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El madrigal venezolano o canción romántica hunde sus raíces en la propia idiosincrasia de este singular pueblo; rico en folklore y en manifestaciones musicales (Cicerón)
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Vía: www.filomusica.com | Por Pablo Ransanz Martínez, desde Madrid
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Los inicios del madrigal en Venezuela
La inmensa riqueza musical de Venezuela se debe, en gran medida, al gran talento y a la alta sensibilidad hacia esta disciplina artística que varias generaciones de compositores e instrumentistas han sabido cultivar y potenciar, así como a ese afán y esa manifiesta pasión por la Música – con mayúsculas, sí -, que han demostrado siempre los directores musicales y corales de las agrupaciones musicales más emblemáticas de este bello país.
El madrigal venezolano o canción romántica hunde sus raíces en la propia idiosincrasia de este singular pueblo; rico en folklore y en manifestaciones musicales muy diversas, variado y plural desde el punto de vista etnológico y sociológico; y, sin duda alguna, complejo en su estructura sociopolítica (muy en especial, desde el siglo XVII hasta nuestros días).
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El impulso definitivo al madrigal surge en los albores del siglo XX; cuando, tras un declive musical que parecía abocar al desastre cultural y musical del país, aparecen compositores de primera línea que revigorizan la vida cultural de Venezuela, músicos entregados que comienzan a adquirir paulatinamente altos compromisos en las instituciones del Estado.
El director musical Alfredo Rugeles explica de la siguiente manera esta difícil etapa para la consolidación del género de la canción venezolana:
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La cultura venezolana – y por ende su música -, es el resultado de la mezcla de tres razas: la indígena, la mediterránea -especialmente la española- y la negra africana.
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“Los últimos años del siglo XIX y el principio del siglo XX se caracterizan por una decadencia en la formación y en la calidad de los músicos. Ya para 1919 comienza un resurgimiento y despiertan los músicos de aquel largo letargo. Los principales propulsores de esa primera etapa de renovación son Vicente Emilio Sojo, José Antonio Calcaño (1900-1978), Juan Bautista Plaza (1898-1965), Miguel Angel Calcaño (1904-1958), Juan Vicente Lecuna (1891-1954) y Moisés Moleiro (1904-1979).”
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Por su parte, la Dirección de Cultura de la Universidad Central de Venezuela (Caracas), con motivo del vigésimo quinto aniversario de la fundación del Orfeón Universitario de la citada institución pública (1967), relata en un breve prólogo de una colección de seis cuadernos – dedicados íntegramente a la canción y al madrigal -, las vicisitudes de muchos de aquellos músicos, todos ellos en estrecha relación con la proliferación de madrigales y de muy diversas canciones corales polifónicas:
“(…) reúne a un grupo de compositores de varias generaciones en torno a un género que ha sido cultivado muy especialmente por los músicos de la Escuela de Caracas, a partir de los años treinta [siglo XX], cuando apareció en Orfeón Lamas, de histórica importancia. El número y la calidad de las composiciones que, desde entonces, ellos han hecho para el canto coral, son verdaderamente significativos. Es indudable que representan valiosa creación y que han contribuido a la búsqueda y al desarrollo de un acento propio y universal en el arte venezolano de estos tiempos.”
El lenguaje musical de los principales impulsores: Moisés Moleiro, Vicente Emilio Sojo y José Antonio Abreu
Moisés Moleiro (Zaraza, Venezuela, 28 de marzo de 1905 – Caracas, íd., 18 de junio de 1979), ha sido uno de los mayores impulsores, intérpretes (piano) y creadores en materia de música coral y orquestal en este país durante el pasado siglo. Entre sus composiciones más importantes, destacan las siguientes: Estampas de Llano, Sinfonía al estilo clásico, Cinco sonatinas, Suite infantil y Joropo1.
Reconocido nacional e internacionalmente por su gran quehacer docente, la musicóloga Clara Rodríguez realiza una magnífica síntesis de la importancia del lenguaje musical de Moleiro; un lenguaje y un estilo propios que ayudarían definitivamente a la fundación de ambiciosos proyectos pedagógico-musicales a lo largo y ancho de toda la geografía de Venezuela, y que aún hoy dan sus frutos entre los más jóvenes:
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“El lenguaje musical de Moleiro es de mucha sencillez y transparencia, sin dejar de ser altamente original. La cultura venezolana – y por ende su música -, es el resultado de la mezcla de tres razas: la indígena, la mediterránea -especialmente la española- y la negra africana. Hablar de esto tiene mucho sentido cuando pensamos que la música tradicional de Venezuela tiene muchos rasgos provenientes del barroco español. Un ejemplo tangible es que el origen del arpa criolla venezolana nace como una emulación al clavecín y al clavicordio, traídos al país por los españoles. La relación de la música de Moleiro con todo esto es perfectamente audible en el estilo scarlattiano de las Sonatinas y Toccatas para piano, las cuales combinan la esencia europea con los sutiles acentos y síncopas netamente venezolanos.”
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Un ejemplo tangible es que el origen del arpa criolla venezolana nace como una emulación al clavecín y al clavicordio, traídos al país por los españoles
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Vicente Emilio Sojo – el otro gran exponente de la composición venezolana del siglo XX -, vino al mundo el 8 de diciembre de 1887 en la localidad de Santa Cruz del Valle de Pacairigua (Guatire), perteneciente al Estado venezolano de Miranda. Sus padres biológicos fueron Francisco Reverón López y Luisa Sojo. Precisamente, este gran músico tomaría “prestado” años más tarde el apellido de su madre para su dilatada carrera artística, que le llevó a las principales ‘mecas’ musicales del mundo.
Nuestro protagonista comienza su extraordinaria andadura musical a los nueve años de edad, de la mano de Henrique León y Régulo Rico. Aún con las limitaciones propias de quien nace en un ambiente rural y humilde, dotado de infraestructuras muy básicas y con escasas posibilidades de acceder a la cultura más elemental, Sojo vencería las dificultades iniciales contra todo pronóstico. El trombón, la flauta, el violín y la guitarra (esta última la aprendió a tocar sin ayuda de nadie), serían compañeros inseparables en su incipiente carrera musical. Sin el apoyo incondicional de Rico, Vicente Emilio nunca hubiese podido emprender el camino que le apasionaba. De la mano de sus mentores, se inicia en el estudio de disciplinas como solfeo y canto, comenzando a esbozar sus primeras composiciones a finales del siglo XIX.
A principios de la centuria pasada (1906), con tan sólo diecinueve años, el joven músico – aún aficionado y casi autodidacta -, se traslada a la capital de Venezuela (Caracas), en busca de prosperidad y de un futuro musical en las instituciones públicas estatales.
Sobreponiéndose a las dificultades económicas, trabaja como vendedor de tabaco durante algún tiempo (1906-1909, aprox.), para sufragarse material musical con el que poder desenvolverse en aquella difícil etapa – además de ocuparse de su propia manutención y de otros gastos -. De esta forma,Sojo procuraba dedicar todo su tiempo libre a la Música, su gran pasión.
Finalmente, en 1910 consigue ingresar en la Escuela de Música y Declamación de la Academia de Bellas Artes de Caracas.
Será de interés para los lectores de Filomúsica conocer (grosso modo) la producción musical más relevante de este venezolano universal. En su corpus tienen cabida canciones corales – entre las que se incluyen madrigales y canciones polifónicas -, y un extenso repertorio religioso: siete misas, varias cantatas, quince motetes, excelentes salmos, dos vibrantes ‘Te Deum’, un ‘Requiem’ (cuyo dedicatario post mortem fue el insigne Simón Bolívar), una espléndida colección de canciones para canto y piano, y su célebre Misa cromática, considerada por muchos expertos como su obra más importante.
El Maestro Sojo nos ha dejado una pléyade de excelentes artistas venezolanos (compositores, directores e intérpretes) de varias generaciones distintas, que han crecido y se han desarrollado profesionalmente bajo su tutela e influencia. Cabe destacar los siguientes compositores: Evencio Castellanos, Antonio Estévez, Ángel Sauce, Antonio José Ramos, Leopoldo Billings, Gonzalo Castellanos, Carlos Figueredo, Inocente Carreño, José Luis Muñoz, Manuel Ramos, Andrés Sandoval, Antonio Lauro, Blanca Estrella de Méscoli, José Clemente Laya, Modesta Bor, Raymundo Pereira y Rogelio Pereira.
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“la música es un instrumento irremplazable para unir a las personas”.
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Don José Antonio también he desempeñado un papel relevante en el más ambicioso proyecto – quizá – de todos los que se han venido realizando en las últimas décadas en la geografía venezolana: la puesta en marcha de la Orquesta Sinfónica de la Juventud Venezolana Simón Bolívar
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Vicente Emilio Sojo fallecía en Caracas el 11 de agosto de 1974, víctima de una arteriosclerosis diagnosticada casi cuatro años antes (1970)…
José Antonio Abreu (Valera [Trujillo], Venezuela, 7 de mayo de 1939 – ), es uno de los compositores vivos más sobresalientes de todo el panorama musical de Venezuela. Alumno aventajado en Caracas (a partir de 1957) de Vicente Emilio Sojo (composición) y de Moisés Moleiro (piano), inicia sus estudios musicales en Barquisimeto (estado de Lara), para proseguirlos poco después en la capital venezolana, donde recibió, además, clases de manos de Evencio Castellanos (órgano y clavecín).
Abreu se ha distinguido por su extraordinaria tenacidad y su férreo compromiso con la juventud de su país natal, para la que ha trabajado con gran ilusión en cientos de proyectos musicales en diversas regiones, incluyendo las más pobres y desfavorecidas. Es miembro fundador de la Orquesta Sinfónica Simón Bolívar (OSSB), así como también de la prometedora Orquesta Sinfónica Nacional Juvenil (1975). A Abreu se le debe, además, la creación de la Fundación del Estado para el Sistema Nacional de Orquestas Infantiles y Juveniles (FESNOJIV, 1976).
Este gigantesco proyecto (una extensa red de orquestas y coros nacionales), involucra en la actualidad de forma directa a más de doscientos cincuenta mil jóvenes músicos e intérpretes de toda Venezuela. Don José Antonio también he desempeñado un papel relevante en el más ambicioso proyecto – quizá – de todos los que se han venido realizando en las últimas décadas en la geografía venezolana: la puesta en marcha de la Orquesta Sinfónica de la Juventud Venezolana Simón Bolívar, a cuyo frente se encuentra en la actualidad el joven y prometedor director Gustavo Dudamel.
El principio básico por el que se rige esta agrupación juvenil es el de que “la música es un instrumento irremplazable para unir a las personas”.
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Carolina Jaimes Branger, después de asistir a uno de los numerosos conciertos de la Orquesta Sinfónica Simón Bolívar dirigidos por Abreu hace escasos meses, se pronunciaba en los siguientes términos, que constituyen toda una declaración de principios (en la opinión del autor de este artículo):
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“Venezuela sí tiene remedio. Escribo este artículo al salir de un concierto de la Orquesta Sinfónica Simón Bolívar, en el que no sólo se elevó mi espíritu, sino que me hizo creer nuevamente en nuestra patria. Admiro y aprecio la obra de José Antonio Abreu. Pienso que él es una de las personas que más ha hecho por la cultura en este país, en todos los tiempos.
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Esto me sucede cada vez que asisto a una presentación de las orquestas que Abreu fundó. La calidad de la ejecución, basada en altísimos estándares de excelencia, método y disciplina, ha hecho del Sistema Nacional de Orquestas Juveniles e Infantiles de Venezuela un ejemplo a seguir. El oír a los jóvenes maestros interpretar de manera impecable a los grandes maestros, es una apuesta a futuro: en Venezuela sí podemos hacer las cosas bien, por lo tanto saldremos adelante. En el presente, me sirve de antídoto contra el pesimismo ante la situación actual.
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José Antonio Abreu tiene el mérito de haber acercado la cultura al pueblo. Pero tiene aún más mérito por haber acercado el pueblo a la cultura. Ya son cerca de cien mil integrantes que conforman sus orquestas, cien mil jóvenes que conocen el valor de la superación. Y eso gracias a que él le enseñó a un grupo importante de venezolanos que no pueden conformarse con ser mediocres si pueden ser excelentes; que los éxitos en la vida se consiguen a costa de esfuerzo y constancia, por lo que no deben temer a la exigencia y al trabajo duro. Todo eso da frutos. Abreu debe sentirse orgulloso de esos frutos que está cosechando.”
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Enrique Planchart y la poesía venezolana de mediados del siglo XX
Uno de los poetas más relevantes de la época reciente de la Historia de Venezuela ha sido, sin duda alguna, Alfredo Arvelo Larriva, máximo exponente del modernismo venezolano. El desarrollo de la Literatura en este precioso país amazónico conocería cotas muy altas durante el siglo XX con nombres como los de Sergio Medina, Andrés Eloy Blanco, Ismael Urdaneta y Andrés Mata.
Enrique Planchart pertenece a un selecto grupo de poetas que el propio Alfredo Rugeles, en uno de sus escritos, cita junto a otras bazas importantes de la poesía de su tierra:
“Vale mencionar también a Fernando Paz Castillo, a Luis Barrios Cruz, a Jacinto Fombona Pachano, a Rodolfo Moleiro, a Enrique Planchart, a Luisa del Valle Silva, a Enriqueta Arvelo Larriva, a Héctor Cuenca, a Julio Morales Lara y a Luis Enrique Mármol. Mención aparte merece José Antonio Ramos Sucre, maestro del poema en prosa, erudito, simbólico y misterioso.”
Un poema, un madrigal
Uno de los madrigales menos conocidos en nuestros días de todos los que alumbrara Abreu en su fecunda etapa compositiva – paralela a su magisterio en las aulas -, es éste que a continuación se reproduce íntegro para todos nuestros lectores de Filomúsica (publicado en la serie de cuadernos corales que Vicente Emilio Sojo promoviera hace más de cuatro décadas en Caracas); un madrigal bello y profundo, de esmerado contrapunto y con constantes cambios de compás y ritmo – lo que añaden una enorme dificultad a la interpretación del mismo -, inspirado en versos del ya citado Enrique Planchart
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