Los desacuerdos entre Moshe Leiser y Riccardo Chailly concluyeron con el director belga llamando estúpido y gilipollas al maestro italiano tras la representación
La Scala de Milán, templo de la ópera internacional y de sublimes noches de arte, es también escenario de tremendas batallas de odio como las protagonizadas entre los directores de la «Juana de Arco» de Verdi que inauguró su temporada y que terminó en insultos.
Los desacuerdos entre Moshe Leiser, director de escena junto con Patrice Caurier, y el director musical Riccardo Chailly ya durante la preparación de la obra concluyeron con el director belga insultando al maestro italiano tras acabar el exitoso estreno, como puede verse en grabaciones que recogen los medios locales.
En la grabación en directo que realizó el propio teatro de lo que sucedía entre bambalinas, se escucha a Leiser que, tras terminar la ópera, se dirige a Chailly para felicitarle: «Congratulations Maestro, really congratulations» (Felicidades maestro, felicidades de verdad). Pero, al no recibir respuesta por parte del maestro, el director belga agrega en inglés: «Asshole» (estúpido) y por si no lo hubiera entendido se lo repite en italiano: «Stronzo di merda»(gilipollas), un lenguaje al que poco estaban acostumbrados los oídos de la refinada Scala.
El maestro italiano no contestó, pero su irritación le llevó incluso a encerrarse en el camerino y no salir para mostrarse a la prensa o las personas deseosas de felicitarle. Los diarios italianos se dedican a desenredar lo que ha llevado a tanto odio entre los directores de una «Juana de Arco» que para el público fue un auténtico éxito, con once minutos de aplausos e incluso para el severo «Loggione», la zona de los aficionados más críticos, poco proclive a modernidades.
«Casi no se hablaban», revela un miembro de la orquesta a «La Repubblica», que cuenta cómo Chailly daba instrucciones al coro, cantantes y otros colaboradores sin consultar a Leiser para que cambiaran detalles del escenario o algunos momentos de la interpretación.
El director italiano se opuso a que una escena se desnudara el tenor Franco Meli en el papel de Carlos VII y tampoco apreció la escena de los diablos que provocan de manera erótica a Juana de Arco: en general el gusto clásico de Chailly chocó desde el principio con la visión algo «kitsch» de la pareja Leiser-Caurier. El coro había pedido estar algo más cerca para poder seguir la batuta de Chailly, pero Leiser y Caurier les habían colocado demasiado al fondo. Otro motivo de trifulca durante las pruebas.
La «maldición» de La Scala
Lo de la «Juana de Arco» parece una nueva maldición de esas que el teatro arrastra durante años, pues también fue la última que Giuseppe Verdi preparó con el empresario de La Scala Bartolomeo Merelli tras pelarse por divergencias por el montaje de las escenas y el vestuario.
Los nervios y las incomprensiones a la hora de interpretar una obra se viven en todos los teatros del mundo y algunas han pasado a la historia como la furiosa pelea entre Herbert Von Karajan y Giorgio Stehler en Salzburgo en 1974 y La Scala también cultiva su mito con estos episodios.
Recientemente se recuerdan las discusiones entre Dmitri Tcherniakov y Daniele Gatti por la puesta en escena de «La Traviata» de hace dos años debido a una Violetta que se dedica a la inusual labor de amasar una pizza junto a Alfredo en una más que improbable escena.
En 2011 se vivió la pelea entre Daniel Barenboim y Robert Carsen, quien acabó llorando, acusado por su austero Don Giovanni. Por el contrario, en 2009 Barenboim -que dejó la dirección la pasada temporada- salió a abrazar a la directora escénica Enma Dante después de la sonora pitada que recibió por su interpretación de «Carmen».