Vía: www.abc.es/ Por JOAQUÍN GUZMÁN
Hay casos en que la emoción en el arte se encuentra en un lugar distante de la perfección. Si tengo que elegir prefiero vivir el milagro en la imperfecciónque la asepsia en un mar de perfección. Es indiscutible que las prestaciones del instrumento de Plácido Domingo distan de lo que fueron en su día, pero la capacidad expresiva, el timbre, la presencia escénica obraron una vez más el milagro, esta vez más si cabe en comparación con otras apariciones recientes por este coliseo. Las arias finales “Pietà, rispetto, amore” y “Mal per me che m´affidai”, llenaron de emoción el patio de butacas como sólo el gran arte es capaz de hacerlo. Los bravos no fueron por una carrera, no fueron de respeto o porque “toca” aplaudir a Domingo. Emergieron de forma espontánea por lo que allí se escuchó. El “problema” Domingo es que mientras siga cantando así, lo seguirá haciendo, aunque empiecen a surgir voces discrepantes, y allí estaremos para comprobar como una vez más toma forma el milagro.
Cuando pasa el tiempo y en el recuerdo se van difuminando los detalles visuales de las representaciones, quedan las sensaciones y una especie de imagen que resume en nuestra memoria toda una velada. En este caso, la escena de Peter Stein, nos evoca la oscuridad como elemento dramático. Es una propuesta en que la tiniebla juega un papel teatral, rota, aunque sea una paradoja, por una excelente iluminación (en algunos momentos, dirigida). Hay que imaginar muchos espacios que se nos presentan en su mínima expresión, lo que es algo que, como ya he dicho en otras ocasiones, no debe representar algo negativo si la dirección de cantantes es efectiva, de acuerdo con un libreto y este último no sufre los atropellos con los que de vez en cuando nos tenemos que topar. Como contraste, son especialmente lúcidas las escena en las que el coro se convierte en el bosque animado y tres bailarines en blanco hacen las veces de brujas.
Hemos hablado de Domingo y no podemos olvidarnos de la otra triunfadora de la noche: la mezzosoprano rusa Ekaterina Semenchuk en un papel, el de Lady Macbeth verdaderamente infernal, todo un reto vocal y dramáticamente. Magnífica en líneas generales tanto en potencia como en colocación y fraseo. Una cantante que da gusto escuchar. Quizás un exceso de seguridad le jugó un par de malas pasadas en dos sobreagudos fuera de colocación que tuvo que cortar para evitar males mayores. Seguro que sus prestaciones van incluso a más, teniendo en cuenta que Semenchuk debuta en este enorme rol verdiano.
Muy interesante la lectura del joven director Nanasi que ya gustó mucho en un reciente Castillo de Barbazul. Tiene hechuras, personalidad y talento para ser una batuta a tener muy en cuenta en el futuro. Dirigió con pulso verdiano, que me llamó la atención dada su formación centroeuropea más que italiana, firme y muy ordenado. Los acelerandos perfectamente medidos, tuvieron todo el sentido, otorgando una intensidad volcánica como en el coro que cierra el primer acto. Recibió aplausos aunque entiendo que mereció más por parte del público. Un director más mediático hubiese sido recibido en escena de otra forma. Cosas de los públicos. Para lograr todo ello si no se tiene un instrumento adecuado es imposible. Ese instrumento milagroso existe y es laOrquesta de la Comunitat que brilló como en las mejores ocasiones. Resplandeciente el Cor de la Generalitat en su importante labor en esta ópera. Un coro que si bien mantiene su excelente nivel a lo largo de toda la representación, en los momentos clave parece que da un giro de tuerca imposible y literalmente sabe como sobrecogernos. En este caso fue con un antológico Patria oppressa.
Giorgio Berrugi fue una agradable sorpresa con una excelente “ah, la paterna mano”, con un timbre hermoso y un fraseo puramente verdiano a pesar de que momentáneamente perdió suelo en una escala que le salió fuera de tono. El directo tiene estas cosas. Vinogradov fue un buen Banco. Su canto es notable pero su voz es un tanto irregular en la emisión. Cumplieron correctamente el resto de participantes para culminar una noche memorable.
Palau de Les Arts
Macbeth, de Giuseppe Verdi
P. Domingo, E. Semenchuk, G. Bererugi, A. Vinogradov, F. Lara,
Cor de la Generalitat
Orquesta de la Comunitat Valenciana
Henrik Nánási, dirección musical
Peter Stein, dirección de escena