositores de éxito que después recordarían su obra y se inspirarían en ella. Un ejemplo es Beethoven, que dijo de Bach (que, por cierto, significa “arroyo” en alemán) “nicht Bach, sondern Meer sollte er heißen” (no debería haberse llamado “arroyo”, sino “mar”).