Shani, pianista y director de 26 años y ganador del Premio Mahler en 2013, fue el encargado de cerrar el concierto de gala dirigiendo la última obra fuera de programa de la noche: la obertura de “Ruslán y Liudmila”, de Mijail Glinka.
Buenos Aires.- Cuando el concierto que Daniel Barenboim y Martha Argerich protagonizaron en la tarde del miércoles en el Teatro Colón de Buenos Aires parecía llegar a su fin, el director argentino-israelí presentó ante el auditorio a una joven promesa: Lahav Shani.
“No olviden este nombre”, dijo Barenboim ante unos 6.000 espectadores. “Dará mucho de qué hablar”, aseguró. Y ante la mirada atónita y sonriente de la orquesta, alentó al público de la gran sala del teatro a repetir: “Lahav Shani”, y el auditorio coreó aquel nombre que, en su mayoría, escuchaba por primera vez.
Shani, pianista y director de 26 años y ganador del Premio Mahler en 2013, fue el encargado de cerrar el concierto de gala dirigiendo la última obra fuera de programa de la noche: la obertura de “Ruslán y Liudmila”, de Mijail Glinka.
El israelí, que trabajó entre otros con Zubin Mehta como asistente de dirección, fue muy celebrado por la propia orquesta en su breve aparición en escena.
La velada del miércoles fue hasta ahora la más “clásica” de la actual edición del Festival Barenboim en el Teatro Colón: a diferencia de las fechas previas, que inclyeron obras de Pierre Boulez, Béla Bartók y Arnold Schönberg, esta presentación estuvo dedicada a Ludwig van Beethoven y Piotr Chaikovski.
El concierto nro. 2 para piano y orquesta de Beethoven, uno de los más clasicistas del compositor, en el que se hace oír la clara huella de Wolfgang Amadeus Mozart, contó con una nítida interpretación de Martha Argerich como solista.
En la segunda parte de la noche se escuchó la sinfonía no. 4, Op. 36, de Chaikovski, a cargo de Barenboim y de su orquesta West-Eastern-Divan que, tal como destacó el director recientemente es, junto con su presencia y la de Argerich, el tercer pilar del festival que lleva su nombre.
“No es otra orquesta para hacer música”, observa el director, es una orquesta “para hacer música pensando”. Así describe el conjunto, integrado por árabes e israelíes en un intento por promover el diálogo y la convivencia.
Barenboim y Argerich rindieron además homenaje a la recientemente fallecida pianista y pedagoga argentina Pía Sebastiani. Decidieron dedicarle el “Bailecito” de Carlos Guastavino, a dos pianos, y pedir el silencio del público en su honor.