El tránsito al siglo XVIII coincide con el desarrollo de un nuevo estilo de ópera -la ópera napolitana- orientada al espectáculo y basada en el imperio de las voces de las prime donne y los castrati. El empuje de este nuevo género lo convertirá pronto, bajo la denominación de ópera seria, en la marca operística que dominará Europa prácticamente hasta la Revolución Francesa.
Esta tendencia al virtuosismo y el espectáculo es el reflejo de un delicado encaje entre los modelos culturales de la burguesía y la nobleza -el primero basado en el éxito comercial y el segundo basado en el patrocinio privado y la exaltación de los valores aristocráticos- cuyo equilibrio se resolverá de manera distinta en función de las circunstancias políticas y sociales de cada país.
Así, mientras en la España borbónica y las cortes germánicas la ópera seria dependerá casi exclusivamente del mecenazgo de reyes y príncipes, en Inglaterra se asentará -con muchos percances y dificultades- gracias a un modelo íntegramente empresarial. Una vez más, la transversalidad entre las esferas popular, burguesa y aristocrática característica de la sociedad italiana confirmará a Italia como principal exportador de modas musicales, cantantes, instrumentistas y compositores.
Cuatro visiones de los castrati
El arte de los castrati – El presente mini-documental, producido como parte de la campaña promocional del álbum Sacrificium[2009], protagonizado por la mezzosoprano italiana Cecilia Bartoli. Dicho documental aporta información básica acerca de las circunstancias sociales y las características vocales de loscastrati, estrellas de la escena lírica europea del siglo XVIII.
La ópera seria
La ópera seria es el resultado de la evolución de la ópera en Italia a lo largo de las últimas décadas del siglo XVIII. La competencia entre teatros y compañías de ópera acabaría por propiciar el desarrollo de una especie de star system en el cual el éxito de las producciones dependería en gran medida del virtuosismo y la fama de los cantantes principales. El nuevo género tuvo como señas de identidad musicales el aria da capo y un estilo orquestal propio.
El aria da capo es una aria que consta de dos secciones A y B en la que la primera se repite de nuevo tras la segunda, resultando una estructura A B A. La repetición de la primera parte tiene como objetivo permitir el despliegue de virtuosismo por tanto del cantante, quien tiene la potestad de añadir agudos, fiati y fioriture a discreción.
El protagonismo adquirido por el aria da capo repercutirá en una completa escisión desde el punto de vista musical entre recitativo y aria, reducido el primero a una rutinaria forma de enlace entre aria y aria. Desde el punto de vista orquestal, la ópera seria instituyó la escritura a cuatro partes de cuerda (violines I y II, violas y bajo continuo) que será característica de la orquesta italiana y a la que se añadirán eventualmente partes para instrumentos de viento.
El estilo orquestal es a menudo virtuosístico e incisivo -con pasajes rápidos, trémolos y variedad de ataques- pero simple desde el punto de vista de la textura -a menudo consistente en dos voces reales, una aguda de violines y otra de bajos más violas-. La ópera seria se abre con un breve fragmento orquestal en tres secciones (rápido – lento – rápido) denominado “sinfonía” que epitomiza estos rasgos y será el germen de la sinfonía clásica.
La ópera seria se erigió pronto en el género internacional por antonomasia del siglo XVIII, cultivado por compositores de todo el continente -entre ellos algunos de los más grandes de su generación, como es el caso del veneciano Antonio Vivaldi o del alemán nacionalizado inglés G. F. Händel– y de las posteriores -como el austríaco W. A. Mozart– y admirado en todas las grandes ciudades europeas desde Lisboa a San Petersburgo.
La excepción más notable a la hegemonía italiana la ofrecerá Francia, que se mantendrá fiel al modelo lullyano, custodiado por las instancias oficiales desde la Academia Real de Música. Esta institución obligará a las producciones italianas que se sometan al gusto nacional, mediante la traducción de los libretos al francés, la limitación del virtuosismo de los solistas o la incorporación de música de ballet.
Georg Friedrich Händel – Rinaldo – Aria “Lascia ch’io pianga” [1711].
Antonio Vivaldi – Il Giustino – Aria “Vedrò con mio diletto” [1724].
Nicola Porpora – Siface – Aria “Come nave in mezzo all’onde” [1725].