Escuchar música es una de las cosas cotidianas que prácticamente tod@s hacemos cada día. Es más, tengo una amiga cuya vida esta casi absolutamente basada en la música (aparte de la medicina), y da gusto ver como habla de ella, como se nota que le hace sentirse tremendamente feliz. Y esto se debe precisamente a que las melodías provocan que liberemos dopamina en nuestro cerebro, la hormona del placer, de la que tantas veces hemos hablado en MedCiencia.
Si habéis seguido artículos anteriores sobre la dopamina, recordaréis que se libera en otras situaciones de la vida que también provocan placer: atracción sexual, drogas, juegos e incluso delante de comida deliciosa. Cuando escuchamos música, nuestro cerebro también libera esta sustancia química, llenándonos de motivación y, aunque suene excesivo, también incluye cierta adicción, según un reciente estudio publicado en Nature Neuroscience.
En esta investigación se ofrece una explicación biológica sobre el por qué de la música en nuestras vidas, por qué acompaña a diversos eventos importantes en todo el mundo y durante tantos siglos, por qué esta ahí desde los comienzos de la historia humana.
Como comenta Valorie Salimpoor, neurocientífica de la Universidad de McGill de Montreal:
“Seguir las melodías y anticipar lo que va a venir después, y confirmarlo o sorprenderse, y todos los demás pequeños matices cognitivos añadidos son los que provocan ese increíble placer. El refuerzo o recompensa que sentimos procede casi en su totalidad a causa de la dopamina”
En un estudio anterior, Valorie Salimpoor y sus colegas ya habían vinculado la música con el placer, ya que habían detectado una excitación emocional intensa, incluyendo cambios de frecuencia cardíaca y respiratoria, cambios en el pulso y demás factores emocionales; junto a otros factores físicos como temblores o escalofríos.
Según estos investigadores, toda esta experiencia sucede a causa de los sonidos, provocando que la sangre fluya hacia las regiones del cerebro implicadas en la liberación de dopamina.
Para asegurar su descubrimiento, estos científicos reclutaron a ocho amantes de la música y los llevaron al laboratorio, donde les hicieron escuchar música que les provocaba escalofríos de placer. Entre estos sonidos se encontraban piezas de música clásica, jazz, rock y pop, incluyendo Led Zeppelin por ejemplo.
Tras 15 minutos de música, los investigadores inyectaron una sustancia radiactiva a los voluntarios, que se uniría a los receptores de dopamina. Y, gracias a un escáner PET, los investigadores pudieron encontrar si esta sustancia circulaba ya a nivel sanguíneo, junto a la dopamina, confirmando así que ya se habían liberado grandes cantidades de dopamina que circularían por todo el organismo de los participantes.
Es decir, si ya existía mucha dopamina liberada, esta sustancia se uniría a sus receptores, y si esta dopamina ya no está en el cerebro sino a nivel sanguíneo, significa que se han liberado grandes cantidades, produciendo placer. En definitiva, se demostró que cuando escuchamos música y sentimos incluso escalofríos, estos se deben al placer generado por esta sustancia.
Una vez demostrada la teoría de la liberación de la dopamina, los investigadores pusieron a los participantes en una máquina de resonancia magnética funcional, para así poder captar el bombeo de dopamina en tiempo real. Durante el experimento, el escáner mostró que la dopamina era liberada tanto durante la fase de anticipación musical como en el momento de los escalofríos, momento en el cual la dopamina era liberada con toda su intensidad.
Y, finalmente, como ya hemos adelantado al principio del artículo, también se demostró que la música, de la misma forma que el sexo o las drogas, puede ser ligeramente adictiva, como confirma David Huron, investigador de la cognición musical en la Universidad Estatal de Ohio.