Vía: elnuevodia.com | Por Tatiana Pérez Rivera
Más que “buena mano” el director de orquesta requiere de carisma y liderato en el podio. Una nueva generación mantiene la tradición
‘Señorita, usted no viene a dirigir, viene a cantar’, le advirtió su profesora a una niña de cinco años que imitando sus gestos levantaba los brazos.
Era cierto. Cantaría en un coro y así desarrollaría su voz de mezzosoprano pero además se interesaría luego en la composición de obras musicales. Y para que haya precisión en la pieza se requiere un ensayo. Y para que un grupo de músicos ensayen debe estar presente un director. Así que la niña que levantaba los brazos imitando gestos volvió a repetirlos aunque esta vez guiada por el instinto. Le gustó.
“Nos reuníamos y ensayábamos bien tarde en el Conservatorio (de Música de Puerto Rico)”, recuerda Helen González, directora de orquesta, “era bien intuitiva, lo hacía sin saber qué estaba haciendo pero he estado en la música desde los 4 años cuando empecé en el Coro de Niños de San Juan. Hay muchos directores que te inspiran”.
Esta es una profesión de mentores. Un director reconoce en otro músico el potencial. En el caso de González, quien tocó viola y violín en el Conservatorio a partir de los 8 años y ya culminó su maestría en Dirección en la Georgia State University School of Music, fue el maestro Roselín Pabón quien le hizo contemplar la posibilidad.
“En mi graduación del Conservatorio el maestro Pabón me dijo ‘tú vas a ser directora de orquesta’. Me entrené con él cuando me gradué y antes de hacer la maestría”, recuerda González.
“Y, definitivo, en esta profesión necesitas tener un mentor no importa cuántos años lleves en ella porque, como los instrumentistas, nunca se deja de aprender”, agrega González quien imparte cursos de dirección de orquesta en el Conservatorio, lidera la Orquesta de Cámara de la Universidad de Puerto Rico en Río Piedras -integrada por alumnos de distintas facultades- y fundó la Orquesta de Cámara de San Juan que con músicos jóvenes expone a niños “de forma amena” al repertorio clásico.
La carrera es una de resistencia. El maestro Roselín Pabón, director asociado de la Orquesta Sinfónica de Puerto Rico, afirma que es usual “probar” a quienes tienen inquietud pero “si no tienen el talento, a la larga, lo dejan”. “Porque es muy difícil”, explica.
Pabón menciona que dos habilidades básicas tienen que estar presentes en el aspirante: habilidad musical y coordinación de ritmo.
“Por medio de gestos debe transmitir un mensaje musical”, subraya Pabón, “a veces tratan y no les va bien con el ritmo, que es el primer paso de la dirección, y los conjuntos necesitan eso para tocar una obra. Hay que tener una buena mano, una buena batuta y después viene el conocimiento, el estudio de la partitura, del idioma, de la armonía. Muchas cosas se necesitan para dominar la dirección lo más posible y mientras más viejo uno se pone, más uno se da cuenta de cuánto más se tiene que estudiar. Ese trabajo nunca lo acabo”.
El director y profesor también insiste en que antes “un director era pura personalidad, carisma y talento” pero en el mundo actual la tecnología ha exigido que además se considere la imagen. “Les importa mucho”, dice Pabón.
“Vamos a darle”
La oferta le llegó a Karlo Flores en el año 2010 y la aceptó. Tenía que dirigir una orquesta infantil y juvenil. Pero Flores, desde los 7 años, había sido violinista.
“Me quedé de una pieza”, recuerda el músico quien por 17 años fue concertino de la Orquesta Sinfónica de Bayamón, agrupación que recesó el año pasado, “esto vino con el proyecto Música 100 x 35 donde aún trabajo como director de orquesta y coordinador”.
El programa se basa en El Sistema, método de enseñanza musical creado en Venezuela por el maestro Luis Abreu que expone niños de comunidades desventajadas a aprender a tocar un instrumento musical. El Conservatorio abrazó el proyecto en el 2009.
“Como director académico estaba el gran violinista y director de orquesta venezolano Eddie Marcano quien me dijo ‘tú deberías comenzar a trabajar esto más en serio’. En Venezuela le dan duro a la dirección desde pequeños, mira el caso de Gustavo Dudamel que a los 14 años ya lo conocían”, alude Flores al afamado director venezolano que despuntó en la dirección orquestal internacional en su juventud, “era un reto pero dije ‘vamos a darle’”.
Con Marcano aprendió a mirar la partitura con otros ojos, a identificar aspectos importantes que atender en la ejecución musical y a pararse frente a una orquesta.
La que se formó en el núcleo de Bayamón fue atendida por Flores. Con la partida de Marcano, éste heredó no solo la dirección de la orquesta juvenil sino además tareas como escoger el repertorio, los conciertos y la programación de cada semestre.
Entonces recibió la llamada de otro mentor, Maximiano Valdés, director titular de la Orquesta Sinfónica de Puerto Rico quien lo había visto dirigir la Orquesta Juvenil.
“Me comentó sobre su especial interés en desarrollar talento joven en el campo de la dirección en Puerto Rico y hasta el sol de hoy es mi maestro. He tenido muchas buenas experiencias”, dijo Flores quien aguarda por respuestas de universidades estadounidenses a las que solicitó para estudiar una maestría en dirección orquestal.
“Esto se convirtió para mi en una gran pasión”, acepta el joven quien siempre pensó que su vida profesional estaría integrada por “el violín y yo solitos por ahí para abajo”, pero la dirección se ha convertido en “una ventana de aprendizaje”.
“Ves la música desde otro punto de vista, puedes expresar sus ideas de forma diferente a cuando te sientas en una silla. Además, ves cómo vas transformando a los niños y a los jóvenes con la disciplina musical, cómo van adquiriendo cosas necesarias para tener una vida recta y ser una persona de provecho. Aunque haya rencillas en los lugares donde viven, compartir el atril, la música y el instrumento los une. Y cuando después cuando los encuentras transformados te das cuenta que valió la pena el tiempo que estuviste sudando la gota gorda con ellos”, sostiene Flores.
El pasado noviembre Valdés lo sorprendió con la oportunidad de dirigir a la Orquesta Sinfónica durante el concierto del proyecto Experiencia Sinfónica.
“Tuve ese honor”, rememora Flores.
“Se dio en un ambiente de mucho respeto, cordialidad y apoyo. Muchos de ellos fueron mis mentores y son las personas que me impulsaron en la música. Fue una gran reunión”, afirma y agrega que además tuvo “el placer”, de dirigir la Orquesta Filarmónica Arturo Somohano, “esto va para largo. Definitivamente estoy poniendo mi empeño para hacer una carrera en dirección”.
Frente a la orquesta
El silencio se impone en ese instante que precede la primera nota musical una vez el director sube al podio. “Son muchas emociones encontradas”, describe la directora González .
“Si uno conoce bien la obra uno sabe cuándo dar la entrada, cuándo subirla o bajarla. Piensas qué los músicos están pensando, qué puedes proyectar y dejarle tanto a los músicos como al público. Tienes que dejarte llevar a tu interior pero tener control inmediato y eso te lo da la experiencia”, señala González.
La directora resalta que el proceso de ensayos es vital para conocer la orquesta, el nivel en que está, sus aciertos y debilidades.
“Si hubo buen ensayo puedes resolver cualquier cosa que suceda en el concierto. Si eres un director joven más todavía necesitas guía porque esta carrera se aprende haciéndola, enfrentándola, no necesariamente leyendo un libro toda la noche”, sostiene González.
Prepararse es fundamental para no solo entusiasmar al público sino a los músicos. “Cautivas con la pasión, con la seguridad. Si los impregnas con esa pasión vas a recibir lo mismo”, culmina González quien aspira algún día dirigir las Variaciones enigma de Edward Elgar y la Segunda Sinfonía de Gustav Mahler que requieren “madurez emocional y musical”.